El joven obispo Georg Bätzing ha sido elegido a la tercera por mayoría simple para sustituir a Mons. Marx como Presidente de la Conferencia Episcopal alemana. Lo primero que llega es su buen deseo de servir a la Iglesia en Alemania. Inmediatamente la prensa destaca que no descarta la ordenación diaconal de mujeres, y que la ideología de género es el desafío más importante de su mandato. Todo esto antes de que estallara la pandemia.
¿Avanzamos?
El comunicado matiza que para esa hipotética ordenación diaconal consultaría a la Santa Sede, ya que cambiaría la teología del sacerdocio y la pastoral de los fieles. Algo insistido desde hace años por algunos teólogos y por obispos que se consideran avanzados, y con capacidad para hacer avanzar a la Iglesia universal, creando una urdimbre en la Conferencia Episcopal y en las diócesis alemanas, y en otras Iglesias locales.
«El tema de las mujeres en la iglesia es la cuestión más urgente que tenemos», señalan que dijo Georg Bätzing en la revista matutina ARD, pues considera que las mujeres católicas esperan con impaciencia el progreso.
También manifiesta Mons. Bätzing que la ideología de género es el desafío más importante y urgente para que la Iglesia universal se ponga al día y responda a las mujeres católicas que esperan con impaciencia el progreso. Pero ¿quiénes son esas mujeres? Algunas o muchas religiosas con sus superioras a la cabeza, muchas mujeres insertas en el entramado de oficinas de diócesis alemanas, o con cargos importantes en departamentos de pastoral. Sin embargo, la mayoría de las mujeres alemanas pasan del tema porque sencillamente pasan de la Iglesia católica y de las Iglesias protestantes: han perdido la fe en el camino que transita desde el estado sólido al líquido y después al gaseoso.
Se comprende que al nuevo presidente de la Conferencia Alemana le preocupe la ideología de género, porque es un problema antropológico con graves consecuencias en la sociedad, que amenaza con destruir la identidad personal -y lo ha conseguido en miles de personas que no saben quién son-, y por ello el matrimonio y la familia. De ahí derivan la mayor parte de los problemas actuales de Europa y del mundo occidental, que avanza hacia el suicidio colectivo y la sustitución por otro tipo de cultura quizá cavernaria. De ahí la necesidad de desarrollar una pastoral esperanzada del matrimonio abierto a la vida, de la vida sacramental profunda y de la coherencia con la fe valiente como los primeros cristianos.
Más riesgos
El año pasado, el Papa Francisco escribió una carta señalando que la Iglesia no debe ajustarse a la moral y el pensamiento seculares modernos, y advirtió contra «un nuevo pelagianismo» que busca «poner en orden y en sintonía la vida de la Iglesia adaptándola a la lógica presente o la de un grupo particular».
Algunos prelados alemanes creen que manteniendo la fe en el estado gaseoso recuperarán a los fieles que se marcharon e incluso que atraerán a otros muchos. Pero la experiencia de cinco siglos muestra lo contrario. Lutero, que Dios tenga en su gloria, rompió la unidad de fe, de doctrina y de comunión con la Iglesia universal en Roma, urbi et orbi, y ya mismo comenzó la atomización en muchas iglesias a veces enfrentadas a muerte entre sí. Las guerras de religión que siguieron no fueron iniciadas por Roma. Desde entonces muchas Confesiones de la Reforma han decaído y hoy no encuentran diques de contención contra la sangría, ni siquiera cuando hacen concesiones a la ideología de género
Finalmente se comprende que Mons. Bätzing quiera contentar a una porción de la Iglesia en Alemania, que es muy poderosa y avanzada, y quiera tener su confianza y la de los grupos católicos más influyentes. Nada que reprochar, aunque sin olvidar al mártir Thomas Becker o el Honor de Dios, según la conocida obra de Anouilh. Perseguido por Enrique II de Inglaterra fue acogido por el francés Luis VII, para volver después a su diócesis de Canterbury: «Vuelvo a Inglaterra para morir», e impugnó las decisiones de los obispos que acogieron las «constituciones» poniendo de manifiesto que nada había cambiado en él, y actuó como mediador de quienes se veían desposeídos de sus derechos. Murió asesinado por sicarios de Enrique II mientras celebraba Misa. Tiempos recios, que diría Santa Teresa.