«Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo?»
Queridos hermanos:
Estamos celebrando la fiesta de la Ascensión del Señor. ¿Qué significa esta fiesta? Está muy unida a la Pascua: Jesús muere, resucita y asciende al cielo. Toda la humanidad entera ha sido glorificada en Él. La Ascensión del Señor es la presencia del Espíritu Santo en medio de nosotros. Dice la primera Palabra de los Hechos de los Apóstoles que Jesús dio “numerosas pruebas de que estaba vivo, apareciéndose durante cuarenta días, y siempre hablaba del Reino de Dios”. Hermanos, Jesús está vivo y el Reino de Dios ha llegado ya, pídele un signo al Señor y verás que Él está cerca, te ama y te da garantías de que Él está resucitado. Dice la Palabra: “Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis la fuerza para ser mis testigos en el mundo”. Nos estamos acercando a Pentecostés: cincuenta días de presencia de Jesús en medio de nosotros, de su Espíritu que actúa y es importante clamarle. Hermanos, Él está vivo en medio de nosotros, que hacéis ahí mirando al cielo, pedidle que descienda en tu vida y Él, que te ama y ha dado la vida por ti, aparecerá. Por eso respondemos con el Salmo 46: “Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas. Tocad para Dios, tocad para nuestro Rey, tocad”.
La segunda Palabra que nos da la Iglesia es de la Carta a los Efesios donde nos manifiesta que Jesús nos da el espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo, Él quiere manifestarse a nosotros, Él está la derecha del Padre y ha vencido todo principado, potestad y dominación, por encima de todo nombre, todo poder, y no solamente en este mundo, sino en el futuro. Puso a la Iglesia como cabeza de todo. Hermanos, invoquemos este nombre, este poder, para que humildemente transforme nuestra pobreza, nuestros pecados, en gloria; ese es el poder que tiene Jesús.
Por eso dice el Evangelio de San Lucas: “Jesús dijo a sus discípulos que estaba escrito que el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos comenzando por Jerusalén”. Por eso hermanos dirán los Padres de la Iglesia: “¿qué significa ascender al cielo, si no bajar?”. Dice que se sube bajando, es decir, tocando el descendimiento de cada uno, la kénosis, del vaciamiento de nuestro orgullo, de nuestro hombre viejo; para luego ascender con el resucitado. Por eso te dice el Evangelio, yo os enviaré lo que mi Padre había prometido, es decir, su Espíritu. Preparémonos para esta Vigilia de Pentecostés, donde Él quiere derramar su Espíritu sobre nosotros, termina el Evangelio diciendo: “Ellos se volvieron a Jerusalén con gran alegría y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios. Ánimo hermanos, que Él nos ha abierto un camino para saborear la vida sobrenatural. Comenta Benedicto XVI que un autor ruso del siglo XX en su testamento gulag escribió: “Observad más a menudo las estrellas. Cuando tengáis un peso en el alma, mirad las estrellas o el azul del cielo. Cuando os sintáis tristes, cuando os ofendan… deteneos a mirar el cielo. Así vuestra alma encontrará la paz”. Pues bien, hermanos, tenemos tantas injurias y tantos odios de unos y de otros, por eso, miremos al cielo, miremos las estrellas que nos hacen presente el hombre celeste, y este hombre celeste es el que nos ha revestido Jesucristo.
Hermanos, buena fiesta de la Ascensión y que la bendición de Dios esté con todos ustedes.
Mons. José Luis del Palacio
Obispo E. del Callao