Anda el país a vueltas sobre si Zapatero y Rajoy se hacen una foto juntos al salir de su reunión en La Moncloa o no se la hacen. ¿Acaso interesa a alguien qué es lo que hablaron dentro o cuales son las medidas a adoptar ante una situación ante las que todas las alarmas han saltado? No, qué tontería, aquí lo único importante es si tenemos foto o no tenemos foto. Como si la foto dichosa fuera a arreglar los problemas del país. O como si Standard and Poor’s estuviera pendiente de ella para rebajar o no la calificación de la deuda de España, los grandes inversores internacionales para retirar o no sus posiciones españolas, o el castigado empresario español de la tienda de la esquina para echar el cierre o contratar a un dependiente.
El tema de la fotito es la clásica idiotez en la que estamos en España desde que la mediocridad hecha persona y llamada Zapatero pasó a inundar con su figura la escena nacional. Pero hora es ya de que empecemos a llamar a las cosas por su nombre y a juzgar los hechos en el orden que les corresponde.
Lo importante no es que Rajoy y Zapatero se hagan fotitos más o menos guapos, más o menos juntos, o más o menos sonrientes. Lo importante es que el Gobierno tome decisiones acertadas y que, en ese caso y sólo en ese caso, la Oposición las apoye, y si no, quede en evidencia. Pero mientras el Gobierno, como es su responsabilidad, -responsabilidad que por cierto no comparte con nadie que para eso tiene la legitimidad que le dan las urnas-, no presente un paquete de medidas en la correcta dirección, lo que uno espera de la Oposición, que para eso se llama Oposición, y no Colaboración, o Buen Rollito, la Pandi o el Grupo de Amiguetes, no es que se haga fotitos con el Gobierno, sino que le afee su conducta y no lo apoye. Es más, soy de los partidarios de que lo haga con la estridencia que exija la ocasión, una exigencia que en el caso de la flagrante inanición de nuestro Gobierno es mucha. En otras palabras, pacto sí, pero pacto para hacer algo, no el pacto por el pacto, una memez a la que tanta afición le hemos cogido los españoles desde que nos miramos en el espejo de la mediocridad que alcanza cuanto abarca nuestro presidente.
Es curioso que un gobernante que no ha hecho otra cosa en sus seis años de Gobierno que intentar colocar, si no en la clandestinidad, sí en el total descrédito, no sólo ya al líder de la Oposición y a su partido (recuerden Vs. iniciativas tan canallescas como el Pacto del Tinell o el cordón sanitario), sino lo que es mucho más grave, a los diez millones de electores que lo votaron, a los que no se han ahorrado calificativos (sólo a modo de ejemplo recuerden Vds. la referencia a los tontos de los cojones de un distinguido y elegante dirigente del PSOE), recurra ahora al buen rollito para pedir a la Oposición un cheque en blanco que le permita continuar tomando las medidas exactamente contrarias a las que la situación exige.
No nos engañemos. El único objetivo de la ansiada fotografía por lo que al Sr. Zapatero se refiere, no es otro que el de convertir a la Oposición en cómplice del desaguisado por él desencadenado y de la catástrofe que se avecina, invitándola a compartir la hoguera en la que el Gobierno arde inexorablemente. Pero si el Sr. Zapatero tuviera algo de, no voy a llamarlo patriotismo -inesperable en quien cree gobernar sobre un ente discutible y discutido- pero sí altura de miras, -no más esperable, bien pensado, en quien exhibe semejante falta de escrúpulos y de formación-, se daría cuenta de que es el momento de actuar con generosidad, y de recabar para sí la responsabilidad de lo ocurrido, exonerando en la medida de lo posible a la Oposición para no menguar las posibilidades de éxito del más que intuíble relevo que se presenta ya en lontananza.
Cosa así en un país que, como el nuestro, no tiene otro horizonte que el de un partido político sin ideario y sin escrúpulos convertido en una máquina de medrar y gobernar como es el PSOE zapaterita, puede parecer rara. Pero ello no debe llevarnos a los españoles a la conclusión errónea de que tal ocurre en todas partes y no es concebible un comportamiento diferente: no creo haber captado el menor aferramiento al poder en el SPD alemán cuando le tocó perder las elecciones contra la actual canciller Angela Merkel.
Sin salir de nuestro más próximo entorno, si Vd., Sr. Zapatero tuviera la menor noción de historia, que tampoco la tiene, -¿de qué sabe hablar Vd., Sr. Zapatero, más allá de lo fachas que son todos los españoles que no le votamos?- sabría que uno de los aspectos más encomiables del período histórico que damos en llamar Restauración, pantomima de democracia que no obstante registró logros dignos de elogiar, era que cuando los partidos políticos que se alternaban en el poder, el Conservador y el Liberal, sentían llegado su momento, se hacían resignadamente a un lado posibilitando facilitando el acceso al gobierno del contrario. Le digo más, Sr. Zapatero, creo haber intuido parecida sensación de alivio en su correligionario Felipe González cuando perdió las elecciones en 1996.
La mezquindad que Vd. profesa, Sr. Zapatero, es tan enorme, que en su desesperada huida hacia delante, ni a su propio partido va a salvar de la hoguera en la que su mediocre figura arde ya. Y en clave tal se ha de interpretar el hecho desconcertante de que haya puesto a trabajar al medio a Vd. adicto de todos conocido, el diario Público, en el descrédito de quien parecía presentarse como el adalid de su relevo, el Sr. Bono, que no por ello deja de ser uno de los políticos más hipócritas y oportunistas de cuantos militan en su partido.
Sr. Zapatero, aunque sólo sea una vez, y sin que sirva de precedente, haga Vd. un favor a su país, por discutible y discutido que lo considere. Inmólese en la hoguera como un mártir, y quémese Vd. solito. Pero pare Vd. de pedir a todos que le acompañen a la hoguera, para que, ya que no otra cosa, -¡que hay que ver cómo deja Vd. el país que cogió hace seis años!-, podamos recordarle con agrado, aunque sólo sea, en el momento de su marcha para siempre.
¡Y que halle Vd. tanta paz como paz deja, Sr. Zapatero!