El papa Juan Pablo II dijo en el Paraninfo de la Universidad Complutense: “Una Universidad es católica si hay católicos en la Universidad” Así podríamos decir de todas las Organizaciones católicas. Por ejemplo: “Una Comunidad Claretiana es Claretiana si hay Claretianos en la Comunidad”. Si no…
Sobre cada uno. “Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se dividían, poniéndose en cada uno de ellos” (Hch 2, 3). “¿Qué tenemos que hacer, hermanos? Pedro les contestó: Convertíos y sea bautizado cada uno de vosotros en el nombre de Jesús” (Hch 2, 37-38).
La sociología de lo masivo nos condiciona la vivencia cristiana. Pentecostés debe volvernos a la fuente del Espíritu. Aunque era un grupo importante, el Espíritu se posó sobre cada uno de ellos. Y, cuando Pedro conmueve a 3.000 hombres, ordena que cada uno sea bautizado. La fe en Jesucristo Muerto y Resucitado no es masiva, es personal que se vive en Comunidad. Es la pastoral de Jesús en el Evangelio: Su preocupación es formar discípulos, cada uno según su carácter. Se acercaba a las personas concretas que tenían necesidades físicas o de salvación.
Los Fundadores de Congragaciones y distintas Espiritualidades han seguido el mismo camino: Formar personas enamoradas de Jesucristo. Con esta base surgieron las Comunidades respectivas. Esto se observa en los Grandes Reformadores. Volver al Carisma original –volver a Pentecostés- era formar personas nuevas. Los Obispos Reformadores saben que el Seminario es la clave de cualquier cambio en profundidad. San Juan de Ávila se lo decía a los Padres del Concilio de Trento. .
Cuando se pierde el Sentido de Pentecostés, nos entretenemos en memorizar las acciones oscuras del pasado, murmurar de la realidad presente, o desear que algún líder político nos saque las castañas del fuego. Esperamos salvadores: Sínodos, Congresos, Semanas, Documentos, Revistas, etc. También conformadas que hay poco lugar para el Espíritu Santo. Lo sociológico no cambia el corazón. Desde Pentecostés, con el corazón cambiado, se elimina lo que sea conveniente.
Cambiar de Piloto. Pentecostés no es un acontecimiento del pasado o del futuro. Es una realidad actual. Cada persona que se entrega a Jesucristo y se deja guiar por el Espíritu Santo está viviendo Pentecostés. Si tú y yo entregamos nuestra vida a Jesucristo y nos dejamos guiar por el Espíritu Santo, aquí y ahora se realiza Pentecostés.
Nuestra ida cristiana no tiene que cambiar de obras, salvo que sean pecaminosas, sino de Piloto. Plateamos nuestra vida de forma que los acontecimientos no sean dolorosos, no nos impidan gozar y ganar dinero. Cuando el Espíritu santo guía nuestra vida es mucho más realista. Cuenta con una biología que es frágil, que pode enfermar; que el mejor amigo te puede fallar; que puede fallecer un familiar cercano; que el trabajo no es seguro. El Espíritu Santo nos guía a través de los signos de los tiempos hasta la vida eterna. Fortalece en la lucha, ilumina en la oscuridad de los acontecimientos.
La salvación del cristiano no se realiza por sus obras; viene gratuitamente por la Muerte y Resurrección de Jesucristo. “Y son justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención realizada en Cristo Jesús” (Rm 3, 24). Fruto de esa redención es el bautismo. El bautismo es nuestra Pascua. Lo que cambia aun creyente es la actuación del Espíritu santo. Lo que no nace de ahí es realidad perdida para la vida espiritual. Todas las realidades humanas no rozan la vida espiritual. El Espíritu santo, que mora en nosotros, puede vivificar toda nuestra realidad humana.
Cuando el Espíritu Santo toma la iniciativa la realidad humana se hace eficaz para el apostolado. Hace unos días me decía un cristiano bien formado y con experiencia organizativa: Cuando presentaron el plan diocesano de pastoral pensé: Hay pocos planes empresariales que contengan tanta precisión hasta en los más mínimos detalles. Todo está calculado. No hay lugar para el Espíritu Santo. Casi como en los planes quinquenales comunistas.
Con fuerza y poder. En la vida espiritual con nuestras propias fuerzas no podemos hacer nada. “Porque sin mí no podéis hacer nada” (Jn 15, 5). Tenemos miedo a entregarnos a Jesucristo bajo la acción del Espíritu Santo. En esto consiste la santidad cristiana. Perder el miedo a esta entrega es la gracia más importante que debemos pedir en esta Pascua de Pentecostés. No podemos pedir el Espíritu Santo para quedarnos en nuestros caprichos y egoísmos y además, para que cambien los nos molestan en la familia, comunidad o amigos. Los seis textos que ofrece San Juan, en los capítulos 14 y 16 de su evangelio sobre el Espíritu Santo, son acciones activas para cambiar, para podar nuestras vidas y enderezarlas según el querer del Señor Jesús. No nos gusta que nos poden. Por eso abundan en nuestra vida tantos cupones que consumen nuestra energía.
No hemos sido bautizados y confirmados en un espíritu de basilina: “Pues Dios no nos ha dado un espíritu de cobardía, sino de fortaleza, de amor y de templanza” (2 Tm 1, 7) Una fuerza para ser testigos de Jesús hasta los confines del mundo: “Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que va a venir sobre vosotros y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y hasta el confín de la tierra” (Hch 1, 8)
Con María, la Madre de Jesús, celebremos el acontecimiento de Pentecostés con corazón abierto. No seremos defraudados.