No me resisto a hacerme eco del excelente artículo publicado en El País del pasado 24 de abril por el que fuera primer Presidente de la Comunidad de Madrid, Joaquín Leguina, referido a la memoria histórica y titulado “Enterrar a los muertos”, artículo que tiene un mérito añadido al de su contenido, cual es el de estar escrito por quien lo está, a saber, un militante del PSOE que, además, tuvo importantes responsabilidades de gobierno y se halló en su momento entre sus principales dirigentes.
En dicho artículo, el Sr. Leguina denuncia sin ambages los que él mismo llama “mensajes de muy dudosa calidad” emitidos a propósito de la memoria histórica desde las filas de la izquierda, entre los cuales cita concretamente cuatro, el primero de los cuales el siguiente:
“La ley de amnistía, -como toda la Transición- fue hecha bajo presión, debido al miedo que producía el ruido de sables. Más que amnistía fue amnesia lo que se impuso”.
Mensaje sobre el que afirma:
“Esto fue falso y además, encierra una calumnia contra quienes se pusieron de acuerdo en traer la democracia a España y para ello prepararon una Constitución consensuada. El proyecto necesitaba de la previa reconciliación, por eso –y sólo para eso- se votó la Ley de Amnistía”.
Cita luego lo que él llama “mensaje número 2”:
“Los asesinados en la retaguardia republicana ya fueron “honrados” y sus victimarios perseguidos por el franquismo. Los únicos que ahora deben ser “honrados” -y sus asesinos juzgados- son los represaliados por el franquismo”.
Algo sobre lo que comenta lo siguiente:
“Lo que se consigue con un mensaje tan sectario es perpetuar la división, precisamente todo lo contrario de lo que una persona bien nacida debiera desear. En efecto, lo que se debiera hacer es precisamente todo lo contrario, es decir, ampliar el mutuo perdón y hacer que todos los muertos –todos- sean también de todos”.
El “mensaje número 3” de los que denuncia, es aquél que sostiene que “todos los represaliados por el franquismo son héroes de la democracia y de la libertad”, de lo que dice que es “una afirmación sectaria y por eso debe ser negada”. Aduce como ejemplo para hacerlo a un personaje “ligado a la UGT y al PSOE, que resultó ser un individuo siniestro: Agapito García Atadell, quien se hizo famoso al inicio de la Guerra Civil como jefe de una de las Brigadas del Amanecer que operaban en la capital [...]. Estas pandillas, muy contentas de exhibirse armadas por la retaguardia y de no pisar el frente, aparecían de madrugada en los domicilios de la gente “de derechas” para dar “el paseo” a sus moradores y, de paso, requisar en su propio beneficio los bienes que encontraban en los registros de aquellas casas”.
Y añade:
“¿Por qué no aceptamos la verdad de una puñetera vez? La inmensa mayoría de la derecha española renegó de la democracia durante la República y, desde luego, durante la guerra... Pero es que la izquierda, en gran parte, hizo lo mismo tomando la deriva revolucionaria”.
Denuncia por último un “mensaje número 4”, aquél que sostiene que “la derecha española es heredera y añorante del franquismo”, y se pregunta:
“No sé si los ideólogos que sostienen tal mensaje y tal barbaridad son conscientes del disparate que perpetran con este tipo de propaganda sectaria”.
Para concluir diciendo:
“Somos muchos los que –hartos de simplificaciones- nos negamos a que la izquierda se reduzca a ser la mera expresión de una aversión, la aversión a una derecha a la que visten de maniqueo sin ningún rigor intelectual”.
A mi lo que me más me llama la atención en la locura colectiva que representa la sectaria y torticera manera en que se ha presentado el tema de la memoria histórica, es la forma en que cada español se ha atribuído a si mismo la herencia de un bando o de otro. Lo cierto es que si nos remontamos a nuestros abuelos y hasta bisabuelos, que en la mayoría de los casos son los que a estas alturas hicieron la guerra, es raro el español tan puro que no tiene entre ellos al que la hizo en un bando y al que la hizo en el otro, de modo que expresándose en la sectaria manera que denuncia el Sr. Leguina, mientras se declara heredero de uno de sus bisabuelos, reniega al mismo tiempo del otro y hasta niega su existencia.
El fenómeno ha dado lugar a esperpénticas situaciones. Así, nuestro propio Presidente, -probable y esperablemente ya, por poco tiempo-, el Sr. Rodríguez Zapatero, sobre cuyos ya famosos abuelos me limitaré a remitirme al excelente artículo firmado por mi buen amigo Luis Español en su blog “Opinión publicada”, el cual recomiendo vivamente a Vds..
Pero el cum laude se lo lleva el que fuera siniestro y sectario Ministro de Justicia, Sr. Fernández Bermejo, quien más allá de haber jurado él mismo los Principios del Movimiento para ingresar en la carrera fiscal como era preceptivo cuando en 1974 lo hizo, realizara aquella singular declaración ¡hemos luchado contra los padres, ahora nos toca luchar contra los hijos!”, siendo así que su propio padre fue Jefe Local del Movimiento y alcalde, en pleno franquismo, de la ciudad abulense de Arenas de San Pedro.
Pero el cum laude se lo lleva el que fuera siniestro y sectario Ministro de Justicia, Sr. Fernández Bermejo, quien más allá de haber jurado él mismo los Principios del Movimiento para ingresar en la carrera fiscal como era preceptivo cuando en 1974 lo hizo, realizara aquella singular declaración ¡hemos luchado contra los padres, ahora nos toca luchar contra los hijos!”, siendo así que su propio padre fue Jefe Local del Movimiento y alcalde, en pleno franquismo, de la ciudad abulense de Arenas de San Pedro.
Y como éstos, tantos casos que, como dice San Juan en el epílogo de su Evangelio, “si se escribieran uno por uno, pienso que ni todo el mundo bastaría para contener los libros que se escribieran”.