Última parte de la primera conferencia que el padre Mateo Crawley-Boevey, ss.cc. predicó durante el Triduo solemnísimo celebrado en la Iglesia de San Jerónimo el Real de Madrid, en preparación inmediata a la entronización del Corazón de Jesús en el Cerro de los Ángeles (Madrid), el 30 de mayo de 1919. Llevaba por título: Reinado íntimo del Corazón de Jesús en las almas por la Santa Eucaristía.
Amados españoles, con ocasión de la Entronización nacional del Corazón de Jesús en el Cerro de los Ángeles, renovad en vuestras almas la llama ardiente, la apoteosis de amor de su Corazón Eucarístico.
No lo olvidéis: el hecho culminante en la historia de la Iglesia en España será el que vais a realizar el 30 de mayo, y esto por el marco extraordinario de circunstancias, más que excepcionales, únicas en vuestra historia, como en la de Europa. Pero que lo sea, más que por ese marco de grandiosidad, por la intensidad de fe y por la renovación de amor eucarístico que dicha entronización provoque.
¡Más, mucho más fuego de amor en comuniones mucho más frecuentes; más, mucho más fuego de amor en comuniones cotidianas más numerosas; más, mucho más fuego en intensidad, en viveza de amor en todas vuestras comuniones!
A eso vino Jesús a la tierra, a traer esa dichosa y divina llama; para eso se quedó encadenado en pleno desierto, cautivo-Rey de los sagrarios; para eso regresa triunfante y oficialmente aclamado, para incendiar a España en los ardores que devoran su Divino Corazón. No pudiendo ya contenerlos, viene a ofreceros que aceptéis la gloria de seguir siendo la tierra clásica de su divina Eucaristía, como habéis sido por excelencia la tierra de los milagros eucarísticos, de la Adoración Nocturna, de la Vela del Santísimo Sacramento y patria, en fin, de san Pascual Bailón.
Levántate, pues, España; viste tus mejores galas de reina y sal al encuentro de tu Rey y Señor. Viene Él, enamorado, a ratificar solemne y públicamente la adoración que le haces de su adorable Corazón, agradecido al trono de gloria que le brindas en horas de universal apostasía. Españoles: el genio cristiano de vuestra raza, de acuerdo con las iluminaciones de vuestra fe tan robusta y sincera, os hará saborear con inefable fruición esta reflexión final: los triunfos maravillosos, evidentes, inauditos del culto y de la devoción al Corazón divino de Jesús, son ante todo los triunfos de ese Corazón y de su amor en la sacrosanta Eucaristía.
Es decir, que en pleno siglo de sabiduría gentil y de filosofía racionalista, triunfa Jesús, el Dios-Infante de Belén, en la cuna pobre y desmantelada del sagrario, ¡y triunfa ahí por la locura de su amor!
En pleno siglo de boato y de ostentación, de riqueza y de fuerza, triunfa Jesús, el Dios-Obrero, en el silencio y humildad del taller de su sagrario, ¡y triunfa ahí por la locura de su amor!
En pleno siglo de desenfreno y de refinado sensualismo, triunfa Jesús, el Dios-Crucificado en el Calvario del altar y del sagrario, ¡y triunfa ahí por la locura de su amor!
En pleno siglo de bancarrota mundial, en pleno incendio de cólera, de soberbia y de odio, triunfa Jesús, el Dios de la Eucaristía, y desde el trono de paz de su sagrario ¡vence, reina, impera en la omnipotencia y por la locura de su Corazón y de su amor! Él es el Sol que se levanta, iluminando un mundo en ruinas; se levanta fecundo para edificar con ellas, en torno de su tabernáculo, una nueva sociedad, amasada con su sangre. ¡Esta será, por excelencia, la sociedad de su Sagrado Corazón!
España católica, estremécete de júbilo, pues el Señor quiere que tú seas la Nación-María del sagrario, la lámpara-nación ante el altar nacional del Cerro de los Ángeles, en desagravio por tantos pueblos descreídos, renegados. Quiere ser Él, Jesús Sacramentado, tu alma nacional y el amor de tus amores. ¿Aceptas? Adelántate entonces, ¡oh España gloriosa!; sube las gradas del altar y acércate al Maestro, pues tu Rey Divino te llama, te aguarda anhelante, quiere besar tu frente en el comulgatorio. Desde ahí podrás decirle en toda verdad: ¡Corazón Santo, España es tuya!
De rodillas, hermanos; esta solemnidad es demasiado grande, la presencia del Rey de Amor es demasiado sensible en esta hermosa asamblea para que la terminemos hablando palabras de la tierra. Oremos juntos, hermanos; decid conmigo:
«¡Nos has bendecido, Jesús amado, como no bendijiste jamás a tu paso las flores de los campos y los lirios de los valles de tu Patria, y en pago hemos sido nosotros las zarzas y las espinas de tu corona! Pero no te canses de nosotros, acuérdate que eres Jesús para estos pobres desterrados».
«Nos has bendecido, Jesús amado, como no bendijiste jamás las mieses, las viñas y los jardines de Samaria y Galilea, y nosotros te hemos pagado siendo tantas veces la cizaña culpable de tu Iglesia; pero... no te canses de nosotros, acuérdate que eres Jesús para estos desterrados.
¡Oh, Jesús amado! Tu Corazón nos ha bendecido como no bendijiste jamás las aves del cielo ni los rebaños de Belén y Nazaret, y nosotros te hemos pagado huyendo de tu redil y temiendo la blandura de tu cayado amorosísimo; pero no te canses de nosotros, acuérdate que eres Jesús para estos pobres desterrados.
¡Oh! En este día venturoso déjanos, porque hemos sido ingratos contigo, Jesús Sacramentado; déjanos ofrecerte un himno de alabanza en el tono inspirado del Profeta Rey; en su lira te cantamos con la Madre del Amor Hermoso.
Espíritus angélicos y santos de la Corte celestial, bendecid al Señor en la misericordia infinita con que nos ha colmado: Hosanna al Creador convertido en criatura y Hostia por amor.
¡Hosanna al Divino Prisionero del amor! Sol, luna y estrellas, desplegad vuestro manto de luz sobre este tabernáculo, mil veces más santo que el de Jerusalén, lleno de la majestad de su dulzura; bendecid al Señor en la misericordia con que nos ha colmado: Hosanna al Creador convertido en criatura y Hostia por amor.
¡Hosanna al Divino Prisionero del amor! ¡Fulgor de la alborada, rocío de la mañana, campos de luz muriente del crepúsculo, glorificad la majestad del silencio del Rey del sagrario, bendecid al Señor en la misericordia infinita con que nos ha colmado: Hosanna al Creador convertido en criatura y Hostia por amor!
¡Hosanna al Divino Prisionero del amor! ¡Océano apacible, océano rugiente en tempestad, profundidades vivientes del abismo, proclamad la omnipotencia del Cautivo de este altar, bendecid al Señor en la misericordia infinita con que nos ha colmado: Hosanna al Creador convertido en criatura y Hostia por amor!
¡Hosanna al Divino Prisionero del amor! ¡Brisas perfumadas, tempestades devastadoras, flores de la hondonada, torrentes y cascadas, cantad la hermosura soberana de Jesús Sacramentado: Hosanna al Creador convertido en criatura y Hostia por amor!
¡Hosanna al Divino Prisionero del amor! ¡Nieves eternas, selvas, volcanes y mieses, colinas y valles, ensalzad la magnificencia del Dios aniquilado del altar, bendecid al Señor en la misericordia infinita con que nos ha colmado: Hosanna al Creador convertido en criatura y Hostia por amor!
¡Hosanna al Divino Prisionero del amor! ¡Creación toda entera, ven, acude en nuestro auxilio, ven a suplir nuestra impotencia; los humanos no sabemos cantar, bendecir ni agradecer; ven, y con cantares de naturaleza ahoga el grito de blasfemia, repara el sopor, la indiferencia del hombre ingrato, colmado con la misericordia infinita de Jesús Eucaristía: Hosanna al Creador convertido en criatura y Hostia por amor!
¡Hosanna al Divino Prisionero del amor! En reparación por tantos que no aman, amemos más, amemos con amor más fuerte que la muerte.
¡Corazón Divino de Jesús, venga a nos tu reino!».