Ayer, fiesta de la Ascensión del Señor, se celebró la LIV Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, que nació al calor de un humilde decreto del Concilio Vaticano II, -el decreto Inter Mirifica-, firmado por Pablo VI, el 4 de diciembre de 1963, calificado como "el más humilde de los documentos conciliares". Nos hablaba de cuatro Medios de comunicación social: La prensa, el cine, la radio y la televisión. No se conocían, ni siquiera se vislumbraban, hasta dónde podían llegar esos "maravillosos inventos de la técnica", a los que se aludía en las primeras palabras del decreto conciliar. Todo era más simple y más sencillo. El papel de cada medio estaba bien definido: La radio daba la noticia; la televisión la mostraba en imágenes; el periódico la analizaba, valorándola en sus titulares y el cine la llevaba a sus pantallas, convertida en historias, en argumentos plagados de mensajes para los espectadores. Todo era fácil de entender y de clasificar. El Concilio descubrió a la Iglesia y al mundo la importancia de los Medios, su influencia y trascendencia, la necesidad de prestar atención y de cuidar el "recto uso de estos medios, absolutamente necesario para que todos los que los utilizan conozcan las normas del orden moral en este campo y las lleven a la práctica". El Vaticano II subrayó con fuerza ese "recto ejercicio" del derecho a la información, pero cuidando "que sea siempre, en cuanto a su contenido, verdadera e íntegra, salvadas la justicia y la caridad; además, en cuanto al modo, la comunicación ha de ser honesta y conveniente, es decir, debe respetar escrupulosamente las leyes morales, los derechos legítimos y la dignidad del hombre, tanto en la búsqueda de la noticia como en su divulgación". Asimismo, el Concilio recomendó a los hijos de la Iglesia, "procurar que los medios de comunicación social, sin ninguna demora y con el máximo empeño, se utilicen eficazmente en las múltiples obras de apostolado, fomentándose, ante todo la prensa honesta. Créese y desarróllese también una prensa verdaderamente católica (...), con la intención de formar, consolidar y promover una opinión pública en consonancia con el derecho natural y con los preceptos y doctrinas católicas". ¿Hemos cumplido "el mandato conciliar"? Si lo leemos con atención, el decreto del Concilio sobre los Medios es riquísimo en su planteamiento, señalando muy bien cuáles son los deberes de la Iglesia, de los obispos, fieles, usuarios de los medios y normas a tener en cuenta. Pero, hoy, aquel paisaje de los Padres conciliares, nada tiene que ver con las características que posee las comunicaciones sociales. Digámoslo con claridad: El llamado "cuarto poder" ha muerto. O como mínimo, ha cambiado de mano. Y está surgiendo e implantándose el "sexto continente". La prensa escrita y el periodismo serio en general, ya no detenta ese pretendido poder oficioso, y si no lo hace es por falta de súbditos: Hoy casi nadie lee los periódicos a fondo. Pero, la verdadera tragedia es que detrás del papel están cayendo la radio y la televisión como medios de información. ¿Qué fue de aquellas míticas películas, El cuarto poder, en la que Humphrey Bogart da vida al editor-jefe de un periódico que arremete contra el mafioso que controla la ciudad, en lugar de aceptar una jugosa indemnización con motivo de que el periódico va a ser adquirido por otra empresa que procedería a su cierre? ¿O de Todos los hombres del presidente, ganadora de cuatro Oscar, en la que dos jóvenes periodistas de The Washington Post, llegan al fondo del caso Watergate, que acabó con la dimisión de Nixon? Si hoy en día existe ese "cuarto poder" tan necesario, no se halla en manos de profesionales, ni siquiera en manos conscientes, sino que avanza como una colonia de hongos, a través de las Redes sociales. Da igual lo que informe la prensa tradicional: Si en las Redes sociales comienza a difundirse una imagen impactante que lleve superpuesta una leyenda extremadamente simple y mal redactada que lo contradiga, ésa será la versión a creer por la generalidad y, lo que es más grave, nadie se molestará en contrastarlo de ninguna manera. Es decir, nos quejamos del efecto pernicioso que causa la tele en la mentalidad social y ahora somos incapaces de darnos cuenta de que la degeneración cultural ha descendido otro escalón en su camino hacia "la estupidez escalfada". Estos días, en los que se arrojan al rostro de la opinión pública, con escarnio y desvergüenza, tantas falsedades, desde estrados respetables, nos debería dar vergüenza quedarnos impasibles, mientras se crucifica la verdad y se escarnece públicamente la justicia. Por eso, la Iglesia celebra hoy la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales: Para orar por los medios y sus propietarios, para encomendar a los periodistas en su difícil misión y para despertar la conciencia de los usuarios, a los que el Concilio pedía responsabilidad máxima ante los Medios de Comunicación Social. El beato Lolo, nos dejó este consejo a los periodistas: "Cuando escribas, has de hacerlo de rodillas para amar, sentado para juzgar, erguido y poderoso para combatir y sembrar".