Evangelizar en solitario no está mal, pero la comunidad es la mejor herramienta evangelizadora.
Donde hay personas existe una oportunidad evangelizadora. No hace falta que sean no creyentes cristianos o ateos. Se puede y se debe, evangelizar constantemente en todos los ámbitos de la vida. Incluso durante la Liturgia existen momentos propicios para señalar a Cristo y mostrar que sólo es quien da sentido a todos y a todo. Se puede evangelizar en medio de una catequesis o en una reunión eclesial o en medio de una manifestación contra la Iglesia. Como indicaba antes, donde hay personas la evangelización debe estar presente.
Cuando lea esto, posiblemente se mire a sí mismo y se pregunte ¿Cómo voy a evangelizar yo? No cabe duda que nada somos sin Cristo (Jn 15, 5). No debemos olvidar que lo que es imposible para el ser humano, siempre es posible para Dios (Lc 18, 29). A veces somos tan incrédulos que nos da miedo ver que somos capaces de aquello que pensábamos que era imposible. Entonces nos hundimos y necesitamos de la mano de Cristo (Mt 15, 29, 31). Para que Cristo nos eche una mano para salir de nuestra impotencia, debe estar presente. ¿Cuándo está Cristo presente entre nosotros? Léanlo en Mt 18,20. Se trata de caminar unidos en Nombre de Cristo, ser una verdadera comunidad. Una comunidad que acoja la diversidad de dones que cada cual traemos para mayor gloria de Dios.
Si pensamos lo complicado que es "ser comunidad" en vivo, nos daremos cuenta que las comunidades virtuales resultan incluso más complejas. Es fácil que una palabra dicha con toda inocencia genere una hecatombe que rompa una valiosa comunidad. El problema no es que podamos equivocarnos, sino que el maligno siempre está listo para utilizar a algunos de nosotros para destruir las comunidades. Es frecuente escuchar que se señala a alguien porque ha dicho tal cosa o tal otra. Tras rasgar nuestras vestiduras, le invitamos a irse porque ha traicionado a... ¿A quién? ¿A qué? Se acuerdan seguramente del proceso de Cristo en que definirse como Hijo de Dios hizo que fuese condenado a muerte. Este hecho lo revivimos con demasiada frecuencia. Las redes son propicias a generar grandes maravillas y grandes explosiones eclesiales. En todo caso, creo que es mejor pecar de conciliador e intentar aprender de aquello que rechazados en vehemencia. A lo mejor rechazamos algo porque lo llevamos dentro y lo interpretamos como nosotros lo vivimos. Mejor ser comedido y misericordioso antes de destrozar comunidades.
El objetivo es colaborar. Co + Laborar entre nosotros no se lleva bien con generar pirámides socio-emotivas que nos separen de los demás. Recordemos el episodio evangélico de la transfiguración. Pedro encantado de lo que vive decide alejar de todo y todos y vivir ese adelanto de la vida eterna. No duda en decirle a Cristo “Maestro, qué bien estamos aquí; hagamos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías” (Mc 9, 5) ¿Qué pasó? Que justamente después de la pregunta todo desaparece de la vista de los Apóstoles. No hay que vivir en el pasado ni en el futuro. Tenemos que vivir la realidad de cada minuto vital.
Los católicos somos sinfónicos. Cada cual aporta sus dones a la comunidad. Ojo: Tenemos que tocar la misma pieza con los instrumentos adecuados o estaremos generando ruido: dolor.
¿Qué modelo podemos tomar para la comunidad de evangelizadores en las redes? Creo que el modelo de mosaico es instructivo. Cada cual aporta sus dones para conformar una todo más grande que le excede y da sentido. Es como un mosaico. Su belleza sólo se puede contemplar desde lejos. Desde cerca, lo que vemos son las imperfecciones, defectos, pecados y contradicciones que hay en nosotros y entre nosotros. En las redes, unos pueden aportar guiones de actividades, otros pueden ofrecer imágenes, vídeos, textos, música, etc. Uniendo dones y capacidades iremos creando un maravilloso mosaico en el que Cristo está presente y puede ser visto desde fuera. Desde dentro, olvidemos lo que no se ajusta al 100% dando valor a todo punto de vista, estética, estrategia o materiales a utilizar para evangelizar.
Lo que une las imperfectas teselas del mosaico es Cristo. Él es cemento que nos une y reúne. Sólo Él nos da sentido y nos hace llegar donde nos parecía imposible llegar. Si al mirar a otro vemos algo que no nos gusta, pensemos que eso que tanto nos disgusta, lo reconocemos porque lo llevamos dentro de nosotros mismos. Mejor trabajar unidos que señalar la puerta a unos o a otros. Para evangelizar tenemos que ser Iglesia unida que disfruta de la diversidad de dones ofrecidos por el Espíritu Santo.