Se conoce como “escalpelamiento” a la técnica consistente en arrancar la cabellera de una persona con el cuero cabelludo incorporado. Proviene la palabra del inglés “scalp”, “cuero cabelludo”, que da el verbo “to scalp”, arrancar el cuero cabelludo, y de hecho, no está recogida en el Diccionario de la Real Academia Española, lo que no es excesivamente extraño, dado que, como veremos, se trata de una realidad que será bastante familiar a los ingleses, concretamente a aquellos que emigraron a América, pero nada a los españoles.
Existen pruebas de su práctica en la zona central norteamericana desde antes de la llegada europea, de lo que es buen ejemplo el enclave de Crow Creek, en Dakota del Sur, datado en torno al año 1300 d.C., en el que han sido hallados restos de más de quinientas personas, la mayoría mutiladas, torturadas y, precisamente, escalpadas. En tiempos más recientes, 1643, se conoce un ataque de los indios iroqueses canadienses a una cuadrilla de franceses y hurones que termina con el escalpelamiento de tres franceses. Pero no se dio solo en la parte septentrional del continente americano, sino también en otras partes del mismo: consta, por ejemplo, que lo practicaban los chulupíes del Gran Chaco sudamericano, en la actual Argentina.
Ahora bien, si una tribu lo practicaba de manera común y especializada, esa tribu es la de los sioux, establecidos en un vasto territorio en ambas orillas de la parte norte del río Mississippi. Y desde luego, siempre contra los enemigos, ya fuesen otras tribus vecinas, ya fuesen simplemente los “wasicus” (los blancos). Y en tal caso, no sólo sobre los guerreros enemigos, sino también sobre sus mujeres y sus niños.
El escalpelamiento se practicaba de la siguiente manera. Caído el guerrero derrotado, el vencedor retorcía el pelo del adversario con su mano izquierda, mientras que con la derecha, y gracias a su cuchillo de sílex u obsidiana, -luego ya de hierro-, realizaba incisiones semicirculares. Utilizando la punta del cuchillo, iba separando la piel. Luego colocaba los pies frente a los hombros del derrotado, vivo o moribundo, y sujetando el cuero cabelludo, giraba la carne seccionada hasta que conseguía separarla del cráneo. A menudo el fragmento de piel era suficientemente grande como para llevarse también las orejas. Toda la acción llevaba unos cinco minutos, no más.
Existen testimonios de personas vivas escalpeladas y que, consecuentemente, habían sobrevivido a la práctica. Tal es el caso, en 1864, de Robert McGee, que formaba parte de una caravana asaltada por los sioux y fue escalpado como todos sus compañeros: sólo él sobrevivió. Entre los indios, el superviviente a un escalpelamiento era concebido como una especie de paria de la tribu.
Con los cueros cabelludos obtenidos en la batalla, los guerreros volvían a sus asentamientos, donde las mujeres los trataban para su conservación de parecida manera a como tratarían la piel de bisonte en todas sus aplicaciones. Las cabelleras se utilizaban en danzas rituales, en las que se comía el “pemmikan” de bisonte, carne de perro, y se fumaba la Pipa Sagrada. Todos los componentes de la tribu se pintaban manos y cara, bailando alrededor del fuego con las cabelleras hasta el amanecer, durante varias noches, y realizando ofrendas a los ancestros y a Wakan Tanka, la gran divinidad sioux.
En su vida cotidiana, los guerreros no se desprendían de sus preciadas cabelleras, que portaban a modo de condecoración en las bridas de sus caballos, sobre sus vestimentas o en los cinturones. Obviamente, el que mayor número portaba era considerado el más fuerte y valeroso, cobrando un prestigio que le permitía ocupar las más altas magistraturas en la tribu.
La práctica del escalpelamiento indígena norteamericano deparará muchas sorpresa en la Historia a partir del último cuarto del s. XVII. Pero eso será objeto de otro artículo diferente, así les doy tiempo suficiente para ir asimilando el presente.
Que hagan Vds. mucho bien y que no reciban menos.
©Luis Antequera