“Sed compasivos, como vuestro Padre es compasivo”
Queridos hermanos
Estamos ante el VII domingo del Tiempo Ordinario. La primera Palabra del libro del profeta Samuel dice: “Saúl se puso el camino con 3,000 soldados contra David. David y Abisay fueron de noche al campamento, Saúl estaba echado durmiendo, y le dice Abisay a David: “Dios te pone el enemigo en la mano, voy a clavarlo en tierra de una lanzada; no hará falta repetir el golpe”, Pero David replicó “¡No lo mates!, porque no se puede matar impunemente al ungido del Señor”. Esta Palabra es impresionante, porque nos invita cómo hay que tratar a nuestros enemigos, es decir, amando, perdonando y no deseándoles la muerte, dejando que Dios haga justicia, es decir, remitiendo la justicia al Señor. David cogió su lanza y el jarro de agua de la cabecera de Saúl, cruzó a la otra parte, se plantó en la cima y grito: “aquí esta la lanza de rey, que venga uno de los mozos a recogerla, porque Él te puso hoy en mis manos, pero yo no quise atentar contra el Ungido de Dios, no me está permitido por Dios. El Señor puso en sus manos atentar contra el Ungido, pero no es la misión del cristiano. Por eso hermanos también Dios nos llama a hacer lo mismo, nuestra justicia no es usar nuestros medios, remitamos a Dios la justicia, porque Él es auténtico, misericordioso y compasivo.
Precisamente el Salmo 102 exclama esto: el Señor es compasivo y misericordioso, no olvides su gratuidad, sus beneficios. Él perdona todas tus culpas y rescata tu vida de la fosa. Dios no mira nuestros pecados, ni se acuerda de ellos, somos nosotros quienes no nos perdonamos a nosotros mismos. El Señor no nos trata como merecen nuestros pecados, es el hombre quien actúa así, tratamos al otro como pensamos teniendo en cuenta sus pecados, sin embargo, como un padre siente ternura por sus hijos, siente el Señor ternura por sus fieles.
La segunda Palabra es de la primera carta de San Pablo a los Corintios. Dice San Pablo: “El primer hombre es Adán, que se convirtió en un ser vivo, el último Adán, es decir, el que ha creado Jesús, es espíritu qué da vida. Este segundo Adán que ha creado el Señor es del cielo. Nosotros, que somos imagen del hombre terreno, también seremos imagen del hombre celestial. Dios quiere hacer en nosotros un hombre nuevo, celestial. Por eso hermanos no pensemos en los poderes que da el mundo, eso es para la tierra.
En el Evangelio de San Lucas dice Jesús: “Amad a vuestros enemigos, haced el bien a quienes os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os injurien. Al que te pegue en la mejilla derecha preséntale también la otra y al que te quite la capa, déjale también la túnica. Hermanos, todo este Evangelio es una Buena Noticia, es el centro de la predicación de Jesús. Si amáis a los que os aman, ¿qué merito tenéis? también los pecadores lo hacen. Si prestáis solo cuando podéis cobrar, ¿qué merito tenéis? vosotros prestad a otros que son pecadores con intención de no cobrarlo, amad a vuestros enemigos, haced el bien sin esperar nada, y tendréis un premio y seréis hijos del Altísimo, que es bueno con los malvados y desagradecidos, por eso hermanos con la medida que usemos, se nos va a tratar. San Agustín dice esto mismo “¿es posible amar a los enemigos, con el amor que el Señor pide?”. Y continúa: contemplad la vida de los santos y de los mártires, de tantos fieles anónimos, que han vivido el amor que perdona. Ya saben que San Francisco de Asís añade en el cántico de las criaturas, diciendo: bienaventurados los que perdonan por tu amor, porque la segunda muerte no les hará daño. Por eso hermanos los cristianos hemos vencido la muerte, esta palabra nos invita a todos a ser cristianos. Ánimo hermanos, que el Señor quiere darnos gratuitamente esta palabra cumplida en nosotros, pidamos al Señor que lo grabe en nuestro corazón y podamos amar a los demás tal como son.
Que el Señor os bendiga con su paz.
+ José Luis del Palacio
Obispo E. del Callao