De nuevo Hispania Martyr nos ayuda a preparar la próxima beatificación:
Nadie enciende un candil y lo mete debajo de la cama; sino que lo pone en el candelero para que alumbre a todos los de la casa (San Lucas 8,16-18).
La Providencia de Dios ha suscitado ahora la beatificación de Mariano Mullerat, médico y alcalde católico de su villa de Arbeca en Lérida, mártir de la fe a sus 39 años, como ejemplo de coherencia y fortaleza en su vida familiar, profesional y pública, que los católicos españoles del siglo XXI deben imitar, testimoniando la Realeza de Cristo en la corrompida política fruto de la apostasía social. En tres artículos daremos cuenta de cómo la afrontó hace 83 años el nuevo Beato.
Infancia y juventud del Mariano Mullerat
Nace Mariano el 24 de marzo de 1897 en Santa Coloma de Queralt (Tarragona), sexto de los siete hijos supervivientes del matrimonio de Ramón Mullerat y Ventura Soldevila. A sus trece años murió su madre, mujer de fe inconmovible, y en su lecho de muerte Mariano le pidió que desde el Cielo intercediera para que él pudiera volver a encontrarla allí, guardando en su corazón los buenos consejos que le había inculcado desde pequeño.
Tras los primeros estudios en Santa Coloma, en 1910 su padre lo envía interno a Reus al colegio de los Hijos de la Sagrada Familia fundados por San José Manyanet, donde cursa el bachillerato. Se inscribió en la Guardia de Honor en que un grupo de 15 colegiales, sin dejar sus ocupaciones ordinarias, ofrecían para siempre una hora diaria, de ente las 7 de la mañana a las diez de la noche, al Corazón de Jesús en reparación de las ofensas que recibe en la Eucaristía. Mariano eligió de 4 a 5 de la tarde.
En 1914, a sus 17 años, ingresa en la Facultad de Medicina de la Universidad de Barcelona. Militó en el carlismo, y presidió la Sección de Medicina de la A.E.T. de Barcelona, asociación estudiantil integrada en la Comunión Tradicionalista, en la que se distinguió por su rectitud y defensa de la fe en un ambiente hostil. En días feriados y
vacaciones daba conferencias sobre temas católicos y sociopolíticos en conformidad con la doctrina de la Iglesia, en pueblos y ciudades.
Cuenta su compañero de curso Joan Farré que en 1915, primer año de carrera, en clase de zoología general el catedrático José Fuset, enseñando como en especies inferiores se da la reproducción asexuada por partenogénesis, en forma burlesca apuntó que así podría explicarse el misterio de la virginidad de María. Con serenidad Mariano le replicó públicamente, afirmando el dogma de la Inmaculada Concepción. Con la protesta se dividieron las opiniones, y a salir de clase sobrevino pelea, en la que Mariano resultó herido en un ojo. Apaciguada la trifulca, el Dr. Fuset le amenazó: “En los exámenes le espero”, y le suspendió. Mariano apeló a Tribunal de Honor, en el que una junta de catedráticos le aprobó. Fue el único aprobado de su expediente, el resto matrículas de honor y sobresalientes.
En 1919 en el último curso de carrera el rector de la Universidad le nombraba interno del Hospital Clínico con nómina de 500 pesetas anuales. Aquel verano cumplió el servicio militar como soldado de cuota, y enviaba a su novia Dolores Sans su foto de uniforme, diciéndole: “recibirás hoy mi fotografía vistiendo el honroso uniforme de soldado de la madre patria”. Se conservan las 45 cartas dirigidas a su novia, que se ha salvado en su integridad.
Obtuvo la licenciatura en medicina y cirugía en octubre de 1921, y el catedrático de Patología Médica Dr.Ferrer Piera, director de su tesis doctoral, le ofreció incorporarse a su cátedra, pero Mariano creyó podría hacer mayor bien siendo médico rural. En enero de 1922 Mariano Mullerat contrajo matrimonio con la joven Dolores Sans Bové, pubilla de acomodada familia de Arbeca, pueblo natal de su fallecida madre, donde establecieron su hogar formando una familia cristiana de la que nacieron cinco hijas, aunque la primogénita murió apenas nacida.
Dice Ramona Gabernet: El Dr. Mullerat inspiraba respeto y admiración, y al tiempo infundía una franqueza natural, humana y cristiana. Acompañaba a las familias necesitadas a llevar al enfermo al hospital, procurando que fuese atendido gratuitamente, y en caso de necesidad trasladaba al enfermo en su coche. No se conformaba con la visita reglamentaria de médico, pues tenía siempre un momento para escuchar y consolar a sus enfermos y a sus familias, dándoles ánimo con palabras de caridad y compasión, procurando que ninguno de ellos muriera sin sacramentos. Cuando un paciente, agradecido por su curación, le daba las gracias, le respondía: No es a mí a quien ha de dar las gracias, sino a Dios, Él es el que cura.
Mariano Mullerat perteneció a la Obra de Ejercicios Espirituales Parroquiales, y en 1926 los practicó en La Espluga de Francolí con el Padre Vallet del que era amigo personal, siendo presidente del grupo de Perseverancia de Arbeca, miembro del Apostolado de la Oración y de la Federación de Jóvenes Cristianos de Cataluña.
El obispo de Gerona, monseñor José Cartañá le dijo a su hija Josefina Mullerat, dominica en Anglés: Su padre, al terminar las tandas de ejercicios, él, seglar, hablaba de Jesucristo con más celo que yo, que era obispo.
Los domingos por la tarde asistía a la función de la parroquia, y era el único hombre que acudía todos los días laborables de mayo al Mes de María. En 1932, hallándose su padre enfermo de gravedad, le prodigó toda clase de cuidados, ayudándole a bien morir. Le preguntaba -Padre, ¿queréis ir al Cielo?, para que fuera consciente de su próximo traspaso, rezando con él la recomendación del alma. Dice el Rvdo. Luis Carreras Sans, pariente de su esposa: Más que un hijo, parecía un sacerdote; más que un médico de dolencias corporales, parecía un médico de dolencias espirituales. Verdaderamente tenía alma de misionero (Positio super martyrio, página 161). Cada día al atardecer Don Mariano dirigía el Rosario con toda su familia, y les leía un capítulo de los libros de san Alfonso María de Ligorio.
Escribe Fr. Vito Gómez O.P., postulador de su causa de beatificación, que la espiritualidad dominicana de Don Mariano le viene de su madre, Bonaventura Soldevila, nacida en Arbeca, población a la que San Francisco Coll en 1861 llevó a sus religiosas Dominicas de la Anunciata a fundar el Colegio de San José, comunidad en la que ingresó la joven tía de su esposa, Monserrat Sans Bové, y en cuyas aulas se educaron las cuatro hijas del mártir. El Dr. Mullerat, además de velar por la salud corporal de la comunidad, defendió su colegio en tiempos difíciles para la enseñanza católica.
«Pepita», hija mayor del nuevo beato, religiosa profesa en dicha congregación, ha sido asidua colaboradora de Hispania Martyr Siglo XX, acudiendo durante muchos años todos los jueves a trabajar en su sede, edificando a los presentes con entrañables confidencias sobre su santo padre, por lo que su beatificación es motivo de particular gozo y esperanza para todos sus asociados.
Con el ahorro de un año sin fumar adquirió Don Mariano una magnífica imagen de Cristo crucificado de tamaño natural que, bendecida por el párroco, instaló en un altar en el salón, y ante cuyo reclinatorio cada mañana rezaba toda la familia antes de salir de casa. Este crucifijo fue librado providencialmente de la destrucción el 13 de agosto de 1936 cuando los milicianos echaron por las ventanas todas las imágenes de la casa, pudiendo besarlo Don Mariano antes de salir detenido para el martirio, lucrando así la indulgencia plenaria que tenía concedida para la hora de la muerte.