La llegada al poder de Rodríguez Zapatero ha determinado la puesta en práctica de medidas que afectan directamente a la Basílica de la Santa Cruz del Valle de los Caídos, penúltimo episodio de un asedio que ya comenzó en la etapa de Felipe González como se expuso con toda crudeza en un documental emitido entonces por TVE en el programa “Infamia Semanal”.
 
La agresión sufrida por la escultura de la Piedad, obra el extremeño Ávalos, a manos de los democratalibanes no es sino la escenificación más dramática de lo que viene ocurriendo hace ya algunos años.
 
Recordemos las agresiones sufridas por las personas que vienen asistiendo a la conmemoración del aniversario de Franco o de José Antonio porque para las fuerzas de orden público el Rosario y una cinta de la Virgen del Pilar con la bandera de España son una provocación; las restricciones impuestas a estos actos; las continuas cesiones a la arbitrariedad gubernamental aceptando unilateralmente una ambigua “despolitización” del Valle … Tal vez algunos pensaron que fastidiando a los de siempre (esos intolerantes de la extrema derecha) nuestros demócratas gobernantes cederían en su furor contra todo lo que el Valle representa. El tiempo ha demostrado la magnitud de su error.

Se ha hablado de demolición, de convertir la Basílica en museo de la represión, amparándose en el falso mito de las obras del Valle y, por ahora, ya se ha puesto en práctica el cierre de la Basílica como lugar donde el culto se desarrolla con normalidad y se reciben las visitas que un Monumento de esta categoría logra atraer en cifras tan elevadas.

Desde el 3 de diciembre de 2009 sólo hay acceso para la Misa conventual de las once de la mañana, terminada la cual se hace salir a los asistentes y se cierran sus puertas. Rezar ante las tumbas del anterior Jefe del Estado o del fundador de la Falange se ha convertido en “misión imposible” y hasta son pudorosamente ocultadas las banderas que ondean en el mosaico de la cúpula. Pasada la Semana Santa, se cerraron también las puertas de la Basílica, lo que aumenta las dificultades para la asistencia a Misa porque el acceso obliga a pasar por la Abadía.

Ahora se está procediendo a desmantelar la Piedad que corona la fachada sin que Patrimonio Nacional haya demostrado la existencia de informes técnicos contrastados que corroboren la necesidad urgente de esta medida o de un proyecto para desmontar y restaurar la piedad con licencia, precios, adjudicación de las obras y plazos. Más aún, ni siquiera se garantiza que sea posible hacerlo sin destrozar el modelo original. Todo esto ha movido a la Asociación para la Defensa del Valle de los Caídos a interponer un recurso contencioso administrativo contra Patrimonio Nacional por el cierre del Valle de los Caídos.

En la Carta Apostólica de Juan XXIII (7-abril1960), con la que se eleva al honor de Basílica Menor la Iglesia de la Santa Cruz del Valle de los Caídos, se describe el monumento y su finalidad en los siguientes términos:

«Yérguese airoso en una de las cumbres de la sierra de Guadarrama, no lejos de la Villa de Madrid, el signo de la Cruz Redentora, como hito hacia el cielo, meta preclarísima del caminar de la vida terrena, y a la vez extiende sus brazos piadosos a modo de alas protectoras, bajo las cuales los muertos gozan el eterno descanso.
Este monte sobre el que se eleva el signo de la Redención humana ha sido excavado en inmensa cripta, de modo que en sus entrañas se abre amplísimo templo, donde se ofrecen sacrificios expiatorios y continuos sufragios por los Caídos en la guerra civil de España, y allí, acabados los padecimientos, terminados los trabajos y aplacadas las luchas, duermen juntos el sueño de la paz, a la vez que se ruega sin cesar por toda la nación española. Esta obra, única y monumental, cuyo nombre es Santa Cruz del Valle de los Caídos, la ha hecho construir Francisco Franco Bahamonde, Caudillo de España, agregándola una Abadía de monjes benedictinos de la Congregación de Solesmes, quienes diariamente celebran los Santos Misterios y aplacan al Señor con sus preces litúrgicas».

Por voluntad de su fundador, es el Valle de los Caídos un lugar especialmente vinculado a la Santa Sede. A ella se dirigen nuestros ojos esperando un gesto que venga a señalar a los católicos españoles la importancia de este lugar como una de las mejores expresiones de la grandeza de nuestra historia reciente.

Y por eso nos atrevemos a sugerir a quien corresponda la posibilidad de que tenga lugar en el Valle de los Caídos alguna de las concentraciones previstas con ocasión de de la Jornada Mundial de la Juventud que tendrá lugar en España el próximo año.

Tal vez sea solamente un sueño. Pero que al menos nos dejen soñar que la presencia del Santo Padre en un lugar que ya conoce (porque lo visitó en 1989) viene a convertir a la imagen de la Piedad del Valle —machacada por la ofensiva laicista del Gobierno y de sus cómplices— en símbolo de la resurrección espiritual de una España católica que hunde sus raíces en lo que el Valle de los Caídos contiene y simboliza.

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