5.- El utópico centro
Políticamente hablando, tantos las derechas como las izquierdas siempre han tenido un deseo nunca alcanzado: el viaje al centro, pensando que el centrismo es la panacea solucionadora de los votos en las democracias liberales.
Todos los intentos intelectuales de buscar el centro han fracasado. Todos los partidos que se han colocado en el inestable centro político han engañado al electorado y han acabado o desapareciendo o convertidos en opciones de derechas o izquierdas.
Actualmente se discute en la politología la llamada sociedad abierta, es decir, la opción organizada con dineros de un filántropo americano apellidado Soros, quien paga para destruir la estabilidad de instituciones de varios países, entre ellos España, apoyando por ejemplo la inmigración ilegal, contribuyendo al mantenimiento de clínicas abortivas, financiando a diversos lobby, por ejemplo a los gais, a las femen…Lo que está suponiendo un enorme reto para las sociedades democráticas occidentales que tienen a este señor como un mecenas, cuando en realidad es un auténtico peligro moral y social de primera magnitud.
Los oscuros dineros de este americano están sirviendo para derruir el edificio cultural y moral de las sociedades aparentemente construidas sobre el judaísmo y el cristianismo, como ocurre en Europa, donde las raíces cristianas han pasado al trastero de las escobas y fregonas.
Lo más doloroso es que la sombra alargada de este tipo se cierne sobre ciertos personajes centrales de la jerarquía eclesial.
Hoy es pronto para sacar conclusiones, pero el sistema de las sociedades abiertas contribuye a destruir la civilización tal como la hemos construido durante dos milenios de vida cristiana.
El centrismo en España tuvo una pésima experiencia, cuando al llegar la Transición, los políticos extraídos del franquismo sociológico y real inventaron aquel partido o partida de diversos egos muy difíciles de mantener unidos. Era la conocida Unión de Centro Democrático, que durante cinco años sirvió para realizar el paso de la ley a la ley, pero cuando las ideologías de derechas e izquierdas entraron en liza electoral y parlamentaria, la desaparición de aquel partido sumario de personalidades saltó por el aire hecho pedazos. El electorado fue el autor de aquella desaparición.
Era el año 1982. La gente prefirió un partido de derechas centristas y otro de izquierdas centristas, que un centro utópico y absurdo. Ahí el pueblo fue sabio plenamente.
(Continuará)
Tomás de la Torre Lendínez