CONFERENCIA DEL DR. D. JOSÉ Mª ALSINA ROCA:

TEOLOGÍA DEL MARTIRIO CRISTIANO Y ADVENIMIENTO DEL REINO DE CRISTO.

Terminada la Santa Misa, el pasado 7 de noviembre, el Dr. D. José Mª Alsina Roca, rector honorario de la Universidad Abad Oliba de Barcelona, pronunció conferencia sobre la Teología del martirio cristiano y el advenimiento del Reino de Cristo.

Significó que en este acto recordamos y veneramos a los mártires que regaron con su sangre nuestra patria dando testimonio de su fe y de su amor a Dios y a su Iglesia, recordando que el Concilio Vaticano II en su constitución Gaudium et Spes afirma: “toda la vida humana y colectiva se presenta como una lucha y ciertamente dramática entre el bien y el mal. A través de toda la historia humana existe una dura batalla contra el poder de las tinieblas que iniciado en el origen del mundo durará como dice el Señor hasta el día final”.

Esta lucha y batalla, si bien están presentes a lo largo de la historia, sin embargo, no siempre se presenta con la misma intensidad, y en estos dos últimos siglos esta batalla ha sido más intensa, y en España vivimos en los años 34 a 39 momentos de incomparable intensidad, y el odio a Dios y el heroísmo martirial tuvieron una presencia única que constituyen una llamada a reflexionar a trabajar y sobre todo a rezar.

En primer lugar, reflexionar sobre las causas de aquellos hechos, en segundo trabajar como hace Hispania Martyr para que la memoria de los mártires continúe presente en nuestras familias parroquias escuelas y en general en nuestra sociedad, para que nuestros hijos y nuestros nietos pueden repetir las palabras del salmo 44:1 “Oh Dios lo escuchamos con nuestros oídos nuestros padres nos lo han contado”.

Cuanto oímos y aprendimos, lo que nuestros padres nos contaron, no lo ocultaremos a nuestros hijos, sino que contaremos a la generación venidera las alabanzas del señor su poder y la maravilla que ha obrado. ¡Que maravillas podemos contemplar en la vida de los mártires!

Finalmente rezar pidiendo la intercesión de los mártires para que sepamos dar testimonio de nuestra fe, para que Dios nos dé el don de la fortaleza tan necesaria en nuestros días. 

Quisiera reflexionar primero sobre las causas de aquel estallido de odio que no fue fruto de un momento de locura colectiva sino el resultado de todo un proceso de envenenamiento ideológico por parte de intelectuales políticos y publicistas.

Las ideas tienen sus consecuencias prácticas y las ideologías políticas como el liberalismo primero y después el socialismo y el marxismo, se han propuesto erradicar la presencia de la fe cristiana en la vida social familiar y personal. Cuando esto se hace en un pueblo que tiene una historia como la de España en la que la fe cristiana ha conformado la vida de un modo único y profundo durante siglos, generación tras generación, las consecuencias son trágicas.

Repasemos rápidamente la historia. Ocho siglos de reconquista, la lucha contra el protestantismo, la lucha contra los turcos liderada por la monarquía española en ambos casos, el descubrimiento y evangelización de América y los santos de la contrarreforma, tantos santos fundadores de órdenes religiosas que han educado a sucesivas generaciones de toda Europa.

Cuando todo esto se quiere no solo olvidar sino presentar como lo que nos ha hecho pobres infelices e ignorantes, y se procura que se borre de nuestra memoria y no deje huella en nuestra vida, las reacciones que se producen son de odio.

El odio a Dios y a todo aquello que está conformado por la fe cristiana, es fruto de una acción política y cultural. Desde esta perspectiva podemos entender el carácter extremadamente violento de la persecución religiosa del 36. Se trataba de desarraigar definitivamente la fe cristiana de la vida de España. Es decir, hacer efectivo el propósito expresado por los liberales del siglo XIX, de "cambiar la naturaleza de los españoles". Para ello era necesario erradicar la presencia social de la Iglesia. 

En el siglo XIX, aunque también hubo estallidos de violencia con matanza de frailes y quemas de conventos, no obstante, las medidas descristianizadoras más importante fueron la supresión de las órdenes religiosas y las leyes desamortizadoras de los bienes eclesiásticos, justificadas, también en su momento, como algo necesario para ponerse a la altura de las exigencias del progreso y de los nuevos tiempos.

Desgraciadamente su eficacia fue muy importante, hasta tal punto tuvieron consecuencias descristianizadoras, que los misioneros populares de principios del siglo XX hacían notar como en muchos lugares, a partir de la expulsión de los religiosos de sus conventos y monasterios había casi desaparecido la práctica religiosa. Con todo, una serie de factores históricos y sociológicos, pero especialmente la misma fuerza de la fe cristiana, dieron lugar a que el propósito liberal de "cambiar la naturaleza de los españoles" pudiera darse entonces por fracasado.

A partir de la instauración de la segunda república, se inicia una nueva fase del viejo proyecto descristianizador. A la nueva situación podrían aplicarse con propiedad las palabras de Karol Wojtyla en Signo de Contradicción: la persecución es el programa de nuestro tiempo.

Manuel Azaña al desatarse la persecución:

Ahora es cuando de veras se ha proclamado la República

El presidente de la República Manuel Azaña, pocos días después del 18 de Julio, cuando ya se veían los derroteros de la nueva situación, declaró: Ahora es cuando de veras se ha proclamado la República, y Luis Companys, presidente de la Generalitat de Cataluña, afirmará en aquellos días, justificando la persecución religiosa, que en Cataluña tuvo especial virulencia: hay instituciones violentamente odiables el clericalismo, el militarismo y el latifundismo.... el movimiento del cual ahora sois testigos es la explosión de una inmensa cólera, de una inmensa necesidad de venganza subiendo del fondo de los tiempos.

Con esta actitud se justificaba también la creación, según decreto de la Generalidad del 23 de julio, de las milicias antifascistas y de los comités locales, principales instrumentos de la persecución religiosa sistemática llevada a cabo en Cataluña durante la segunda mitad del 36 y primera del 37. 

Si Dios no existe, el bien es odiable – beato Ramon Llull

Esta inmensa necesidad de venganza subiendo del fondo de los tiempos con la que Companys, quiere explicar y justificar la persecución religiosa, parece un radical sinsentido si la pensamos, teniendo presente que la persecución se cebó especialmente en aquellas órdenes religiosas cuyos beneficios sociales estaban más ampliamente presentes y benéficos para el conjunto de la sociedad española: hermanos maristas, 176 mártires; hermanos de la doctrina cristiana, 165; hermanos de San Juan de Dios, 97; escolapios, 204... pero estas palabras cobrarán una especial relevancia si las releemos a la luz de la afirmación del beato Ramon Llull: Si Dios no existe, el bien es odiable.

En un pueblo conformado desde lo más profundo de su ser por la fe cristiana, el ataque a su fe, en la medida que penetra en el pensamiento y en la vida, es generador de odio anticristiano contra los que predican la "mentira" de la fe, y este odio se dirige de forma especial contra aquellos cuya bondad, sacrificio y generosidad son más ampliamente reconocidos. 

Se podrían multiplicar los testimonios contemporáneos a los hechos, justificando la barbarie antirreligiosa, lo que prueba que la persecución religiosa no fue obra de un grupo de incontrolados, como muchas veces se ha presentado, sino la puesta en práctica de un propósito explícitamente anticristiano.

Así lo expresó el poeta francés Paul Claudel: “Para comprender bien la naturaleza de la revolución española no hay que considerarla como una tentativa de construcción social encaminada a sustituir un orden por otro como en Rusia, sino como una empresa preparada muy de antemano y dirigida ante todo contra la Iglesia”.

“Se trata de una anarquía dirigida. En efecto no es posible concebir sin una consigna y una organización metódica que hayan podido ser incendiadas todas las Iglesias sin excepción en la zona roja, todos los objetos religiosos minuciosamente buscados y destruidos y la casi totalidad de prelados, religiosos, y religiosas asesinados con refinamiento de crueldad infinita, acosados en todas partes como bestias feroces”. 

Pero esta misma historia es la que da razón de tantos testimonios martiriales, ante tantos testimonios de fe de amor, de cuántos santos sacerdotes, padres de familia, religiosos y religiosas están detrás de todo martirio, de cómo vivieron los mártires su vida cristiana desde su niñez formados por aquellos santos sacerdotes y padres de familia cuántas vacaciones se suscitaron en aquel ambiente familiar cristiano para que la gracia de Dios pudiera fructificar en tantos hombres y mujeres. 

Esta reflexión sobre las causas también es una invitación a pensar sobre los momentos en que vivimos, cuanto desprecio a Dios hay en nuestro actual sistema educativo en que tantas leyes aberrantes reflejan esta trágica situación.

Pretenden que olvidemos nuestra historia sustituyéndola por la panfletaria y sectaria memoria democrática, hay que dar la batalla para que no desaparezca de nuestra memoria lo que hemos sido por la gracia de Dios.

Solo Dios conoce nuestro futuro, pero hay que tener presente que de nuevo y de una forma mucho más penetrante que en los años que precedieron a la guerra del 36 se está intentando conformar una opinión social contra la Iglesia, contra los sacerdotes y religiosos y en general contra la fe cristiana acusándoles de que son los causantes de todos los males, a veces explícitamente y en otras ocasiones más frecuentes y más peligrosas, de forma solapada pero muy constante. Si algún día estallase de nuevo la violencia podríamos trágicamente comprobar cómo ha sido preparado el ambiente con noticias imágenes libros planes de educación etc.

El segundo punto es el de trabajar. Hay tantas cosas que se deberían hacer, pero sólo quiero fijarme en la importancia de mantener la memoria en las generaciones actuales de los hechos que ocurrieron aquellos años. Nuestra generación, la mía no vio la guerra, pero conoció a personas que la habían vivido, y por lo tanto tenemos una noticia cercana

Pero las generaciones siguientes especialmente los más jóvenes quedan ya muy alejados y la insistencia en medios de comunicación y en centros educativos deformando la historia no hace fácil este recuerdo que provoque admiración entusiasmo y responsabilidad. Tendría que ser una preocupación de todos procurar que en las familias y sobre en los colegios hubiera posibilidad de que esta tradición gloriosa se pueda transmitir.

Finalmente, el recuerdo de los mártires tiene que ser motivo de una gran esperanza. Para muchos el martirio fue la coronación de una vida santa de entrega al Señor, pero donde brilló de un modo especial la misericordia es en el martirio de muchos hombres y mujeres cuya vida no siempre fue ejemplar y sin embargo dieron también testimonio de lo que habían recibido derramando su sangre por la fe que profesaban.

El desorden moral que reina en la sociedad actual es fruto de la crisis de fe. A la luz de lo que estamos celebrando podemos valorar la importancia en la vida cristiana de mantener nuestra fe.

Las desviaciones doctrinales en materia de fe tienen siempre sus consecuencias morales. La fe cristiana nos presenta a Dios como un centro exclusivo de nuestras vidas esto es lo que proclamaron de un modo único los mártires cuando murieron teniendo en sus labios el ¡Viva Cristo Rey!

Esta esperanza tiene naturalmente una referencia inexcusable. Sabemos que en el Cielo nuestros mártires siguen actuando para que en España se mantenga la fe por la que dieron su vida, y ahora, muy cerca de Dios, siguen pidiendo por todos nosotros, y su intercesión tiene que ser escuchada, esta es nuestra confianza.

Y siguiendo su ejemplo tiene que ser una confianza sin límites no solamente esperamos que no se apague la llama de la fe en nuestra patria, sino que Dios por caminos inesperados, y escuchando la plegaria incesante de los mártires, preparará aquel momento tan esperado en que se cumpla lo prometido por el Sagrado Corazón de Jesús al Beato Bernardo de Hoyos: Reinaré en España con especial predilección. Con esta esperanza vivamos, trabajemos y demos gracias a Dios por vivir en tierra de mártires, y esperemos y confiemos en su intercesión.