Artículo publicado hoy en el Diario Ideal, edición de Jaén, página 29
Llega, el día 6, el cumpleaños de la Constitución Española. Obtiene la edad adulta: cuarenta años sirviendo de tejido legal a la convivencia y tolerancia de todos los españoles. De los varios intentos constitucionales operados en la historia desde 1812, nacimiento de la Pepa, en Cádiz, hasta hoy muy pocos textos legislativos han durado tanto tiempo y han producido un espacio de riqueza, libertad y paz interior y exterior a la nación más antigua de Europa.
Hubo que pasar de un poder personal a un sistema democrático, tuvimos que hacer una Transición, que no supusiera una ruptura y un derramamiento de sangre fratricida, hicimos un paso modélico donde los dos bandos en liza en la guerra civil se perdonaron y, de la ley a la ley, pasamos a entretejer una Constitución de concordia y consenso donde cupimos todos.
La Iglesia Católica, madre sufridora en sus hijos en la persecución religiosa de la década de los años treinta, deseó, desde el arranque, de los días de la Transición, actuar “sin partidismo, ni neutralidad”. Lo que supuso exigir su sitio en la historia y en la sociedad española pero sin inclinarse a apoyar a ningún partido político, siguiendo la doctrina emanada del Concilio Vaticano II. Aquella novedad eclesial le hizo ganar el aplauso general dentro del arco parlamentario nacido en las Cortes Constituyentes.
Eso sí, la Iglesia no asistió muda a todo el devenir de la elaboración del texto constitucional, la Conferencia Episcopal Española, mediante sus documentos, estuvo atenta a orientar los horizontes de los temas comunes entre la realidad política y la acción eclesial: la enseñanza, el servicio religioso en los hospitales, en los cuarteles, en las ´cárceles y en el plano de la colaboración económica, entre otros.
Cuando llegó el día de aprobar toda la ciudadanía, en las urnas, el texto constitucional, la Conferencia Episcopal emitió una Nota fechada el 28 de septiembre de 1978 convocando al voto, aunque ocho obispos de forma particular expresaron su desacuerdo con el contenido propuesto. Esta situación vista desde hoy es una pura anécdota histórica.
Aprobado el texto constitucional por una mayoría aplastante del pueblo español, se elaboraron los llamados Acuerdos entre el Estado español y la Santa Sede, siendo aprobados por el parlamento, y firmados entre ambas partes en diciembre de 1979. Cuando la Constitución sufrió su primer embate el día 23 de febrero de 1981, los obispos estaban reunidos en asamblea plenaria en Madrid. Al día siguiente se envió a la prensa un amplio comunicado apoyando la democracia y el texto constitucional.
Durante aquellos años de la Transición, desde 1975 hasta 1982, la Conferencia Episcopal fue muy prolífica en publicar documentos motivando al pueblo al voto en las varias elecciones, y alertando sobre algunos peligros que pudieran motivarse por las sucesivas iniciativas legislativas que entraron en las Cortes. Nuestra conclusión es muy positiva de estos cuarenta años de una obra constitucional elaborada por consenso buscando la concordia entre los españoles, a pesar de que en el último año sectores diversos deseen tirar al suelo el edificio.
Tomás de la Torre Lendínez