«Los demás han echado de lo que les sobra, pero ésta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir.»
Queridos hermanos:
Estamos ante el domingo XXXII del Tiempo Ordinario. ¿Qué dice la Palabra? La primera Palabra que nos da la Iglesia es del Libro de los Reyes y dice que Elías se puso en camino hacia Sarepta y se encontró una viuda que recogía leña y le dijo: “Por favor, tráeme un poco de agua en un jarro para que beba”; y después: “Por favor, tráeme también en la mano un trozo de pan.” Y la viuda respondió: “Te juro por el Señor, tu Dios, que no tengo ni pan; me queda sólo un puñado de harina en el cántaro y un poco de aceite en la alcuza. Ya ves que estaba recogiendo un poco de leña. Voy a hacer un pan para mí y para mi hijo; nos lo comeremos y luego moriremos.” Respondió Elías: “No temas. Anda, prepáralo como has dicho, pero primero hazme a mí un panecillo y tráemelo; para ti y para tu hijo lo harás después”. A mí me impresiona esta Palabra, esta profecía que hace Elías: primero es Él, Elías, es decir, primero es Dios; y segundo ellos. Y les hace una profecía: "La orza de harina no se vaciará, la alcuza de aceite no se agotará, hasta el día en que el Señor envíe la lluvia sobre la tierra”. Ella hizo lo que le había dicho el profeta y se vio que era verdad, que cuando se pone a Dios primero, todo lo demás viene por añadidura. Hermanos, yo os invito a poner primero a Dios en el momento límite y después a vosotros. Si colocamos primero a Dios y nosotros en segundo lugar, Dios proveerá igual que en Abraham, como lo hace con todos los Santos y todos los cristianos como tú y como yo. Ánimo, hermanos, porque el que se fía de Dios no queda confundido.
Por eso respondemos con el Salmo 145: “Alaba, alma mía, al Señor. Que mantiene su fidelidad perpetuamente, que hace justicia a los oprimidos, que da pan a los hambrientos. El Señor abre los ojos al ciego, el Señor endereza a los que ya se doblan. Sustenta al huérfano y a la viuda y trastorna el camino de los malvados”.
La segunda Palabra es de la Carta a los Hebreos y nos presenta a Cristo como el único que entra en el Santuario, no construido por mano de hombres. Este Santuario es el hombre cristiano. Cristo tiene la misión de interceder por los hombres, Él ha hecho este Santuario, ha construido en nosotros su Templo, destruyendo “el pecado con el sacrificio de sí mismo”. Hermanos, Dios nos quiere dar gratuitamente la Vida Eterna, es decir, quiere que experimentemos el Reino de los Cielos aquí en la tierra.
El Evangelio de San Marcos nos dice que Jesús se dirige a la gente con estas palabras: “¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en la plaza, buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los bienes de las viudas, con pretexto de largos rezos. Éstos recibirán una sentencia más rigurosa.” Fijaros que luego nos pone delante una viuda: “muchos ricos echaban en cantidad; se acercó una viuda pobre y echó dos reales”. Las viudas en Israel es el estado más pobre, una vez muerto el marido se quedaban sin trabajo y a cargo de la familia. Y Jesús dijo a los discípulos: “os aseguro que esa pobre viuda ha echado más que nadie, porque los demás han echado de lo que le sobra, pero esta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir”. Hermanos, demos todo al Señor, todo lo que tenemos para vivir, y veremos la felicidad, cómo Dios provee: en el trabajo, con el dinero, en medio de la enfermedad, con nuestros hijos. Lo matrimonios, ábranse a la vida, y Cristo estará en medio de vosotros y seréis felices. Lo que Dios quiere es que le demos lo más importante de nosotros: nuestro corazón, que está lleno de pecados; y Él lo transformará, destruirá el pecado, con el sacrificio de sí mismo en la cruz, como dice la Carta a los Hebreos que hemos escuchado. Cristo se ha ofrecido una sola vez para quitar los pecados de todos, por eso, hermanos, Él ha asumido, ha cargado con nuestros pecados para que tengamos Vida Eterna, y en su segunda venida aparecerá para salvar definitivamente a los que esperamos en Él.
Ánimo, hermanos, esperemos en el Señor, de donde nos viene la Vida Eterna.
Que pasen un buen Domingo.
+ Con mi bendición.
Mons. José Luis del Palacio
Obispo E. del Callao