Durante unos días he tenido dificultades con la conexión a Internet pero finalmente, ¡he vuelto! Continúo con mis reflexiones a partir de canciones:
(Inspirado en "Jesús Eucaristía", Grupo Betsaida)
Jesús, hoy ha sido un día especialmente doloroso; he querido hacerlo todo bien pero lo he hecho todo mal. Ha sido un día de mucho dolor, de sentir soledad en el alma y mucha angustia, de tener que cumplir mis deberes y amar a los míos con el corazón desgarrado...
He tardado mucho tiempo, días enteros, en darme cuenta de lo que estaba pasando.
Sin darme cuenta estaba cantando por dentro cuando llegué a esa frase que dice: “sin hablar, como en la cruz, tus ojos buscan dónde descansar. ¡Jesús mírame!, estoy junto a ti...” Llevaba varios días cantándole esa canción sin saber por qué.
¡Eso pasaba! Tú me mirabas desde la cruz, tus ojos buscaban dónde descansar y lo hicieron en mis ojos.
Desaparecieron la habitación, la criatura y la canción y me llevaste al Calvario. Te miro clavado en la cruz, desde donde me buscas con tus ojos semicerrados por la agonía. Me miras, pero no sólo me miras: tus ojos descansan en los míos; te dejas caer sobre mí con todo tu peso para que te sostenga, ¡porque ya no puedes más! y me impregnas con tu sangre; y lloras sobre mí todos tus dolores, toda tu pena por la humanidad pecadora, toda tu soledad, tu angustia y tu miedo, y lloras también porque tu amor gigantesco te hace estallar el corazón...
Mira que a veces estoy endurecida por mis miserias, pero ¡hoy me resulta imposible no sufrir ante esta mirada tuya!
Me pregunto por qué tus ojos finalmente se han posado sobre mí. No es porque sea digna de ello, qué va. ¡Es que aquí no hay nadie más, todos tus amigos han huido! Yo... soy tan cobarde que no me he atrevido a salir corriendo, a esconderme. El miedo me ha paralizado. ¿O ha sido el amor?
Miro alrededor: a tus pies están tu Madre Santísima, Juan y María Magdalena. Detrás de los soldados hay un grupo de mujeres que lloran y los que se burlan de ti y de ellas. Más lejos, por miedo, estoy yo, sola. ¡Y es a mí a quien estás mirando!
Siento un dolor desgarrador ante lo que estoy viendo: el Amor ultrajado, maltratado y ajusticiado, pero a la vez ¡qué paz me infunde tu cercanía! Parece una locura, es la locura de la Cruz, la locura de tu amor: Jesús de Nazaret, Dios hecho hombre por amor a sus criatura
Sin embargo la paz y la abundancia de amor no disminuyen tu sufrimiento ni el mío, sólo nos permiten permanecer uno frente al otro.
¡Ayúdame en tus últimos minutos para que sostenga tu mirada y no te niegue mi amor!
(Extracto del libro de la autora "Si supieras cuánto te amo...").