He recibido esta mañana uno de los saludos más bonitos, expresivos y gratificantes que podía esperar. Al cruzarme en la calle con una abuelita y darle yo los buenos días, con toda naturalidad y espontaneidad, ella me contestó: ”¡Vaya usted con Dios!”.

No me ha dejado indiferente su saludo y a mi vez le respondí: ”Igualmente le deseo”.He venido a casa pensando las oportunidades que perdemos los cristianos, cada día, de testimoniar sencilla y valientemente nuestra fe, en nuestro propio ámbito familiar,  vecinal o de trabajo.

Una preciosa costumbre que muchos recibimos de nuestros mayores y que tal vez hoy tenemos olvidada en esta sociedad secularizada, era la invocación  a Dios en los saludos cotidianos. Desde por la mañana a la noche, el recuerdo de Dios impregnaba con toda naturalidad la vida entera.”Buenos días nos dé Dios” al saludar por la mañana, “adiós” al despedirnos o “Hasta mañana si Dios quiere”, eran expresiones de que la fe estaba bien presente en el corazón y en la mente de los cristianos.

¿Por qué no recuperar, donde se hayan perdido, tales expresiones u otras similares a modo de sencillo testimonio de la fe que profesamos?.

Que el buen Dios nos bendiga a todos y  no se olvide de cada uno de nosotros, aunque  ya apenas, otros ni le invoquen ni le  recuerden.