La carta del Vaticano sobre Marcial Maciel era tan esperada como previsible su contenido. Ni se podía ni se debía decir otra cosa que lo que se ha dicho. Tras este documento, quedan algunos interrogantes que convendría despejar lo antes posible. El primero es el concerniente a las víctimas. El segundo es el que afecta al futuro de la institución fundada por Maciel.
Con respecto al primero, la atención mediática está puesta en los que padecieron las consecuencias de la pederastia. Como algunos de ellos se han apresurado a reclamar, habrá que resarcirles económicamente. Pero hay otro grupo de víctimas del que se habla menos y al que también se refiere el documento vaticano: la práctica totalidad de los que integran tanto la Legión como el Regnum Chisti, los cuales ignoraban la vida de su fundador. Son decenas de miles de personas inocentes que están sufriendo horriblemente, en parte al saber las atrocidades cometidas por Maciel, pero también por las cosas que se están diciendo de ellos. Sé que no es políticamente correcto defender ahora a los legionarios, pero no puedo callar al ver la crucifixión que están padeciendo. No son muchos los que conozco, pero hacia estos siento una gran admiración. Sin duda que en la Legión no faltarán los que no viven bien sus votos, incluido el de pobreza, pero no es justo generalizar, pues al margen del dinero que tenga la institución, la mayoría lleva una vida ejemplar en todos los sentidos. Por eso es urgente que se responda al segundo interrogante, para que esas personas buenas puedan encontrar un camino de santidad que tenga el prestigio propio de las cosas de Dios. Recemos por ello.