Inicia el Papa el número 116 sobre la santidad colocando el don de gracia como fundamento de toda actuación cristiana. “La firmeza interior que es obra de la gracia, nos preserva de dejarnos arrastrar por la violencia que invade la vida social, porque la gracia aplaca la vanidad y hace posible la mansedumbre del corazón. El santo no gasta sus energías lamentando los errores ajenos, es capaz de hacer silencio ante los defectos de sus hermanos y evita la violencia verbal que arrasa y maltrata, porque no se cree digno de ser duro con los demás, sino que los considera superiores a uno mismo”.
El Espíritu santo nos impide mirar desde arriba, dar permanentemente lecciones y consejos, colocarnos como jueces implacables. San Juan de la Cruz tiene una máxima preciosa: ““Sea siempre más amigo de ser enseñado por todos de que querer enseñar aun al que es menos que todos” Y agregaba un consejo para tener lejos al demonio: “Gozándote del bien de los otros como de ti mismo y queriendo que los pongan a ellos delante de ti en todas las cosas, y esto con verdadero corazón. De esta manera vencerás el mal con el bien y echarás lejos al demonio y traerás alegría de corazón. Procura ejercitarlo más con los que menos te caen en gracia. Y sabe que, si no ejercitas esto, no llegarás a la verdadera caridad ni aprovecharás en ella”.
El papa Francisco nos invita a crecer en la humildad. No se puede creer sin humillaciones. A todos nos gusta la humildad, poco las humillaciones. La humillación que Dios regala a su Iglesia viene de seguir el camino de Jesús. Por eso los apóstoles salían gozosos después de ser apaleados por los judíos.
“No me refiero a las situaciones crudas de martirio, sino a las humillaciones cotidianas de aquellos que callan para salvar a su familia, o evitan hablar bien de sí mismos y prefieren exaltar a otros en lugar de gloriarse, eligen las tareas menos brillantes, incluso a veces, prefieren soportar algo injusto para ofrecérselo al Señor… No es caminar con la cabeza baja, hablar poco o escapar de la sociedad. A veces, precisamente porque está liberado del egocentrismo, alguien puede atreverse a discutir amablemente, a reclamar justicia o defender a los débiles ante los poderosos, aunque eso le traiga consecuencias negativas para su imagen”.
La humillación no es agradable. Se trata de seguir el camino de Jesús. Con el criterio del mundo, no se entiende. El papa Francisco suplica: “Señor, cuando lleguen las humillaciones, ayúdame a sentir que estoy detrás de ti, en tu camino”.
No podemos caer en la trampa de buscar éxito en los triunfos externos, en los placeres, dominio sobre los demás. Esto procede de yo demasiado grande.
“La misma pacificación que obra la gracia nos permite mantener una seguridad interior y aguantar, perseverar en el bien “aunque camine por cañadas oscuras” o “si un ejército acampa contra mí”. Firmes en el Señor, la roca, podemos cantar: “En paz me acuesto y enseguida me duermo, porque Tú solo me haces vivir tranquilo” En definitiva, Cristo “es nuestra paz”, vino a “guiar nuestros pasos pasos por el camino de la paz”.