LAS MEJORES MULETAS
Es preciso saber lo que se quiere;
cuando se quiere, hay que tener el valor de decirlo;
y cuando se dice, es necesario tener el coraje de realizarlo.
-Georges Benjamin Clemenceau-
No lo conocí personalmente, pero sí a su hijo. Dicen de Juan Pedro que es el vivo retrato de su padre en la cara y en el carácter. Su padre, Héctor, fue un señor medio paralítico que caminaba prácticamente arrastrando los pies y apoyado en dos muletas. Con estas serias limitaciones humanas, tuvo el coraje de hacerle frente a la vida montado una pequeña empresa. Con ella sacó adelante una numerosa familia y, al final de su vida, dejó la empresa a Juan Pedro que llevaba ya varios años trabajando con él.
Juan Pedro habla con veneración de su progenitor:
—Por sus limitaciones físicas y porque no paraba de moverse trabajando, lo vi caerse infinidad de veces. Pero jamás se daba por vencido: se levantaba y seguía luchando. A mi padre se lo debo todo. Pero lo que más le agradezco es el coraje, el espíritu de sacrificio y el amor al trabajo que me ha contagiado. Estas fueron sus muletas y las que yo he heredado.
Siempre me acuerdo de esta historia cuando me encuentro con personas que, al estar pasando un mal momento de sus vidas, me hacen la misma pregunta:
—¿Y yo para qué sirvo? ¿Qué sentido tiene mi vida?
Toda vida, toda, aun la más inútil tiene un sentido y se la puede llenar de sentido. Todo hombre es un tesoro único para algo y para alguien y cada uno de nosotros tiene un don que nos hará feliz, si sabemos entregarnos tenaz y corajudamente a desarrollarlo.
El coraje, en el sentido de bravura, es una virtud humana, que se puede definir como la fuerza de voluntad que posee una persona para llevar adelante una acción a pesar de los impedimentos. El coraje es la habilidad de sobreponerse a dichos impedimentos y perseverar con la acción que se pretendía realizar.
Yo soy de los que piensan que la voluntad del hombre es más fuerte que las adversidades y tiene la virtud de transformar el mal en bien, si pone en marcha esa fuente de energía interior que llamamos coraje.
No podemos abandonarnos a la inacción justificándonos con la mala fortuna. Nunca he creído mucho en la fortuna porque siempre he tenido como divisa: «Más vale confiar en el coraje que en la fortuna». Y estoy identificado con Pietro Metastasio cuando asegura que «la fortuna y el coraje suelen ir juntos».
Lo que ocurre es que la felicidad raramente la regalan; lo normal es que se construya con esfuerzo, con lucha, con optimismo. En definitiva: apoyándonos en las muletas de Héctor.