La cosa está tan mal que todo parece ser tan frágil y delicado como un encaje de bolillos. El Gobierno tiene que hacer en economía algo en lo que no cree y que le viene impuesto desde fuera. Esta política genera desconcierto entre sus votantes más radicales que, según las encuestas, se están orientando ya hacia IU. Para evitar la sangría de votos por la izquierda, necesita urgentemente echar a esas bases algo de carroña que las alimente. La Iglesia es la víctima perfecta.
El profundo anticlericalismo de una parte amplia de la izquierda española se ve satisfecho cuando el Gobierno hace –o dice que va a hacer– algo que perjudique a los católicos. «Mientras les den palos a los curas, a este Gobierno se le pueden perdonar muchas cosas, acosado como está por la derechona antipatriótica». Así piensan y así actúan.
En esa línea va, pues, tanto el globo sonda sobre la Ley de Libertad Religiosa como el documental que han hecho los del «sindicato de la ceja» sobre algunas víctimas del franquismo. De lo que se trata es de entretener a la afición, de darles algo con que palíen la frustración por el hecho de que la izquierda radical esté congelando las pensiones o reduciendo los derechos de los trabajadores. Lo peor es que, mientras tanto, cada vez hay más gente que pasa hambre.