Me contaba Clara el caso de un amigo que ella tenía muy religioso, felizmente casado, cuatro hijos… y amante, otros dos hijos. Las vacaciones las pasaba con su familia “legítima”, ¡eso sí, hasta ahí podíamos llegar! Y me decía Clara: “y esto, ¿cómo se come? ¿cómo puede luego este señor pretenderse defensor de la familia, de la fidelidad conyugal, etc. etc. etc.? ¿no es un caso de incoherencia grave?”
Me salió espontáneo, ni siquiera esperaba respuesta tal en boca como la mía: “reconociéndose pecador”. Y sí, efectivamente, reconociéndose pecador. Reconocerse pecador hace posible que una persona con vida tal, siga defendiendo valores en los que cree, pero que, como en el caso del amigo de Clara, obviamente no practica.
Yo sé que es poco airosa la defensa que hago aquí de semejante comportamiento, y que, probablemente, ni siquiera a mi me deje en buen lugar. Ahora bien, la alternativa es peor, mucho peor. La alternativa es “puesto que yo estoy pecando y estoy siendo incoherente con los valores en los que creo, en vez de reconocer que lo que hago está mal y seguir defendiendo el bien en el que creo, sostendré que lo que yo hago está bien y que lo que está mal es aquello en lo que creía antes”. Es decir, las cosas son buenas o malas en función de que yo las haga. Y si lo que yo hago está mal, pues deja de estar mal para estar bien”.
Relativismo en su estado puro: las cosas son buenas o malas en función de que me convengan. Es más, en función de esa misma conveniencia, pueden ser buenas hoy y malas mañana. El mal y el bien no existen.
Sí amigos, reconocerse pecador, tal es el remedio. Por desabrido que pueda ser el defenderlo, es mejor pecar y admitir que se peca, incluso si no se pone remedio (el caso del amigo de Clara, desde luego, tiene mal remedio), que para no tener que reconocerse pecador, aceptar y sostener que lo que está mal deja de estarlo por la sola razón de que lo practico yo, en definitiva, porque me conviene a mí. Reconocerse pecador es reconocer "que la verdad existe", como dice mi amigo Javier Angel, que el bien existe en definitiva, y que somos imperfectos: no es poco reconocer.
Pequeña reflexión de verano. No sé cómo lo verán Vds. Que hagan Vds. mucho bien y que no reciban menos.
Luis Antequera