Queridos hermanos y amigos: Después de haber escrito al grupo de los sacerdotes de Gerona, leo que se han manifestado en la misma línea unos sacerdotes de Lleida. Y pienso que pueden hacer bien a unos y a otros unas palabras fraternas.

Lógicamente, no voy a repetir mis palabras de la carta anterior, pero sí creo que con este escrito se pueden completar.

Pienso que no hacen ningún bien a los fieles esas manifestaciones. Supongo que seguiréis sintiéndoos sacerdotes y seguiréis actuando como tales. Yo, por mi parte, os animo a seguir actuando como sacerdotes, pero viviendo en plenitud vuestro ministerio sacerdotal, de manera que no tengáis tiempo para cualquier otra cosa que no sea el ejercicio del sacerdocio como padres y pastores de vuestros fieles. Os aseguro que si lo hacéis, encontraréis la misma ilusión de vuestros primeros años de vuestro sacerdocio.

No sé cuál es la línea de vuestra acción pastoral, pero si hay algún sacerdote que no confiesa, que no hace oración, que no predica debidamente la Palabra, que no cuida la catequesis, que prescinde del Magisterio.., no sé si tendrá fuerzas para seguir; le faltará campo de actuación y podrá derivar hacia otros caminos, por ejemplo, el matrimonio que, por otra parte, no es fácil.

Y con tanta necesidad que hoy hay de evangelización, ¿cómo pedir que los sacerdotes puedan ser casados? El matrimonio es todo un proyecto de vida y el sacerdocio no es una tarea a plazos. Hay mucha diferencia entre la acción misionera de los sacerdotes orientales y los occidentales y hoy se necesita como nunca la acción misionera.

En línea de la vivencia de la espiritualidad sacerdotal, el Código, (cánones 528 y 529) con un gran sentido pastoral, señala y urge a los párrocos, además del deber de colaborar y de promover la comunión eclesial, una serie de actividades que, con mayor o menor relevancia social, tienen la eficacia y la fuerza evangélica capaz de ir cambiando el mundo y de ir estructurándolo según el espíritu del Evangelio.

Y así recomienda que:

- anuncien la palabra de Dios en su integridad;

- Cuiden la homilía y la formación catequética;

- fomenten las iniciativas en las que se promueva el espíritu evangélico;

- procuren la formación católica de los niños y jóvenes;

- se esfuercen para que el mensaje evangélico llegue a quienes han dejado de practicar o no profesan la verdadera fe;

- cuiden la celebración de los sacramentos de la eucaristía y penitencia;

- cuiden la liturgia. (can. 528).

Aparte de toda esta atención a la evangelización y a la vida sacramental, insiste el Código

en el más perfecto cumplimiento de la función pastoral. Y así apunta a que deben:

- conocer a los fieles;

- visitar las familias;

- participar en sus preocupaciones y en su dolor por el fallecimiento de seres queridos;

- corregirles;

- visitar a los enfermos, especialmente a los moribundos;

- dedicarse especialmente a los pobres, a los afligidos, a los emigrantes;

- atender a los esposos y padres para que se fomente la vida cristiana en el seno de las familias;

- promover la colaboración y la comunión eclesial en comunión con el obispo y con el presbiterio diocesano (can. 529).

A pesar de todo esto que puede y debe hacer el sacerdote, ¿todavía tenéis tiempo para cuidar una familia?

Fijaos si tenéis campo abierto. Lo que faltan son sacerdotes totalmente disponibles para el Evangelio.

Entre los comentarios a mi anterior artículo, hay uno que me ha llamado la atención. Dice así:  "Suscribo las palabras y pensamientos de Mons. Gea, yo como Diácono Permanente, desde hace 5 años, casado y con 2 hijos ya adultos, en muchas ocasiones me encuentro con que no puedo atender más a la comunidad a la que sirvo, porque primero debo de atender a mi familia, eso siempre lo dejó claro nuestro Obispo, primero la familia, que es donde tenéis que servir y santificaros, luego en las tareas que la Iglesia os encomiende. Personalmente lo he vivido en propia persona, y aún teniendo una esposa que respeta y me permite desarrollar mi diaconado, siento que no puedo dar el cien por cien en donde sirvo como diácono. Por eso, cuando surge el tema de que los sacerdotes deberían estar casados, soy el primero en cuestionarlo. Tiene toda la razón la Iglesia a la que pertenecemos, un sacerdote debe de estar disponible las 24 horas del día a sus hermanos... y si no "¿para que te hiciste?", palabras que le dijo un "indiecito peruano" a un misionero que se iba quejando porque le necesitaban urgentemente en una aldea alejada de su parroquia de misión y a altas horas de la madrugada, y después de un agotador día de misión, iba refunfuñando por dicha tarea extra, y el ́́indiecitó́ con toda sencillez y sabiduría le espetó: "entonces padrecito ¿para que te hiciste? Un abrazo en Xto-Jesús Don José.

Otras frases de los comentarios son:

En realidad, quien cuestiona el celibato, cuestiona las mismas palabras de Jesús invitándonos a abandonarlo todo (también el amor conyugal) y seguirle.

Y si quien lo cuestiona es un sacerdote, la mayoría de las veces es un síntoma de que su amor se ha enfriado lo bastante como para necesitar a alguien más en su corazón.

¿O sea que porque el celibato sea obligatorio en el sacerdocio, hay gente que rechaza seguir a Cristo? Es absurdo.

Acabo con unas palabras de D. José Mª García Lahiguera, antiguo Arzobispo de Valencia. Decía que el sacerdote debe ser siempre sacerdote y sólo sacerdote

Con todo afecto

José Gea