Terminada la oración de Consagración, comienzan los ritos de la comunión.
El Padre nuestro inicia y da sentido a esta parte de la Eucaristía. No es una oración cualquiera. “Esta no es una de las muchas oraciones cristianas, sino que es la oración de los hijos de Dios: es la gran oración que nos enseñó Jesús. De hecho, entregado el día de nuestro bautismo, el «Padre Nuestro» nos hace resonar en nosotros mismos esos mismos sentimientos que estaban en Cristo Jesús. Cuando nosotros rezamos el «Padre Nuestro», rezamos como rezaba Jesús. Es la oración que hizo Jesús, y nos la enseñó a nosotros; cuando los discípulos le dijeron: «Maestro enséñanos rezar como tú rezas». Les dijo: «rezad así»”.
La importancia de la oración enseñada por Jesús es que nos sitúa en el centro de la salvación. Y la salvación nos hizo «hijos»: “¡Es muy hermoso rezar como Jesús! Formados en su divina enseñanza, osamos dirigirnos a Dios llamándolo «Padre» porque hemos renacido como hijos a través del agua y del Espíritu Santo. Ninguno, en realidad, podría llamarlo familiarmente «Abbá» -«Padre»- sin haber sido regenerado por Dios, sin la inspiración del Espíritu, como enseña san Pablo. Debemos pensar: nadie puede llamarlo «Padre» sin la inspiración del Espíritu”.
Atención: El «Padre nuestro» es una de las oraciones que peor rezamos. Algunos han dicho que nos tragamos «Prenuestros». Demos reposarla y comprenderla. Tener sentimientos de hijos. Él es tu Padre, nuestro Padre. Nos dispone, de modo eficaz, para la Comunión. Debemos reposarla y comprenderla. Tener sentimientos de hijos. Él es tu Padre, nuestro Padre.
Solo los hijos de Dios pueden hacer lo que hizo Jesús con la fuerza del Espíritu Santo. Para vivir lo que decimos en el Padrenuestro, necesitamos el Pan Eucarístico. “Imploramos también el «perdón de nuestras ofensas» y para ser dignos de recibir el perdón de Dios nos comprometemos a perdonar a quien nos ha ofendido… Perdonar a las personas que nos han ofendido no es fácil; es una gracia que debemos pedir.: «Señor, enséñame a perdonar como tú me has perdonado». Con nuestras fuerzas nosotros no podemos… Así mientras nos abre el corazón a Dios, el «Padrenuestro» nos dispone también al amor fraternal. Finalmente, le pedimos nuevamente a Dios que nos «libre del mal» que nos separa de Él y nos separa de nuestros hermanos”.
A continuación, viene el rito de la Paz. Con este gesto concreto intercambiado entre nosotros, expresamos la comunión eclesial y la mutua caridad, antes de comunión sacramental. En el rito romano, el intercambio de la señal de la paz, situado desde la antigüedad antes de la comunión, está encaminado a la comunión eucarística. Según la advertencia de san Pablo, no es posible comunicarse con el único pan que nos hace un solo cuerpo en Cristo, sin reconocerse a sí mismos pacificados por el amor fraterno. La paz de Cristo no puede arraigarse en un corazón incapaz de vivir la fraternidad y de recomponerla después de haberla herido. La paz la da el Señor: Él nos da la gracia de perdonar a aquellos que nos han ofendido”.
La fracción del Pan es significativa en la Eucaristía. Recuerda lo que hizo Jesús en la última cena. Por este gesto lo reconocieron los discípulos de Emaús. Significa el partirse de Jesús para los demás. La mista actitud servicio que nosotros debemos tener. Este gesto se acompaña con la invocación del «Cordero de Dios».