No tiene el semicristiano (ver aquí) bastante con cambiar el primer mandamiento, poniendo el sexto en su lugar (ver aquí). El segundo también le estorba pero en este caso no lo cambia sino que lo rebaja.

¡Y de qué manera! Donde Cristo dice "amarás al prójimo", él semicristiano dice "socorrerás al pobre". Y donde dice "como a ti mismo" el semicristiano dice "con caridades".

Así que todo lo reduce a hacer caridades, a socorrer a los pobres y necesitados, ya sean de aquí o del otro lado del mundo. El semicristiano poco o nada se preocupa de sus amigos y conocidos. Los de su parroquia no sabe ni cómo se llaman ni le importa. No tiene un grupo ni lo quiere. Sus vecinos son completos extraños... Y por supuesto está a años luz de amar, como Cristo dijo, a cualquiera de los anteriores, ni siquiera al pobre al que socorre. Vamos, es que ni se le pasa por la cabeza.

Todo esto es terrible, se mire por donde se mire. Lo es para el semicristiano porque, por mucho que se auto convenza, no es lo que Cristo dijo (y como solemos decir los Mosqueteros, "entre tu opinión y la de Cristo, me quedo con la de Cristo"). También es terrible para el pobre porque socorrerle está muy bien, pero amarle es mucho más, infinitamente más y se lo está perdiendo. Y finalmente es terrible para los que no son pobres, porque de repente están excluidos: al que no sea pobre no hay que socorrerle ni amarle ni nada; porque todo se reduce a las necesidades materiales.

Pero, al semicristiano nada de esto le supone un problema. Una limosna a tiempo, una caridad con un pobre, una ONG a mano... y listo: mandamiento cumplido.

 Aramis

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