Me paso todas las mañanas tratando a matrimonios rotos, fracasados. Vienen al Tribunal Eclesiásticos demandando la declaración de nulidad de su matrimonio. Muchos parecen tener razón por las circunstancias anómalas que concurrieron en el momento de contraer. Otros podían haber evitado la ruptura si hubieran tenido más visión sobrenatural y más valores humanos. Me ha gustado mucho el libro A prueba de fuego de Eric Wilson (Ed. LibrosLibres). Igualmente me ha encantado la película Prueba de fuego que refleja magistralmente todo el contenido del libro. Tanto el libro como la película es muy aconsejable para todas las parejas que desean contraer matrimonio, y para todos los matrimonios que, sin duda, pasan o pasaran una crisis normal en su relación.
El ser humano no es un monolito de granito que no se inmuta con el paso del tiempo. Todos estamos sometidos a constantes altibajos que hay que saber administrar. Las realidades humanas, como el matrimonio, sufren los mismos envites psicológicos y anímicos propios del devenir de nuestro ser. No hay que alarmarse por ello. Es perfectamente normal. Pero hay que saberlo.
El libro que comentamos nos cuenta la historia de un matrimonio que estuvo a punto de hundirse. Ya prácticamente hundido por la posturas extremas de ambos cónyuges. Un marido caprichoso y con ciertas adiciones, y una esposa que se siente defraudada porque ella cuenta menos que el capricho de un barco o el atractivo que un ordenador ejerce en su marido, bombero de profesión. Una persona que arriesga su vida por salvar a otros de las llamas no es capaz de sofocar el incendio que está destruyendo su matrimonio. Gracias a uno de sus compañeros de trabajo, y sobre todo de su padre, se obra el milagro. Un padre sereno y tozudo proporciona al hijo el método infalible para solucionar el problema. La esposa, que ya daba por roto el matrimonio, se siente conmovida por los detalles de amor y arrepentimiento del marido, que rompe con su ilusión por el barco y su adicción a Internet, porque su mujer es más que todo eso.
Como digo, una maravilla. El matrimonio visto desde la fe en Dios, desde el fuerte amor de Cristo mostrado desde la Cruz, adquiere una dimensión sublime, que supera todas las ofertas que ofrece esta sociedad de consumo que padecemos.
Hay una cosa clara: para vencer las dificultades, las tentaciones, hay que poner por lo menos la misma fuerza que el enemigo. Hay que sacar la autoridad del baúl de los recuerdos y saber decir no. Han intentado convencernos (desde el Mayo del 68 francés) que la revolución sexual, el dejar de dirigir, el dejar hacer y dejarse llevar por los impulsos de la espontaneidad, era el camino de vuelta al paraíso. Pero la batalla sigue, y está causando muchas bajas. Hay que buscar aliados, consejeros, amigos de verdad que nos hablen claro. Debemos recordar aquella máxima infalible: “Divide y vencerás”. Y frente a estas tácticas destructivas hay que tomar decisiones drásticas, urgentes.
El placer, el poder y el dinero pretenden dominar al hombre y al mundo. Y no queremos darnos cuenta. La vanidad, la envidia, el miedo a ir contra corriente son las enfermedades que aquejan desde siempre a la humanidad cuando se despersonaliza. Hay soluciones, pero estas han de ser personales, con la ayuda de los otros. A todos estos desafíos hay que presentarles cara y convencernos que se puede vencer el mal con la abundancia de bien. Hay que pasar la prueba de fuego sin quemarnos.
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Juan García Inza