Todos conocemos a alguien, un familiar, amigo o compañero del trabajo, que nos ha contado sobre un conflicto importante que tiene con otra persona. Desde nuestra posición parece que su “historia” sobre la otra persona no tiene una resolución fácil o incluso parece imposible. Han estado tanto tiempo en conflicto el uno con el otro que están convencidos de que sus respectivos juicios están fundamentados en hechos probados. Por ejemplo, ambos están convencidos de que la otra persona es un imbécil, un ignorante o un traidor. La situación es tal que se niegan a hablar el uno con el otro sobre la esencia del problema y por qué ocurre, y mucho menos escuchar con atención las necesidades del otro. ¿Cómo se podría desbloquear esta situación para que puedan tener esa conversación tan necesaria?
En el núcleo de la mayoría de los conflictos no residen las diferencias irreconciliables, sino las historias irreconciliables. Y para empeorar las cosas, una vez que acreditamos y actuamos en base a esas historias, comenzamos a necesitarlas para justificar el comportamiento negativo, agresivo, vengativo, o amenazador que hemos elegido y adoptado. Y si además vemos que los otros se comportan de la misma manera mezquina que nosotros, esto genera mas información que refuerza nuestras propias historias.
Conozco tres vías que pueden liberar a las personas de esta deriva hacia la mutua autodestrucción. Cualquiera de ellas puede funcionar individualmente, sin embargo, combinando las tres aumenta sustancialmente la probabilidad de un cambio. Aunque, he de subrayar, cuando las personas se aferran a sus historias, que es un síntoma de caracter irracional, es poco probable que se elija cualquiera de estas vías.
1. Fatiga de estrés.
En ocasiones, después de haber experimentado un episodio especialmente duro y desalentador, las personas pueden llegar a un punto de inflexión en el que se están cansados, hartos y frustrados de sentirse cansados, hartos y frustrados. Y a pesar de que se sienten completamente justificados en su comportamiento, estarían dispuestos a suspender la incredulidad por un momento y considerar bajar las defensas.
2. Una fuente creíble y apreciada.
La mayoría de nosotros confiamos excesivamente en nuestros propios juicios, por eso es difícil no tenerlos en cuenta o librarnos de ellos. Pero en algunas ocasiones, nuestro respeto por la otra persona puede exceder el afecto hacia nuestro propio ego. El conflicto tiene muchas posibilidades de disolverse cuando una persona, que es de gran confianza -incluso muy apreciado- por ambas partes, puede hacer dos cosas: 1) enfrentar respetuosamente, pero con contundencia, el autoengaño en el que están imbuidas ambas partes; 2) dar testimonio de una visión u opinión contradictoria a la de sus juicios.
3. Un encuentro con datos conflictivos irrefutables.
Finalmente, los juicios dan paso a nuevos datos cuando el que los tiene se ve obligado a explicar un comportamiento que entra en conflicto violentamente con su punto de vista anterior. Un ejemplo rápido es uno de los conflictos más largos de la historia moderna: poco después de firmarse los acuerdos de paz entre Israel y Jordania, un grupo de niñas judías en edad escolar viajó a un pueblo vecino jordano para entregar flores y otros regalos en señal de paz. Debido a un malentendido, un soldado jordano abrió fuego contra las niñas, matando a siete de ellas. De repente, décadas de profunda desconfianza amenazaban con devolver a los dos países al estado de guerra. Sin embargo, la guerra fue evitada gracias a un acto único, muy llamativo, del entonces Rey Hussein de Jordania. El Rey se las arregló para visitar a las familias de cada uno de las niñas muertas. Habló con cada uno de los padres afligidos y se disculpó personalmente por la tragedia. Al entrar en las casas, el Rey se arrodillaría en el suelo, a los pies de cada uno de los padres, y les pediría perdón, y no se levantaría hasta que le pidieran que lo hiciera. Este acto, tan sorprendente y profundamente considerado, facilitó pruebas irrefutables que entraron directamente en conflicto con décadas de historias alimentadas por conflictos, y permitió que estos dos países enemistados sanasen rápidamente las heridas de la tragedia y encontraran un camino común hacia la paz a través del dolor compartido. Esto demuestra cómo la acción unilateral de una de las partes puede cambiar el cálculo del conflicto.
Aquí facilito tres sugerencias para aquellos que esten en situación de evaluar la posibilidad de desempeñar un papel de mediador en la reconciliación:
1. ¿Pueden las partes ver el precio que están pagando por el conflicto?
2. ¿Se sienten lo suficientemente seguros con usted (el mediador) para ser profundamente desafiados por usted?
3. ¿Alguna de las partes está dispuesta a sacrificarse para demostrar su sincero deseo de paz?
Hay demasiados narradores de historias y muy pocos pacificadores en el mundo. Me alegra pensar que usted podría ser parte de este último grupo.