¿Queréis que crea que el ser humano puede detener el curso de una epidemia vírica?
Es tanto como decir que puede poner puertas al campo o envasar los rayos de sol
Los virus cambian, mutan. Este es el origen de la vida: mutaciones. Todo cambia y nada queda. Todo pasa. Menos Dios, por supuesto.
Las vacunas contra los virus son poco eficaces -un 50% poco más o menos, la de la gripe estacional- precisamente porque los virus son nuevos cada año. Como el coronavirus.
¿Por qué se ha puesto el foco en este virus ahora? La gripe no es una enfermedad banal. Para provocar pánico bastaría con una gripe normal: mueren muchos niños, ancianos y jóvenes, cada año, de gripe estacional. Miles y miles de personas. Con o sin vacuna.
-Este virus es desconocido y no sabemos nada.
Ya, claro. Por lo menos saben ustedes que en 4 ó 5 meses no ha exterminado a 10 millones de seres humanos, por poner un ejemplo. Luego no es un asesino en serie tan rápido como implacable, según nos quieren hacer creer.
-No le haré más preguntas.
Porque de lo que estoy seguro es de que se trata de una campaña para probar la instauración de la muy próxima dictadura mundial en nombre de la salud y de la seguridad.
Desde aquí llamo a la rebelión antes de que ustedes se vean confinados, recluidos o aislados en sus casas porque así lo ordena la autoridad competente. Confinamiento, reclusión, aislamiento, son palabras que aparecen en la prensa ahora con mucha frecuencia. Me alarma ver que en una pequeña ciudad como Igualada, los Mossos confinan en sus domicilios a la gente "por su bien, para que sean solidarios".
-Y usted, señor policía ¿es inmune al virus? El virus puedo tenerlo yo, la mesa de la comisaría, el banco del parque, el taburete del bar, la pared del WC público, ¿va a detener usted al virus? No. El proceso vírico seguirá y los médicos paliarán los síntomas y cuando el ciclo se cierre, usted se curará porque el virus habrá terminado su función. Y se irá con la música a otra parte. El de la gripe, que suele venir de China todos los años, termina en Sudamérica.
Es una campaña de ingeniería social muy bien orquestada, aunque con huellas evidentes de su origen en una o varias agencias. Vean, por ejemplo, este curioso titular de la BBC:
Coronavirus de China: los obstáculos para desarrollar una vacuna contra el virus que causa la neumonía de Wuhan
Poner un nombre o "branding" es de primero de publicidad. No ponen el nombre del animal portador del virus, no. Ponen un nombre que acusa a un país: China. Como en su momento hicieron estos mismos ingleses con la llamada "gripe española" -tal vez se trataba de castigar a España por su neutralidad en la I Guerra Mundial, vaya usted a saber-. Después hay que subrayar la acusación y hablan de "neumonía de Wuhan". Bien, es mentira. El virus puede cursar con y sin síntomas; con éstos, leves o graves; y, finalmente, en casos de inmunodeficiencia, edad avanzada o debilitamiento general, puede generar una neumonía vírica de la que, a su vez, puede uno morirse. O no.
La mala intención del titular inglés es evidente. ¿Por qué? Es igualmente claro que señala a un enemigo asiático que, en febrero, ha vendido un 37% menos de telefonía móvil, ha gastado en comida y bebida un 80% menos, ha visto reducida un 75% su ocupación hotelera y ha reducido su producción industrial un 14% (según el informe de la reputada consultora McKinsey de esta primera semana de Marzo). ¿Conspiración? No. Hechos.
Más hechos: desde mucho antes de la explosión de la crisis del coronavirus, una serie de periodistas de la anglosfera anunciaban que se dedicarían al seguimiento exhaustivo de la epidemia. ¿Epidemia antes de que se produjera? ¿Son profetas? ¿Por qué tanto interés en exigir a los gobiernos que diesen información apenas comenzado el asunto? ¿Cómo es que sabían que ESTE ASUNTO en concreto iba a marcar la agenda mundial? ¿O la estaban marcando ellos y sus jefes?
El resultado es que vemos a gente encerrada en sus casas como gallinas en un corral y los famosos grupos antisistema, ante este liberticidio arbitrario, callan como cómplices.
Vemos a coches de la policía patrullar por las desiertas calles de las ciudades de Italia y nos parece normal. Vemos a padres que prohiben salir de casa a sus hijos. A pueblos enteros de Cataluña donde la policía impide la circulación del personal. Y nos parece que todo está bien.
¡No! ¡No está bien!
Este es el sueño de cualquier Hitler, Stalin, Mao, Pol Pot o Che Guevara; es el sueño diabólico del Gran Hermano; la confluencia dictatorial del comité del partido y el consejo de administración; del monopolio oligárquico y del monopolio estatal. Este es el experimento del coronavirus. Y les está saliendo bien.
Todos callados. Encerrados. Sumisos. "Por nuestro bien", "por nuestra seguridad", sí, sí, gracias, oh, Estado, ¡gracias!
Llamo a la rebelión: esta dictadura solo es posible porque el diablo ha conseguido anestesiarnos y convencer a media humanidad de que el vientre materno -el lugar más tierno, amoroso y seguro del mundo- sea un antro de tortura y muerte del más indefenso y débil. Solo es posible cuando, "por su bien", asesinamos a los viejos con la eutanasia. Solo es posible cuando el cuidado y el miedo a perder el cuerpo por un virus se antepone a perder el alma por el pecado.
Rebelión, ya.
Yo no me quedaré en casa, se lo aseguro.
A cambio, no teman los cobardes, no ingresaré en ningún hospital ni ocuparé cama alguna. Moriré en la calle o en mi casa, ¿pasa algo? Puedo elegir cuando y cómo morir, ¿o no puedo, señoras de la eutanasia? No sufran los cagados porque no les quitaré el sitio en la UCI. Ahí se muere peor, imbéciles. Les invito a que hagan lo mismo y más que la basura moderna de la "solidaridad" practiquen la verdadera caridad cristiana: cedan su puesto en la cama del hospital o otro que lo necesite más. Total, no es una celda de castigo como la de San Maximiliano Kolbe, no se asusten.
No. No pienso hacer caso de nada hasta que alguien me demuestre que puede meter a las nubes en un frasco de perfume y decirme a qué huelen. O encierre al viento en una jaula.
Queden con Dios y vayan a confesar. No sea que la muerte les lleve mañana, sin paradas, al fuego eterno. Y eso sí que tiene que doler de cojones, guapitos.
Coda: en cuanto a los pastores de almas, les agradezco de antemano que cedan "por mi bien" cuando se prohiba la Santa Misa. Y no se muevan de su poltrona, no salgan con el Santísimo a las calles porque, a lo peor, se resfrían. El Cielo y las almas que esperen.
En la cola de Lucifer.