RESCATAR A UN NIÑO

            En estos días España sigue pendiente del niño Julen en Totalán.  Cuando escribo esto no se cuál será el resultado final de la operación. Pero no importa, lo que se tenía que hacer se está haciendo con un heroísmo y entrega digno de corazones cargados de humanidad. Los españoles somos así, cuando nos toca la fibras sentimental somos capaces de todo. Nuestra historia está cuajada de gestas impensables que han contribuido a construir, en muchos casos, una sociedad más humana. Los españoles, le pese a quien le pese, tenemos alma y mirada compasiva, con las lamentables excepciones que no consiguen romper nuestro talante.

            Cuando se trata de recuperar a un niño, vivo o muerto, no hay límites de autonomías ni prevenciones ideológicas. Por encima de todo está el bien que pretendemos en cada caso concreto. Lo que cuenta es la persona, mayor o pequeña, que necesita que le echemos una mano. Y ante esa situación extrema no nos negamos a arrimar el hombro.

            En esta trágica aventura se han involucrado distintos sectores sociales. Autoridades, pueblo llano, servidores del orden, expertos en estas líderes extremas… Todos voluntarios para encontrar a un niño que está atrapado en las entrañas de la tierra.

            Este suceso me ha hecho pensar en la fragilidad y ternura de un retoño humano, llamado Julen, que ha visto truncada su vida por un accidente desgraciado. Y me ha venido a la cabeza la cantidad de niños víctimas del desamor, de la locura de padres irresponsables, de un egoísmo exacerbado que solo mira el propio bienestar. Por un niño atrapado en un pozo se  conmueve el país entero, y se moviliza, como un ejército, todas las fuerzas necesarias. Es justo que así suceda. Pero yo me pregunto, ¿por qué la sociedad, esta misma sociedad que se lamenta por la tragedia, no se inmuta ante los miles de niños que están cayendo en el pozo del aborto? ¿No son vidas igual? ¿Se trata de material de desecho, sin valor económico?

            Recuerdo a un político que defendía acaloradamente la vida de los linces de Doñana. Cuando alguien le interpeló diciendo que por qué no defendía con el mismo ardor la vida del ser humano concebido, pero aún no nacido, respondió groseramente: “Porque linces hay pocos y niños muchos”. No creo que se hubiera montado en Totalán toda esa operación rescate si al pozo se hubiera caído un lince, por muy amenazada que está la raza.

            Sea el resultado que tenga la operación, lo importante es que unos padres, y la mayoría de los padres en estos momentos, hayan valorado el don de la vida, la gracia de tener unos hijos por los cuales se lucha y se invierte lo que haga falta. Hay que sacar siempre del pozo de cada problema la ilusión y la conciencia del deber cumplido. Julen ha hecho bastante por España abriendo caminos de solidaridad con la vida que Dios nos ha regalado.