El otro día una chica de buen tipo me dijo que se veía gorda, que rechazaba su cuerpo y que tenía ganas de cortarse la "grasa que le sobraba". Preocupado, acudí a sus padres, y estuvimos hablando con ella. Volvió a expresar cómo se veía y su rechazo.
Le intentamos hacer ver que no había nada malo en su cuerpo, que tenía un problema sobre cómo se percibía a sí misma y que debía ser realista, aceptarse y dejar sus problemas con la alimentación y dejar de pensar en "cortarse la grasa que le sobraba".
Yo le conté que había leído que ese tipo de problemas tiene que ver con el rechazo del propio cuerpo, y que no se solucionan cortándose o vomitando la comida, sino trabajando cuál es el rechazo que tiene, de dónde viene, y aceptando su cuerpo tal y como es, que no está mal.
Ella nos contó que había encontrado a más chicas a las que les pasaba, que nosotros no podíamos comprenderlas y que lo que ella hacía era el único modo de que pudiera sentirse a gusto consigo misma. Nos dimos cuenta de que discutiendo no íbamos a llegar a nada.
Por eso decidimos ir con ella al médico. Pensábamos que, desde un punto de vista científico y biológico objetivo, le diría que no estaba gorda, que tenía un cuerpo normal y que su problema estaba, no en la realidad, sino en cómo se veía a sí misma.
Pensamos que le diría que nos hiciera caso, que se dejara ayudar y que dejase de juntarse con gente que le reafirmaba en esas ideas que no le animaban a aceptarse a sí misma, sino a querer dañar su cuerpo y seguir pensando que algo estaba mal con él.
Para mi sorpresa, el médico les dijo a los padres que su hija no tenía ningún problema; les dijo que ella se veía así y que eso era lo más importante, que tenían que respetarlo e incluso que debían hacerle una liposucción para quitarle la "grasa sobrante" que ella percibía.
Los padres se quedaron muy confundidos. Yo le dije al doctor lo que había leído respecto al tema, pero me dijo que eso ya no era así, que ahora lo mejor era aceptar la mirada que cada chica tuviera sobre sí misma, que los conceptos "gordo" o "flaco" no eran objetivos.
Me vino a decir que lo que había que arreglar era nuestra mirada sobre esa cuestión, que no había nada malo en la percepción de ella misma y que una liposucción arreglaría el problema. Yo me dije que hay baremos objetivos de pero y sobrepeso, pero él me dijo que ya no es así.
Ante la mirada confundida de sus padres, yo le dije que lo más lógico sería mirar si objetivamente estaba en sobrepeso y que, si no era así, había que ayudarle a arreglar su percepción sobre sí misma derivándola quizá a un psicólogo. Él me ignoró y se dirigió a la chica.
Le dijo que no había nada malo en lo que ella sentía, y que no debía dejarse manipular por sus padres o por mí, sino que debía seguir su percepción y seguir vomitando y hacerse una liposucción, y que él se la hacía, ya que lo cubría el Estado.
Los padres empezaron a pensar que quizá aquello era lo mejor para su hija. Yo les hablé de los riesgos que conllevaba eso: ella objetivamente no tenía un problema de peso, y si le quitaban grasa podría tener problemas de salud. Dejar de comer era malo para ella.
Ella tenía que darse cuenta de que su percepción estaba distorsionada. El médico insistía en que la comunidad médica había llegado a un consenso claro sobre el tema y en que ya habían realizado muchas intervenciones exitosas en ese sentido.
Ante mi mirada impotente, aquella chica se operó, y se convirtió en una caricatura de sí misma. Se le retiró la regla y se le marcaban todos los huesos. Ante el cambio físico tan fuerte tuvo que empezar a tomar vitaminas y suplementos. Pero seguía rechazando su cuerpo.
El médico se desentendió cuando los padres le dijeron que su hija no había mejorado y que tenían que aceptarla tal y como era ahora, seguir dándole medicinas y eventualmente hacerle alguna otra liposucción más adelante. Ella necesitó empezar a tomar también antidepresivos.
Me parece una injusticia tremenda que a una chica que tiene una percepción equivocada sobre sí misma, en lugar de ayudarle a darse cuenta de que está equivocada y de que debe aceptarse, se le anime a aceptar su mirada distorsionada y a actuar conforme a ella.
Además, todos los daños que se han seguido de esa normalización y de las intervenciones médicas le han llevado a un estado peor. Su mirada sobre sí misma mejoró un tiempo pero luego volvía a verse distorsionadamente y necesitaba más pastillas.
Toda la gente a la que se lo he contado se ha indignado profundamente y me han comentado que les parece increíble que en un tema tan delicado los médicos hayan dejado de ayudar a las chicas a reconocer su distorsión cognitiva y a aceptar lo que realmente son.
¿Qué te parece? Es una cuestión obvia y evidente, la solución no es decirle que tiene razón, ni la liposucción, ni que tenga ahora que vivir toda su vida con vitaminas y suplementos alimenticios. Nunca se recuperará. Y además sigue sintiendo que no es suficiente.
Si me has seguido hasta aquí, dime: ¿te has dado cuenta de que es lo que está pasando con las personas que tienen disconformidad de género? Se les dice que su percepción está por encima de la realidad, se les anima en esa visión y se las opera para quitarles "lo que les sobra".
Tienen que pasarse el resto de su vida con hormonas y medicación para tratar los estados de ánimo; siguen casi siempre con un estado de disconformidad y el 70% se arrepienten de haber hecho la transición.
En lugar de encontrar gente que les haga darse cuenta de que no se perciben adecuadamente y de que deben aceptarse, todo el mundo les dice que tienen razón y que la realidad debe adaptarse a ellos, y no al revés. Y no falta apoyo social que les anima a seguir esa peligrosa senda.
Lo amargo es que hay, al menos, una diferencia. Que una operación de género es irreversible. Los órganos dejan de ser funcionales. Las hormonas son de por vida. Y si se dejan, no acaban de dejarte como antes. Y la detransición no les lleva a recuperar sus órganos.
Espero que esta historia nos ayude a todos a dar una vuelta a lo que está pasando y a recuperar la cordura antes de que tantas personas sigan tomando el camino equivocado, con el consiguiente sufrimiento, tanto suyo como de las personas que las aman.
Obviamente, la historia de la chica es ficticia, está hecha para pensar. Si nos indignaríamos ante una actuación así, ¿cómo no nos indignamos ante lo que se está haciendo con los que tienen disconformidad de género?