El problema de la pedofilia entre el clero es un problema grave porque la Iglesia defiende un mensaje que aspira a la santidad, pero no lo es, desde luego, porque la proporción de pederastas entre el clero sea superior a la que existe en el resto de la sociedad.
Como persona que quiere a la Iglesia, reclamo de ella y de sus autoridades una solución firme y tajante, que no deje resquicios y que, en terminología de su fundador, sea capaz de separar la buena semilla de la mala. Pero acusar al clero de pederasta porque un porcentaje ínfimo de sus miembros lleve a cabo tan nefanda práctica, sería como acusar a los políticos de corruptos porque algunos de ellos practican el chanchullo. Y les voy a decir una cosa: soy de los que cree que hay más chanchullo en la política que pedofilia en el clero. Y como yo, muchas otras personas, la mayoría en realidad. Y así, mientras los españoles consideramos la corrupción política como el tercero de nuestros problemas, por delante de algunos tan llamativos como el terrorismo, no sé a que lugar habría que descender para encontrar como problema el de los curas pederastas. Y ello aún a pesar del elevadísimo porcentaje de padres que hemos encomendado a la Iglesia nada más y nada menos que la educación de nuestros niños, esos de los que los pederastas abusan: 1,3 millones de niños escolarizados en centros vinculados a la Iglesia sobre un total de 7 millones de alumnos, a saber, casi uno de cada cinco escolares españoles.