La batalla de Cartagena de Indias es la batalla decisiva de la llamada Guerra del Asiento entre España e Inglaterra, y consistió en la humillante derrota que le infligen un puñado de españoles sabiamente dirigidos por el almirante Don Blas de Lezo, a una formidable flota inglesa, la más grande que hasta la fecha hubieran visto los mares, 186 barcos y treinta mil soldados, cuyo objetivo era tomar la ciudad de Cartagena de Indias y penetrar por ella en toda la parte del continente americano perteneciente a España. Derrota consumada el 20 de mayo de 1741, hace, pues, 281 años por estas fechas.

             No es el objeto de este artículo entrar en las circunstancias de la batalla, cada vez más conocidas gracias a Dios y gracias también -a Dios rogando y con el mazo dando-, a ese gran hispanista colombiano por nombre Pablo Victoria, que rescató del olvido la figura de Lezo, sino realizar un análisis de cuáles habrían sido las consecuencias de una hipotética victoria inglesa en aquella batalla y en aquella guerra.

             Y en primer lugar, la más evidente de todas, acortar la presencia española en todo el continente americano, o en parte de él, por un espacio de tiempo de ochenta años, los que median entre ese 1741 en que acontece la batalla, y la década de los 20 del s. XIX en que se produce el desalojo de la Corona Española del escenario y la disolución de los virreinatos españoles. Sustituyendo, además, la nueva presencia inglesa en el continente, el ambiente de Pax Hispana reinante, por un escenario de continuas guerras y escaramuzas aquí y allá. 

             Pero junto a ella, tanto más cuanto mayor hubiera sido el avance de los británicos, tres grandes consecuencias que entramos a analizar.

             La primera, qué duda cabe, la sustitución en América de la lengua española por la inglesa. 

             Me baso para realizar esta afirmación en dos hechos. El primero que, contrariamente a lo que se cree, en 1741 la lengua española no estaba muy implantada en América. Se calcula que, para ese entonces, apenas un 20% de los indígenas hispanoamericanos era capaz de hablar español. Para sorpresa de casi todos los que me estén leyendo, los españoles no impusieron la lengua española en el Nuevo Mundo. El mismísimo Felipe II respondió a quienes le preguntaban sobre el tema “no es conveniente que a los indígenas se les obligue a hablar el español”.

             La labor española en América más bien consistió en promover las grandes lenguas americanas (náhuatl, quechua, aymara, guaraní, etc.) para su utilización como lenguas francas en un territorio en el que había más de dos mil idiomas diferentes, hasta el punto de que todos los misioneros tenían la obligación de conocer la correspondiente al lugar en el que misionaban; de que los frailes españoles escribieron hasta seiscientas gramáticas de las lenguas locales; y de que en las muchas universidades fundadas por los españoles en América, -casi treinta-, había una cátedra de la lengua local mayoritaria en el lugar. Para sorpresa de todos, la labor de universalización del español en América no había sido una labor de la Corona Española, sino que lo será después de los gobiernos que la sustituirán en las decenas de repúblicas que reemplazan a los cuatro virreinatos.

             Una segunda razón permite todavía apostar por la desaparición de la lengua española en todos aquellos territorios de haber vencido los ingleses, razón que no es otra que lo ocurrido en todos los lugares arrebatados por los anglosajones a los españoles en los que, en consecuencia, no hubo un gobierno republicano criollo hispano reemplazando a la Corona. Así, Jamaica; así, Trinidad y Tobago; así, Filipinas; así, todo el ancho oeste de los Estados Unidos, (estados como California, Nuevo Méjico, Colorado, Nevada, incorporados todos ellos tan tarde como 1848), lugares todos ellos en los que el español será completamente remplazado por el inglés.

             Junto a la pérdida de la lengua española habría acontecido, en segundo lugar, la sustitución de la religión católica por la protestante, fenómeno que, tal vez, se habría producido de manera algo menos intensa que con la lengua. Aunque sólo sea porque mientras que sólo un 20% de los indígenas estaban aleccionados en la lengua española, el100% de ellos, en cambio, lo estaban en la religión católica. Dicho sea de paso para todos aquellos que sostienen que la evangelización no fue el motor de la conquista española. 

             En los casos que ya hemos citado como ejemplo, vemos que el proceso es muy importante (prácticamente total) en los casos de Jamaica y Trinidad y Tobago, pero es casi inexistente en Filipinas, país en el que, a pesar de ser sometido a una dictadura yankee entre 1898 y 1946, y de conseguirse erradicar el español de manera casi absoluta, no se conseguirá, sin embargo, alterar la composición religiosa de su población, algo estrechamente relacionado con el tercero de los efectos al que quiero referirme y que expongo a continuación. Con toda seguridad, el más dramático de todos.

             Me refiero a la sustitución de la población indígena americana por una nueva población de origen mayoritariamente africano, y en consecuencia, de raza negra. O, en román paladino, y para que nos entendamos mejor, el exterminio de la población autóctona. Exactamente igual que había ocurrido antes en todos los lugares colonizados originalmente por los ingleses protestantes, algo de lo que son buena prueba los índices de indígenas existentes en países como Canadá (3%), Australia (3%), o los estados orientales de los Estados Unidos (0%).

             En el caso de los lugares a los que hemos aludido antes (Jamaica, Trinidad y Tobago, estados occidentales de los Estados Unidos), civilizados y evangelizados antes por los españoles que por los anglosajones, el proceso no será diferente, y la población indígena (por cierto, en muchos casos emigrada junto con los españoles desalojados) desaparecerá completamente con la llegada de los nuevos colonizadores, siendo drásticamente reemplazada por una nueva población de raza negra utilizada en régimen de esclavismo para el monocultivo del azúcar y otros productos primarios.

             Lógicamente, con estas sustituciones poblacionales, la sustitución religiosa es más fácil. Tal y no otra es la razón por la que en Jamaica, Trinidad y Tobago, o los estados occidentales de los Estados Unidos, la religión católica haya prácticamente desaparecido con la extinción de sus indígenas originarios evangelizados por los españoles, en tanto que el fenómeno no se repite, por ejemplo, en las Filipinas, donde los colonos anglosajones protestantes, de manera absolutamente novedosa, no proceden a la sustitución poblacional a la que habían procedido en todos los lugares que habían ocupado con anterioridad. Para una correcta interpretación del hecho, hay que apelar aquí, sin duda, a la abolición de la esclavitud impuesta en los Estados Unidos en tiempos de Abraham Lincoln apenas treinta años antes. Porque si no... apuesten Vds. por unas Islas Filipinas negras para cuando, por fin, las abandonan los yankees en 1946.

             En el caso de Hispanoamérica, por bien que se hubieran defendido los indígenas, no me parece en modo alguno exagerado, sino más bien lo contrario, pensar en la sustitución de hasta un 50% de la población indígena católica por población africana de raza negra cristianizada en el protestantismo.

             En resumidas cuentas, todas estas son las consecuencias que para la América Hispana habría tenido una victoria de los ingleses de Vernon, y que el genio de Blas de Lezo fue capaz de evitar con su heroica defensa de Cartagena de Indias, a saber:

            - La pérdida completa del español como lengua.

            - El importante descenso del catolicismo como religión.

            - El exterminio de la población indígena y su sustitución parcial o total, según el lugar, por nuevas poblaciones negras.

             Motivos más que suficiente para que le estemos agradecidos a Don Blas de Lezo… Y no sólo los españoles, sino, como vemos, más aún, si cabe, los indígenas hispanoamericanos.

             Argumentos como éste y otros no menos novedosos, puede encontrar Vd. en mi último libro “Historia desconocida del Descubrimiento de América. En busca de la Nueva Ruta de la Seda”.

             Que hagan Vds. mucho bien y que no reciban menos.

 

            ©L.A.

            Si deseaponerse en contacto con el autor, puedehacerlo en encuerpoyalma@movistar.es. En Twitter  @LuisAntequeraB