ELEGÍA DE UNA IGLESIA EN LLAMAS
Publicado en La Hormiga de Oro el 19 de mayo de 1932
En súplica de una lágrima, de una lágrima que me apague el rescoldo vivo. En súplica de un momento de reflexión que deje percibir el dolor de esta pérdida.
Esta era una iglesia sevillana, grande, bella, antigua. Tenía hermosura, nobleza, majestad. Sus primitivos muros habían cobijado las preces de los fieles del Profeta. Restaurada en Cristo, había visto pasar los siglos y los estilos. Tenía huellas notables de ornamentación mudéjar, sencillas portadas románicas, y era ojival su interior estructura. El siglo XVII, en sus últimos años, la había renovado con un cálido tono barroco.
Gótica era la muy bella imagen de la Virgen de la Hiniesta. Dos pintores primitivos habían hecho admirables obras. Si bien el San Cristóbal de Juan Sánchez de Castro estaba estropeado, era en cambio joya maravillosa el retablo de Alejo Fernández. Notable era el martirio de San Julián que Zurbarán pintó. De una divina hermosura la Pureza atribuida a Montañés. ¿Y qué decir de la Dolorosa, de la Madre afligida y conmovedora, que encendía los fervores de la Hermandad, bajo su advocación afligida? ¿Y qué decir del Cristo de la Buena Muerte que acompañaba a la Señora en su paso triunfal del domingo de Ramos? No es posible olvidar el entusiasmo con que el párroco de esta desventurada parroquia de San Julián describía la salida de la Virgen de Hiniesta. El paso -campo de flores, cielo estrellado- era demasiado grande para la estrecha severidad de la puerta gótica. Sus portadores tenían que atravesarlo de rodillas. Y era tal su habilidad, que no rozaba siquiera la corona de la Señora.
Luego, en la plaza…
Y ahora, ¡cuántos sevillanos habrán llorado al saber que su Madre ha sido quemada!
La Cofradía -amor diligente- ya ha organizado un concurso del que espera ha de salir la imagen que sustituya a la Bien Amada. Y tal vez crea inconscientemente, que entre los escultores puede haber algún imaginero que tenga por auxiliares a los ángeles. Porque nada importa que la Señora hubiese venido de un taller que conste en los libros de la Hermandad el precio en que fue rescatada. El tiempo y la fe ha libertado la imagen bendita de la materia: es una realidad sobrenatural a los ojos de todos sus devotos.
Y ahora, ¡el fuego ha consumido esta hostia suavísima de la Virgen -la gótica y las sevillanas-, del Cristo, de tanta encantadora imagen, de tanto primor de arte, de tanto histórico recuerdo, de tanta fervorosa devoción!
Al contemplar la desolación inmensa en que ha quedado esta iglesia de San Julián, recordamos… Como esposa ataviada con joyas, que la luz del mediodía iluminaba, aparecía hermosa, venerable. Si su contemplación podía traer el pensamiento de lo precario y fugitivo, sería siempre a cargo del contemplador. Ella parecía eterna, invulnerable. Era la Madre de los siglos y era la Casa de Dios.
Esta iglesia, que ha vivido tan largo y ha convivido con todos los estilos, tal vez no ha podido resistir uno nuevo y muy en boga: el estilo comunista, bien que traducido y hablando barbarie con voz de fuego.
No nos digan que el hecho puede explicarse de otro modo. Concedemos. Pero solo esto. Que más elocuentes que las palabras son aquellas ruinas -cenizas del pasado año- que ensombrecen a España.
Hay un estilo -conviene insistir- un estilo que significa destrucción y barbarie. Se ha dicho públicamente que, desde las alturas y en ocasión tremenda, este estilo parecía bien. Conviene insistir: hay una turba de vocación obscura que amenaza nuestras horas de luz. Hay un estilo -conviene insistir- un estilo opuesto que es construcción y Cultura. Frente a las tinieblas, la luz; frente a la Barbarie, la Cultura; frente al odio, el amor de Cristo. Lucha eterna. Aunque seamos durmientes, algún despertar brusco nos aguarda. El incendio de la iglesia de San Julián nos hace abrir los ojos de nuevo.
Y es que, a pesar nuestro, estamos en plena batalla.
LUISA MONTALTE
Posteriormente hemos leído que las demás Hermandades, temerosas de perder sus imágenes, han montado en las respectivas iglesias una guardia particular, dispuesta a defenderlas aunque sea muriendo.
La de la Virgen de la Esperanza, llamada la Macarena, y la del Jesús del Gran Poder, han comenzado a blindar sus puertas y ventanas de las Capillas con acero, y los techos con cemento. Tal es la inquietud que sienten ante la situación, y tal es el amor que profesan a sus admirables imágenes, bajo el aspecto artístico, y veneradas por los favores que prodigan a quienes las invocan.
Desgraciadamente, tanta vigilancia no ha podido evitar el incendio de la iglesia del pueblo de Badolatosa, en la que han sido pasto de las llamas, a pesar de los grandes esfuerzos de la Guardia civil y del vecindario, el altar mayor, que era una joya artística, así como cuatro imágenes más y la Virgen del Socorro, Patrona del Pueblo.