Insólito, pero real. La ausencia de gobierno en España, todo lo más una apariencia de tal encarnada en un pobre iluminado ignorante de todo, ha provocado que tenga que venir Europa, reforzada por un tal Obama, a gobernar nuestro país. Y Europa ha comenzado a gobernar, y con ello se terminó la fiestecita paleoprogre de la supuesta “ampliación de derechos”.
Recorte del sueldo de los funcionarios de TODAS las administraciones públicas (¡también de los de la Generalidad de Cataluña, claro!) una media del 5%, congelación de las pensiones salvo las mínimas, paralización de todas las obras e infraestructuras públicas y, en fin, fin de la fiesta despilfarradora alimentada por los sindicatos chupabiberones y titiriteros subvencionados. Y ¡oh!, incluso los miembros del gobierno reducen su sueldo un 15%.
Pero al hilo de la nueva situación en la que Europa gobierna España, cabría preguntarse también si acabarán los abortos subvencionados, si seguirá existiendo el Ministerio de Igualdá, si proseguiremos nuestro afanoso camino en busca del fugitivo y genocida Francisco Franco, si continuaremos nuestra lucha contra las hordas del fascismo que tratan de liquidar al juez Garzón, si continuaremos pagando películas y cancioncitas insoportables con dinero público y si proseguiremos comprando votos a diecisiete autonomías depredadoras.
Cabría preguntarse también si deberían mantenerse los gastos milmillonarios en una multiplicidad de televisiones públicas y subvencionadas cuyo único objetivo es proceder a un vertido sistemático de porquerías diversas sobre el conjunto de la sociedad, si conviene seguir gastando en legiones de asesores dedicados a manchar papeles (¡grave atentado contra el medio ambiente!) con disparates y ocurrencias perfectamente inútiles, si dejarán de abrirse embajadas por todo el mundo de ciertas comunidades y si cesará el gasto dedicado a mantener chupones sindicales y asociaciones sin fin del más diverso pelaje.
Cabría preguntarse también si el acoso a la Iglesia Católica contribuirá en algo a equilibrar la balanza contable de España, o si el cierre del Valle de los Caídos garantizará la creación de empleo, o si la liquidación de la libertad religiosa logrará el necesario ajuste presupuestario por Europa exigido.
Hay que preguntarse de nuevo si la constante invitación a “follá y después a abortá” a nuestra juventud a través del sistema educativo mediante grandes desembolsos en campañas institucionales, talleres y materiales, así como los ingentes recursos dedicados a sumergir lingüísticamente a toda la población invertidos en algunos sitios, son las medidas adecuadas para reducir el gasto e incrementar los ingresos.
En última instancia, lo que hay que preguntarse es si el bucólico e idílico individuo que vive en la Moncloa debe serguir hundiendo por más tiempo España, o si ha llegado el momento de buscar un relevo que permita a España recuperar su propio autogobierno, mediante la aplicación del simple sentido común y la eliminación de ideologías aberrantes e irreales, que sólo se mueven en un mundo imaginario en el que se invita a todos a una contínua fiesta, en la que los derechos se amplían infinitamente a costa de las tareas y trabajos que todo hijo de vecino tiene que desempeñar, esta vez sí, por el sólo hecho de existir.