REVOLUCIÓN DEL 68 Y AMOR INTELIGENTE
A lo largo de este blog van saliendo algunos de los motivos por los que, tan frecuentemente, fracasan las relaciones de pareja. Ante el panorama actual, a veces un poco desconcertante, hay personas que con perplejidad se preguntan qué es lo tienen que hacer para no fracasar.
- “Tampoco para casarse habrá que hacer una carrera, me decía no hace mucho un chico. Yo quiero ser como mis padres; hacerlo bien, sin sensación de que uno es un héroe.”
Es una buena consideración.
Si se me permite voy a hacer alguna más, sin querer ser exhaustivo.
Nos hemos creído que la revolución sexual del 68 era la solución a todo lo referente a las relaciones de pareja. No hacer caso al compromiso, no atarse a una persona, dejarse llevar por el deseo sexual y otros comportamientos del mismo estilo, era el camino para tener unas relaciones más libres, con menos sentimiento de culpa, más naturales. Todo ello, lógicamente afectaría muy positivamente al futuro de la relación y a normalidad de la misma.
Indudablemente, no se puede demostrar de una manera empírica, pero pienso que no ha sido así. El desamor y la falta de respeto han aparecido casi como una constante en muchas relaciones de pareja. La inseguridad personal en relación a los afectos es muy notoria; la necesidad de afecto, grandísima. ¡Cuántas veces uno percibe que en el fondo, muchas personas están mendigando cariño!
Han entregado el corazón mil veces, ya está “demasiado usado” y no saben qué hacer para que vuelva a funcionar. Sin seguridad ninguna en su vida personal, están bastante incapacitados para dar lo mejor de sí mismos.
- “He pasado los sesenta años y tengo la sensación de que no he hecho nada en la vida. Sin marido, sin hijos y, profesionalmente, jubilada”. Me lo decía no hace mucho una señora que se sintió atraída, en su momento, por el espíritu del 68.
Otro legado de la revolución del 68 es que el deseo de gustar se ha convertido en uno de los dioses de nuestro tiempo. Desbancando a otros valores más profundos y esenciales, quizás ha pasado a ocupar un puesto demasiado prominente en el campo de las relaciones personales.
Es verdad que siempre la mujer ha querido gustar, pero sin perder el pudor, la feminidad. Gustar sin perder la feminidad, lo específico de la mujer, atraía el corazón del hombre. Ahora, unos y otros, quieren gustar a cambio de lo que sea, y eso atrae el sexo.
Por eso no duran las parejas. Cuando no se apunta al corazón, el amor se resiente mucho.
Ese deseo inmaduro de gustar a costa de lo que sea, genera un caldo de cultivo que no respeta los compromisos de los demás. Ni siquiera los propios.
Que una persona esté casada o no, es indiferente. Voy a por él, a por ella. A gustarle. Me da igual su situación personal. Si yo estoy comprometido es igual, el deseo de gustar es mayor que mis compromisos con mi pareja, mis hijos. Voy a por lo que me apetece. Con tan poca valía personal, es muy difícil hacer algo estable.
Esta actitud demuestra muchas cosas, pero sobre todo un amor poco inteligente. La revolución del 68 ha adormecido la inteligencia para ponerla muy por detrás del sentimiento.
Cuidar los amores, cueste lo que cueste, sí es inteligente.