LIGEROS DE EQUIPAJE
La vida es lo que hacemos de ella. Los viajes son los viajeros.
Lo que vemos no es lo que vemos, sino lo que somos.
-Fernando Pessoa-
Un latifundista llamó a uno de sus pobres y le dijo: «Toda la tierra que pises mañana, desde el alba a la puesta de sol, será tuya».
El pobre comenzó a correr sin detenerse en todo el día. El sol se ponía cuando sus ojos dejaron de ver y su corazón, por el enorme esfuerzo realizado, dejó de palpitar. Al día siguiente, el pobre hombre, dueño de tanta tierra, fue sepultado en un metro cuadrado.
Se mató por tener muchas tierras, y solo necesitó un metro. Así somos la mayoría de los humanos, hacemos el viaje de la vida nada ligeros de equipaje. ¿Por qué le tenemos tanto apego a las cosas? Parece que mientras más pertenencias adquirimos, más seguros y realizados nos sentimos.
Todo se convierte en objeto de deseo, y consumimos, compramos, acumulamos, coleccionamos...; parece que nuestra cultura no tolera mucho a los que eligen vivir con austeridad, porque son peligrosos para la economía y para la sociedad de consumo. Son sujetos inquietantes; por eso quienes deciden vivir con modestia, comer lo necesario, malgastar poco y murmurar poco o nada de los demás, resultan incómodos y, para matar su buen ejemplo, se los etiqueta de avaros, hipócritas y asociales.
Vivir es cambiar; y deshacerse de algunas pertenencias puede ayudarnos a ser lo que debemos ser. El que tira lo que no le sirve, no despilfarra; al contrario, el despilfarro consiste en retener lo inservible.
Tenemos que practicar la economía en el arte de vivir, porque es una filosofía practica de vida, ya que vivir con poco, mejora la calidad de vida. Parece una contradicción, pero es una gran sabiduría: no hay existencia más rica que aquella que aprende a vivir con pocas cosas.
¿Qué podríamos hacer para llevar una vida más fácil y feliz? ¿Qué es lo que nos complica la vida? ¿Realmente vale la pena? ¿Acaso tener es más importante que ser?¿Hasta qué punto estamos dispuestos a conformarnos con poco?
Y volvemos otra vez a la contradicción: nosotros no poseemos las cosas, ellas nos poseen. Son demasiadas las cosas que nos invaden, nos secuestran y nos alejan de lo esencial. Nuestro espíritu se atasca como un desván lleno de trastos. Así no podemos movernos ni progresar. Y resulta que vivir estriba, precisamente, en progresar.
Es claro que para remontar el vuelo hay que arrojar lastre, y que para vivir elevándonos, debemos marchar por la vida ligeros de equipaje.