La historia de la humanidad nos enseña que hombres y mujeres de todas las épocas, razas y culturas han buscado a Dios de alguna manera. Sembrado en lo más profundo del corazón humano existe un deseo que anhela algo más.

Ya lo decía san Agustín: «Nos hiciste, Señor, para Ti; y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti».

Sin embargo, el buscador no se encuentra en el lado del ser humano, sino que es Dios mismo el auténtico y gran Buscador que mantiene con determinación el deseo de alcanzar el corazón del hombre y de relacionarse con una humanidad hambrienta y necesitada.

Por mucho que creamos que estamos interesados en encontrar a Dios, es Él quien está mucho más interesado en encontrarnos a cada uno de nosotros. En Jesucristo nos está buscando para adoptarnos en el seno de su familia. Él está hoy ante ti, te ha encontrado en medio de tu circunstancia y tu situación.

Dios siempre está haciendo una invitación personal a cada hombre y cada mujer, que requiere también una respuesta personal:

Mira que estoy a tu puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre, entraré en su casa y cenaremos juntos. (Ap 3,20)

Las religiones son la manifestación y la expresión del ser humano por llegar a Dios, mientras que el cristianismo es la manifestación del deseo de Dios por alcanzar el corazón del ser humano por medio de Jesucristo. Para ello, Dios se abajó y se acercó tanto a nosotros que se hizo hombre; uno como nosotros, igual en todo excepto en el pecado. Este es el gran misterio de amor, la Encarnación de Dios, el Dios único que ha tomado nuestra condición (Jn 1,1-14; Flp 2,6-11; Col 1,15-20).

Jesús afirmó de sí mismo: Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie va al Padre sino por mí (cf. Jn 14,6).

El hecho de que Jesús sea el único camino a Dios no quiere decir simplemente que eliminamos a todas las demás religiones como equivocadas o diabólicas. La afirmación de Jesús no quiere decir que algunas partes de la verdad no se puedan encontrar en otras religiones:

Sin embargo, también sería ilógico afirmar que todas las religiones son igualmente verdaderas, así como que todas las religiones nos llevan a Dios. Ninguno de nosotros puede encontrar a Dios por sí mismo, es Dios mismo quien se ha revelado en la persona de Jesús, que es "la verdad".

Solo en Jesucristo podemos encontrar esa verdad infalible y plena. Por tanto, al comparar las otras religiones con la Revelación de Dios en Jesucristo, veremos que contienen tanto verdad como error.

La expresión castellana Todos los caminos llevan a Roma, que se refiere a una realidad del Imperio Romano, momento en el que siguiendo cualquier camino se podía llegar a su capital, y que alude a la posibilidad de conseguir el mismo objetivo por caminos distintos, no es útil para hablar de las diferentes religiones y creencias.

No es que haya otro evangelio; lo que pasa es que algunos os están turbando y quieren deformar el Evangelio de Cristo. Pues bien, aunque nosotros mismos o un ángel del cielo os predicara un evangelio distinto del que os hemos predicado, ¡sea anatema! Lo he dicho y lo repito: Si alguien os anuncia un evangelio diferente del que recibisteis, ¡sea anatema! (Gal 1,7-9)

Los cristianos debemos respetar todas las religiones y creencias, amando de corazón a las personas que buscan la verdad con un corazón sincero y honesto. Esto mismo hizo Jesús en un contexto religioso con una gran diversidad de dioses y creencias, además de anunciar a todos el Reino de Dios e invitarles a conocer la verdad.

La verdad y la caridad no están reñidas como algunos creen. La verdad sin amor es siempre un dardo que hiere y el amor sin verdad en un fraude afectivo. Como afirmó el apóstol Pablo: “Realizando la verdad en el amor, hagamos crecer todas las cosas hacia él, que es la cabeza: Cristo” (Ef 4,15).

Si esto no fuera así, no tendrían ningún sentido las palabras de Jesús que han pasado a formar parte de la identidad y vocación propias de su Iglesia:

Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. (Mt 28,19-20)

Y les dijo: Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y sea bautizado se salvará; el que no crea será condenado. (Mc 16,15-16)

Y les dijo: Así está escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se proclamará la conversión para el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. (Lc 24,46-47)

Jesús repitió: Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. (Jn 20,21)

El momento presente que nos toca vivir nos urge a tener muy en cuenta que una cosa es la unidad de los cristianos tan deseada por Jesucristo para que el mundo crea (Jn 17,21-23), y otro asunto muy diferente es el sincretismo religioso actual, tan propio de la nueva era y los globócratas del nuevo orden mundial con su Agenda 2030.

Nuestra agenda no es de este mundo, aunque es aquí y ahora donde el Espíritu Santo nos envía con su agenda propia de alcanzar a todos para Jesucristo: “Así nos lo ha mandado el Señor: Yo te he puesto como luz de los gentiles, para que lleves la salvación hasta el confín de la tierra” (Hch 13,47).

 

Fuente: kairos.evangelizacion.es