¿Por qué existe el mal en el mundo desde la perspectiva católica?

 

La existencia del mal en el mundo ha sido una cuestión que la humanidad ha tratado de entender desde tiempos inmemoriales. En la fe católica, esta realidad se aborda a la luz de la Revelación divina, la teología y la reflexión sobre el plan de Dios. El mal, desde la perspectiva cristiana, se puede dividir en dos grandes categorías: el mal físico o natural y el mal moral. Entender por qué existe y cómo deberíamos enfrentarlo es un desafío que nos invita a profundizar en el misterio de Dios y de la libertad humana.

El mal físico o natural

 

El mal físico o natural se refiere a aquellos eventos que causan sufrimiento o daño sin que haya una intervención directa de la voluntad humana, como las enfermedades, los desastres naturales, el envejecimiento o la muerte. Estos males pueden parecer, a primera vista, injustos o crueles, ya que afectan a personas inocentes sin causa aparente. Sin embargo, desde la perspectiva católica, estos males son parte de la condición de un mundo que, aunque creado bueno por Dios, está marcado por la fragilidad y el cambio.

La teología cristiana enseña que el mundo fue creado bueno, pero no perfecto ni completo en su totalidad. La creación está en proceso y está destinada a alcanzar su plenitud en Cristo al final de los tiempos. El mal físico no es, por tanto, un castigo divino o una manifestación de crueldad por parte de Dios, sino una realidad que forma parte de la condición limitada de la creación. El Catecismo de la Iglesia Católica afirma que Dios permite que ocurran estos males porque, a través de ellos, puede sacar un bien mayor.

Un ejemplo claro de esto es el sufrimiento de Jesús en la cruz, que es un mal físico y moral permitido por Dios, pero que se convierte en el medio de la salvación de la humanidad. Así, los católicos creen que el sufrimiento y el mal físico, aunque difíciles de comprender, pueden ser transformados por Dios en instrumentos de gracia y crecimiento espiritual.

El mal moral

 

El mal moral, por otro lado, es causado por el mal uso de la libertad humana. Se refiere a los actos contrarios a la ley moral y al plan de Dios, como el asesinato, la injusticia, la corrupción, la mentira, entre otros. Este tipo de mal surge de la capacidad que el ser humano tiene para elegir entre el bien y el mal, una libertad que Dios concede por respeto a nuestra dignidad como seres creados a su imagen y semejanza.

El origen del mal moral se encuentra en el pecado original, cuando los primeros seres humanos, Adán y Eva, decidieron desobedecer a Dios. Este acto de desobediencia introdujo el desorden y la inclinación hacia el mal en la naturaleza humana. Desde entonces, el mal moral ha afectado profundamente la historia de la humanidad. Sin embargo, es importante notar que, aunque Dios permite que el ser humano tenga la libertad de elegir el mal, Él no es el autor del mal moral. Dios es esencialmente bueno y no puede ser causa del mal.

El mal moral existe como consecuencia del libre albedrío, pero Dios respeta esa libertad porque es parte esencial de nuestra capacidad para amar verdaderamente. Si fuéramos forzados a hacer el bien, nuestras acciones no tendrían valor moral. La posibilidad del mal es un riesgo inherente a la libertad, pero esa misma libertad nos permite elegir el bien, amar a Dios y a los demás, y crecer en santidad.

La actitud cristiana frente al mal

 

Desde la perspectiva católica, la actitud correcta frente al mal, tanto físico como moral, se fundamenta en la fe, la esperanza y la caridad.

  1. Aceptar el sufrimiento con fe: Los católicos creen que, al igual que Cristo sufrió en la cruz, el sufrimiento humano tiene un valor redentor si se une a la Pasión de Cristo. San Pablo escribe que "completamos en nuestra carne lo que falta a los sufrimientos de Cristo" (Colosenses 1:24). Esto no significa que el mal sea algo bueno en sí mismo, pero el cristiano está llamado a vivir el sufrimiento con fe, sabiendo que Dios puede sacar un bien mayor de él, y ofreciendo sus sufrimientos por la salvación de otros.

  2. Combatir el mal con esperanza: Aunque el mal parece prevalecer en muchas áreas del mundo, los católicos confían en que la victoria final pertenece a Cristo. La esperanza en la resurrección y la vida eterna permite enfrentar el mal sin caer en la desesperación. Sabemos que, al final, Dios hará justicia y "enjugará toda lágrima de sus ojos" (Apocalipsis 21:4). Los cristianos están llamados a trabajar activamente por un mundo más justo y más conforme al Reino de Dios, pero con la certeza de que la plena realización de este Reino vendrá en el fin de los tiempos.

  3. Responder con amor y caridad: Ante el mal moral, la respuesta cristiana debe ser siempre el amor. Jesús nos enseñó a amar incluso a nuestros enemigos y a hacer el bien a quienes nos persiguen (Mateo 5:44). La caridad es la virtud que nos permite superar el odio y la venganza, y trabajar por la conversión de los corazones. Ante el mal físico, la caridad también nos impulsa a consolar a los que sufren, ayudándolos a cargar sus cruces y proporcionando ayuda material y espiritual a quienes la necesitan.

Conclusión

 

En resumen, desde la perspectiva católica, el mal existe en el mundo como consecuencia del pecado y de la condición limitada de la creación, pero Dios no es el autor del mal. El mal físico y moral son realidades dolorosas que pueden ser difíciles de entender, pero los católicos creen que, a través de la cruz de Cristo, el mal puede ser transformado en ocasión de redención y gracia. La actitud cristiana frente al mal debe ser de fe, esperanza y caridad, confiando siempre en que Dios, en su infinita sabiduría y amor, tiene el poder de sacar el bien del mal y llevarnos a la plenitud de la vida eterna.