Querido San José:
Uno no deja de sorprenderse cuando se deja llevar por tu Hijo. Lo que menos pensaba después de pasar la mañana con Juan, que ha terminado el curso hace justo 24 horas, y al que has escrito este curso unas cartas muy personales para explicarle qué es el silencio, la importancia, la necesidad, las formas, las puertas que abre y los principales tipos; es que por la noche iba a vivir una aplicación directa de todo lo que le detallas en esas cartas a Juan. Quieres mucho a este joven que estudia Ingeniería Industrial en la ciudad por la que paso. Lo que experimento por la noche acontece en otra ciudad, donde vive el fraile que te escribe ahora. He aprovechado un largo viaje para descansar y, entre otros asuntos, compartir el final de la mañana con Juan.
Te hemos tenido muy presente desde el primer momento ya que lo primero de todo tras el saludo y abrazo de alegría por terminar los exámenes tan bien, ha sido hacer silencio en una iglesia y dar gracias por ello. Luego paseamos por un parque mientras entramos en dirección espiritual para repasar lo más importante del curso, pero sobre todo para programar el verano a nivel espiritual. Todo esto, querido San José, lo conoces muy bien porque este trato cercano entre Juan y su director espiritual quedo reflejado en parte en un libro que acaba de ver la luz: El valor del silencio interior.
San José, ¡qué importante es el silencio en la vida espiritual!, pero que importante… Y con esto vuelvo a la noche del primer sábado de julio una vez que he vuelto a mi convento. Salgo a pasear después de cenar mientras rezo el rosario para estar un rato de oración con tu querida esposa María sin olvidarme ni de ti ni de vuestro Hijo. Hay mucho ruido, sin salir del convento se escucha el gran concierto que ha empezado hace poco. El silencio queda roto y no puedo disfrutar del encanto del paseo silencioso de la noche…
Me acerco mientras rezo el primer misterio por un joven con el que acabo de hablar y está un poco agobiado por las tareas a las que se ha comprometido este verano y ahora se da cuenta de lo que esa libre elección le va a traer… Y eso que es un chico que vive a fondo el silencio. Pero a veces es importante que otro te ayude a ver que no sólo hay que hacer silencio, sino ir más allá, y en el silencio, descubrir la voluntad de tu Hijo. Así no habrá problemas que nos descentren de lo único importante: ¡estar siempre junto al Hijo de San José!
Comienzo el segundo misterio cuando veo el campo de fútbol donde tiene lugar el evento. Padre mío San José, lo ofrezco por todos los que disfrutan del ruido y quizá no saben todo lo que pierden si además de pasar un buen rato con los amigos y en medio de tanta música, hicieran lo mismo buscando también momentos íntimos para hacer silencio por dentro…
Tras bordear un lateral del estadio, tomo la calle que me lleva al campus universitario. Todo está muy cerca. Comienzo el siguiente misterio rezando por esos novatos que dentro de un par de meses comenzarán a recorrer estos lugares nuevos para ellos. Inician algo muy importante en sus vidas y necesitan mucha oración, San José. Mientras termino el misterio paseando entre las diversas facultades, también presento a los veteranos al ver sobre un banco un libro de la carrera de Derecho. ¡Qué bien les viene el silencio tanto a los novatos como a los veteranos…!
Sigo disfrutando de la soledad de un campus que ahora no tiene vida hasta que llegue septiembre. En el cuarto misterio del rosario me acuerdo de todos aquellos que me piden oraciones y también por los que rezan por mí. San José, el silencio de la ausencia de gente me ayuda a contemplar la noche del concierto que muestra el poder del ruido y todo lo que el ruido trae consigo…
Termino el misterio una vez fuera y me encuentro con algo que muestra a las claras todo lo dicho hasta aquí, la importancia de hacer silencio para escuchar a tu Hijo, de dar pasos importantes en la vida apoyados en el silencio, de… La escena se me queda grabada tan a fondo que es el motivo de escribirte esta carta, querido San José. Al comenzar el quinto misterio veo una pequeña tienda de empanadas. Es atendida por un joven veinteañero con mirada triste. Está solo, tiene que trabajar, no puede estar en el concierto ni disfrutar con sus amigos,… No puede hacer silencio interior… Pocos metros más adelante un chaval que dudo si llegaría a los 20 años limpia las mesas de una terraza de bar vacía, pero que al llegar veo que dentro está bastante lleno. Limpiar lo que otros manchan antes de ir al concierto, agachar la cabeza para ejercer bien su trabajo y que quede todo como le mande el dueño del negocio, no tener libertad para hacer lo quiera porque no tiene otra salida… Podría ser un joven que ha empezado la carrera y quiere ganarse un dinerillo este verano, pero creo que no. Lo mismo que el vendedor de empanadas. Los dos tienen una mirada donde falta la alegría, la vida, la ilusión, la fuerza, la seguridad de vivir a fondo, porque trabajan sin opción a elevar la mirada hacia un futuro mejor y más aprovechado…
San José, cuida de estos chicos que no tienen ilusiones profundas como Juan. Les falta vivir el silencio interior, darse cuenta de todo lo que un joven en estos días puede vivir si sigue lo que hace Juan y tantos jóvenes de sus mismos años, cuando empiezan a dar los primeros pasos en su vida: mirar al cielo, hacer silencio y dejar que la voluntad del Padre se cumpla en ellos con toda alegría. Nada que ver con esos chicos que no tienen más salida que vivir en el ruido de un bar o del barullo de la gente que quiere algo de comer para pasar una noche de fiesta donde el silencio brilla por su ausencia. ¡Son también hijos tuyos! ¡Te necesitan! No del mismo modo que Juan, sino de una manera que les haga cambiar la mirada, el sentido de su vida y sobre todo que les abra una senda nueva que los lleve hasta el corazón de tu querido Hijo. ¡San José, sé que lo tienes todo en tu corazón de Padre! ¡No te olvides de los que no viven el silencio! ¡Muestra a todos tus hijos la maravillosa majestuosidad del silencio interior! ¡Haznos partícipes de las maravillas del silencio vivido en la intimidad de Belén, Egipto y Nazaret…!
Toda esta vivencia, querido San José, la llevo al quinto misterio; lo ofrezco por estos jóvenes que acabo de cruzarme en el camino de una noche no envuelta en silencio, sino en ruido. Pido por ellos y por tantos otros que teniendo su edad o incluso más, están perdidos en la vida.
San José, podría seguir escribiendo, pero no terminaría porque es tanto lo que brota de mi corazón cuando descubro en una mirada la ausencia del silencio interior…