Hace algún tiempo escribí sobre la conversión de Scott Hahn, un pastor presbiteriano que regresó a la Iglesia Católica mientras escribía su tesis sobre el Apocalipsis y que quedó cautivado por la Eucaristía. Hoy día se ha convertido en uno de los principales apologetas de nuestra Iglesia al tiempo que sigue manteniendo conversaciones y debates con pastores protestantes sobre temas teológicos. Gracias a su testimonio muchos protestantes han iniciado un camino de búsqueda que para muchos ha culminado con su regreso a casa.
Hoy os traigo el testimonio de Christopher Cuddy, un joven calvinista que, con a penas 19 años, regresó a la Iglesia Católica gracias al testimonio y consejo de Scott Hahn. Su testimonio es especialmente llamativo dada su juventud, ya que por lo general éste proceso se prolonga durante muchos años en los que las dudas, los rechazos, las presiones y las ideas preconcebidas frenan la decisión última de dar el paso. Ya hemos visto varios ejemplos de conversión de este tipo y casi siempre se produce esta demora. Pero Cuddy, quizá por su juventud, no dudó en dar el paso enseguida, lo que, tal y como él dice, sorprendió a muchos.
Sus orígenes son calvinistas, y el principal motor de su fe calvinista era la predestinación, tal y como él nos comenta. Tal y como ya dijimos al hablar de Scott Hahn y de los Presbiterianos (calvinistas de las zonas anglosajonas, las congregaciones calvinistas no anglosajonas se denominan iglesias reformadas), el calvinismo basa sus creencias en la trascendencia divina, la predestinación y la justificación. No creen en la presencia real de Cristo en la Eucaristía (transubstanciación) ni en los sacramentos, aunque vemos que en el caso de Chris Cuddy él si habla de sacramentos (bautismo y cena del Señor), pero no pueden ponerse en el mismo nivel que los Sacramentos de la Iglesia Católica. De los tres pilares de creencias el más controvertido es el de la predestinación ya que, según los calvinistas, los seres humanos nacemos predestinados a la salvación o a la condenación (no creen en el Purgatorio), y una persona que reconozca el Señorío de Cristo ha sido predestinada por Él a la salvación haga lo que haga y pase lo que pase, nadie puede quitársela. Esta postura ha sido matizada por las diferentes congregaciones derivadas del Calvinismo, algunas se adhieren plenamente a las ideas de Calvino, otras hablan de que la salvación es universal por el sacrificio de Cristo, que es para todos los hombres (arminianos). Es precisamente el debate interno sobre la predestinación lo que hace que muchos calvinistas que estudian los planteamientos sobre el tema de la iglesia católica se asombren e inicien su regreso a casa.
Qué importante es que los católicos conozcamos bien nuestra doctrina, cuán fundamental es para los católicos leer la Biblia y conocer a fondo el catecismo. No conocemos los fundamentos de nuestra fe, no sabemos defenderla, no nos damos cuenta de que, si la conociéramos a fondo, la amaríamos aún más y sería una ayuda impagable para fortalecer nuestra fe.
Los interesados en lo que dice la Iglesia Católica sobre la predestinación pueden encontrar el texto de Reginald Garrigou-Lagrange, O. P. en:
http://www.thesumma.info/predestination/index.php
Aquí os dejo el testimonio de Christopher Cuddy y un vídeo entrevista con Steve Woods que le ayudó en su regreso a casa, espero, como siempre, que sea de vuestro agrado.
Viaje de un joven a través de la tradición, un calvinista encuentra la historia del Cristianismo en la Iglesia Católica.
Por Christopher Cuddy
Tomado de:
http://www.envoymagazine.com/planetenvoy/081704-TeenageRoadToTradition-Full.htm
Dicen que la locura está ligada al corazón de un niño, y me inclino a estar de acuerdo.
En marzo de 2003 celebré mi 19 cumpleaños. Aunque cada cumpleaños es especial a su manera, éste fue particularmente singular porque fue el primer cumpleaños que he celebrado fuera de mi casa y de mi familia. Si me siento a mirar mi pasado y a analizar los acontecimientos de estos diecinueve años de mi existencia, sólo me puedo sonrojar, sonreír y sacudir la cabeza con vergüenza. Las dos cosas que resumen mejor mi vida hasta el día de hoy son:
1) Soy un pecador, y
2) Dios me ama más de lo que yo podré nunca amarme a mí mismo.
Mi abuelo solía decir que "cuanto mayor te haces, menos sabes", una frase que nunca fui muy capaz de entender cuando era niño. Durante éstos últimos meses, sin embargo -como mis creencias y compromisos han sido los desafiados y alterados- he llegado a apreciar la sabiduría de mi abuelo.
Mi abuelo tenía razón: ¡a medida que creces, menos sabes!
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Hablando de conversiones al catolicismo, Graham Henry G. hizo una vez la siguiente declaración: "Los jóvenes requieren más valor moral y fuerza de voluntad que la media para dejar a la conciencia obtener la victoria" (de Kirk a la Iglesia Católica, San Diego: Catholic Answers, 1997, p. 117). Sólo ha sido en el último año que las perceptivas palabras de Graham han impactado en mi propia vida. Leí por primera vez esa declaración cuando aún estaba tratando de decidir si me iba a convertir al catolicismo. Y está en lo cierto. La agitación interna que se experimenta no es fácil y, definitivamente, no es agradable.
Nací hijo ilegítimo en Seúl, KoreaCorea, en 1984, y fui adoptado a los tres meses de edad. Me crié -el mayor de cinco hijos- en un ambiente de amor, en una especie de hogar-escuela, un hogar cristiano protestante. Mi interacción con los católicos durante mi crecimiento fue sólo ligera e indirecta. Mi abuelo era un pastor fundamentalista. Uno de mis tíos era “anciano” en una denominación presbiteriana. Otro tío mío otro nació católico, pero finalmente dejó a la Iglesia y se convirtió en Bautista.
No había ni un solo católico en ambos lados de mi familia.
Mi primer encuentro con lo "católico" llegó a través de mi padre cuando yo tenía unos nueve o diez años. Uno de sus compañeros de trabajo era católico, y durante las pausas del almuerzo él y mi padre solían tener discusiones informales sobre religión y teología. Ninguno de ellos fue capaz de "convertir" al otro, y finalmente renunciaron. No conocía muy bien al compañero de trabajo de mi padre, pero su hija -una preciosa chica rubia- fue uno de mis primeros amores. A excepción de los encuentros indirectos, tales como estos, sin embargo, el catolicismo era una rareza en nuestro hogar. En ocasiones hablábamos de ello en nuestras conversaciones durante la cena, pero nunca lo tomamos en serio.
Mi familia sólo asistía a iglesias no denominacionales, que eran teológicamente bautistas. No éramos "legalistas", del tipo de protestantismo "Bob Jonesiano", pero sí nos adherimos a un estricto bautismo y una visión «simbólica» de la comunión. Los sacramentos, aunque importantes, no eran centrales en la liturgia de nuestras iglesias. Considerábamos la Biblia como absolutamente infalible, totalmente inspirada y la única fuente de autoridad obligatoria tanto en nuestra vida como en nuestro pensamiento. Una copia de la Biblia es todo lo que realmente se necesita para tener una relación personal con Jesucristo. Y si bien no éramos practicantes, nos dimos cuenta de que tener "la Iglesia en casa" era una forma aceptable de servicio dominical.
Empecé a tener un fuerte interés por la filosofía cuando estaba en el sexto grado. El primer filósofo que llamó mi atención fue René Descartes, y un día en vez de realizar un trabajo escolar asignado por mis padres, me encerré en mi cuarto a leer su Discurso del Método. También leí un ensayo de Locke sobre el entendimiento humano, y la crítica de la razón pura y práctica de Kant. No pretendo haber entendido todo lo que estaba leyendo, pero podía sentir que sus ideas eran importantes no sólo para la comprensión de la realidad a nivel filosófico, sino también a para el día a día de cada uno y la visión del mundo y la vida.
Los cambios
Tenía unos trece años cuando mi familia desarrolló una teología de "revolución" de clases. Estábamos asistiendo a una Iglesia Evangélica Libre en esos momentos, y mi padre trajo a casa una serie de videos de conferencias de teología que habían estado utilizando en su clase de la escuela dominical para adultos.
"Chris, mira esto"- Mi padre me dio varios videos -"Estas cintas son bastante buenas. Este tipo es inteligente, y realmente te hace pensar en lo que dice. Creo que te van a gustar".
Mi padre tenía razón: me gustaron. Me gustaron mucho. Tanto es así que comencé a devorar todos los libros y cintas que pude encontrar de éste teólogo. Y fue a través de sus libros, cintas y programas diarios de radio, que me zambullí en los principios del Protestantismo histórico reformado. Tras varios meses de lectura y estudio abracé totalmente el calvinismo, en su rama presbiteriana, con su visión de Dios y el mundo. Devoré todos los libros y cintas sobre teología reformada que pude encontrar. Empecé a leer las obras de reformadores protestantes como Martín Lutero, Juan Calvino, Theodore Beza y John Knox. Me enamoré de los escritos de los puritanos como John Owen, Richard Baxter, Goodwin Thomas y Jonathan Edwards. También tomé un gran interés en los teólogos de Princeton como Charles Hodge, Alexander JA, y BB Warfield.
La teología reformada ya no era sólo un hobby para mí. Fue mi pasión.
Era mi vida.
Más cambios
Durante el verano que siguió a mi graduación en la escuela secundaria, volé hacia el sur para pasar algún tiempo trabajando con un teólogo protestante extremadamente brillante que había desempeñado un papel central en la fundación de los movimientos de “Reconstrucción Cristiana” y “teonomía”. Los reconstruccionistas cristianos son defensores de la idea de que "toda verdad es la verdad de Dios", y que cada aspecto de la vida debe someterse a la autoridad de Dios. La mayoría de los estudiosos de este movimiento son muy calvinistas, y muchos de ellos tienen un gran respeto por la jerarquía eclesial, la liturgia y los sacramentos. Cansado de la teología superficial y estancada que había encontrado dentro de la mayoría del protestantismo evangélico, me atrajo fuertemente a su visión socio-política, filosófica y teológica. No pasó mucho tiempo antes de que me alineara de todo corazón con sus teorías.
Fue a través de mi estudio de los escritos de estos eruditos que descubrí que la liturgia y la jerarquía eclesial no eran cosas a las de temer. Rechacé el individualismo igualitario eclesial al que había estado expuesto al crecer. Descubrí que "la iglesia" era mucho más que un "club" o "encuentro" de personas que piensan igual. Me convencí de que la iglesia fue instituida por Dios, y que debido a cierta primacía y eficacia desbordó los límites de la "religión" para inundar el mundo y la cultura.
Así, al final de mi último año de escuela secundaria, me profesaba seguidor de la alta liturgia, teonómico, calvinista y presbiteriano. Y aunque mi sentido de la liturgia y los sacramentos había aumentado considerablemente, todavía era fervientemente anti-católico. No había nada más claro para mí que la herejía flagrante de la Iglesia Católica. La posibilidad de que el catolicismo pudiera ser verdad ni siquiera me pasó por la mente.
Fue en este pensamiento, y con este conjunto de convicciones teológicas, que fui aceptado en el Grove City College.
La vida universitaria
Me matriculé en el Grove City College en la doble carrera de teología/filosofía, junto con una diplomatura en Inglés. Elegí Grove entre otras universidades por varias razones:
1) Es Presbiteriana y Reformada en su teología,
2) tenía la reputación de ser extremadamente conservadora en sus opiniones políticas, y
3) uno de mis mentores teológicos había aceptado recientemente una plaza de profesor en dicha universidad.
Visité su hermoso campus en el último año de escuela secundaria y me gustó lo que vi. La universidad fue generosa con la ayuda financiera que me facilitó, y entré oficialmente en su programa académico en el otoño de 2002. Llegué a Grove City plenamente decidido a buscar una comprensión más profunda de las complejidades de la Fe Reformada.
Huelga decir que el catolicismo era lo último que me podía plantear.
Primer Encuentro
Todo comenzó cuando estaba comiendo un día en la cafetería. Era la segunda o tercera semana de clases, y estaba sentado con mis dos nuevos amigos: Chris y Brent. Chris quería ser licenciado en ciencias políticas. Brent en teología/filosofía. Los tres éramos protestantes.
Estábamos hablando sobre diversos temas relacionados con la teología, la filosofía y la cultura pop cuando Brent mencionó que acababa de conocer a un estudiante poco común: un católico que estaba estudiando teología. Yo estaba un poco perplejo. ¿Un estudiante de teología católica en el Grove City College? Brent dijo que este estudiante –que también cursaba primer año- parecía un tipo interesante y me sugirió que pasara por su dormitorio y me lo presentaría.
Chris, que había estado escuchando en silencio hasta ese momento, dijo: "Sí, lo conozco. Es mi primo Gabriel".
- "¿En serio?" Le dije.
- “Sí, su padre es un teólogo y apologeta católico que escribe libros, graba cintas y hace cosas así".
- "¿En serio?" -le dije otra vez sorprendido-"¿Quién es tu tío?" Acababa de tomar un bocado de mi bocadillo y me ahogué con su respuesta.
- “Scott Hahn”
Dejé mi sándwich a medias y me levanté de la silla.
- ¡¿¡¿El hijo de Scott Hann viene aquí?!?! ¿Su hijo es estudiante en el Grove City College?
Conocía a Scott Hahn y su historia de conversión. Había oído la cinta “Un Ministro Protestante se convierte a la Iglesia Católica Romana” unos cinco años antes. También había leído un ejemplar de su libro “Roma, dulce hogar: Nuestro viaje al catolicismo” (San Francisco: Ignatius Press, 1993).
Por un lado estaba intrigado por la aparente honestidad y la sinceridad del viaje de Hahn desde el protestantismo evangélico a la Iglesia Católica. Su historia era única. Nunca había escuchado algo así antes. Por otro lado, sin embargo, la historia de Hahn me preocupaba mucho. Todos los mentores de la antigua teología y gentes que habían estado asociadas con Scott Hahn eran hombres que yo admiraba y respetaba en ese momento. Nuestros orígenes fueron muy similares -casi demasiado similares- y a veces parecía como si estuviera, inconscientemente, siguiendo sus pasos.
Me costó creer que era posible que un pensador protestante -que había "probado" las delicias de la fe reformada- hubiera "desertado" hacia Roma. Era simplemente inconcebible. Había leído varios artículos escritos por protestantes acerca de la historia de Hahn, y muchos de ellos llegaron a la conclusión de que no tenían una respuesta satisfactoria a la pregunta de "¿por qué Scott Hahn se ha convertido al catolicismo?" Simplemente la gente hace cosas raras.
Después de leer su libro y haber escuchando sus cintas llegué a la conclusión de que Hahn era simplemente un bicho raro o un falso. O él nunca había entendido realmente la fe reformada, o su conversión era falsa y se mezclaba con motivos profanos. Yo no podía entender cómo un calvinistas convencido podría vender su alma a la "prostituta de Babilonia".
Para mí no tenía sentido alguno.
Encuentros personales
Finalmente conocí a Gabriel Hahn y nos hicimos muy amigos. Contrariamente a lo que cabría esperar, ninguno de los dos tratamos de "convertir" al otro. Nuestra relación se basaba en la interacción personal positiva. A pesar de que con frecuencia llevábamos a cabo de forma informal "debates teológicos", las discusiones eran siempre de naturaleza caritativa. Además, mientras que Gabriel tenía una afinidad natural para los estudios bíblicos, su experiencia con las complejidades de la teología sistemática eran un tanto limitadas. Y si bien comprendía la mayor parte de las principales diferencias entre el protestantismo y el catolicismo, no confiaba en su habilidad teológica para responder satisfactoriamente a todas las objeciones protestantes a la fe católica. Por lo tanto, como nuestra relación se hizo más profunda -y mis objeciones se hicieron más apremiantes- me derivó hacia su padre.
Conocí a Scott Hahn en una tarde de frío de otoño. Gabriel, su primo Chris y yo estábamos descansando en el dormitorio de Gabriel cuando su padre llegó. Recuerdo estar un poco nervioso al encontrarme con él. Había oído a varias docenas de pastores protestantes referir historias de horror sobre el “perro de Hahn” y su tendencia a ser implacable en las discusiones teológicas. Gabriel me aseguraba que su padre no tenía nada en común con los rumores y las historias que había escuchado, pero yo todavía estaba muy intimidado por su reputación.
Me pasé el día preparando su visita y releyendo “Roma, dulce hogar” y pidiendo humildemente al Señor que me usara como instrumento para "volver a abrir" los ojos del Dr. Hahn a las verdades de la fe reformada. Aunque no era mi intención primordial "ganarle para la causa", yo estaba más interesado en escuchar lo que tenía que decir acerca de la importante colección de objeciones al protestantismo que había ido acumulando con los años.
Independientemente de lo que pudiera suceder, sin embargo, estaba seguro de que no había nada que él pudiera decir que me convenciera sobre la verdad del catolicismo. Yo no estaba dispuesto a comprometer mis convicciones protestantes.
Todos estos sentimientos de ansiedad y angustia quedaron rápidamente olvidados. Scott Hahn era un hombre alto, de ojos cálidos y sonrisa sincera. Nos sacó a los tres a comer a un McDonald´s local y hablamos de teología durante unas tres horas.
Encontré en el Dr. Hahn mucha humildad, nada amenazante, y era un verdadero placer hablar con él. Y debido a que sus orígenes eran tan similares a los míos, no tuvimos problemas para encontrar un terreno común sobre el que construir. La primera mitad de la conversación la gastamos en compartir historias acerca de nuestras experiencias con los autores y teólogos que influyeron en nuestra formación teológica. Me impresionó la amplitud de los conocimientos del Dr. Hahn y el sincero respeto que tenía para muchos de sus antiguos mentores protestantes. Lejos de albergar sentimientos de hostilidad y desprecio hacia sus profesores protestantes, él los miraba con profunda y sincera admiración. Me emocionó muchísimo la gratitud y el aprecio que sentía por ellos y su trabajo.
Escuché con atención todo lo que dijo -examinando cuidadosamente cada uno de sus declaraciones en busca de rastros de todo aquello susceptible de ser bíblicamente maligno y peligroso teológicamente. Al final, sin embargo, me sorprendí al ver que había muy poco sobre lo que yo pudiera hacer una queja legítima. Él escuchó pacientemente a mi lista de típicas objeciones a la fe católica, y respondió de manera sistemática a mis preguntas con pruebas claras de la Escritura y la historia de la Iglesia.
Quedé flotando fuera del agua. Nunca en mis más remotos sueños había imaginado que sería posible que alguien pudiera darme motivos bíblicos para el catolicismo –quizás si argumentos basados en la tradición-, pero nunca basados en las Escrituras.
La última objeción que planteé al Dr. Hahn antes de que regresara con su familia en Steubenville se refería a la idea católica de la predestinación. Como calvinista, yo estaba profundamente comprometido con la noción bíblica de sola gratia (la creencia de que la salvación es por gracia solamente ). Yo creía que la gracia era tan intrínsecamente y exclusivamente necesarias en el proceso de salvación, que se podría incluso no tomar en cuenta nuestra decisión inicial de aceptar a Cristo. Creía que Dios nos "predestinó" para abrazarlo antes de que nos convirtiéramos en un dirigible en la pantalla de radar cósmico.
A pesar de que nosotros nos sentimos como si hiciéramos la "elección" de seguir a Cristo, es realmente Él quien nos elige a nosotros. En mi opinión, la salvación en última instancia, dependía de la elección soberana de Dios desde la eternidad; no depende de la respuesta subjetiva del hombre.
Pensaba que el catolicismo había caído en un típico "semi-pelagianismo" categoría en la que la soberanía de Dios y su poder se ve gravemente socavada por el libre albedrío humano. Para mi absoluta sorpresa, sin embargo, el Dr. Hahn dijo que un católico puede estar de acuerdo -en un sentido específico- con los calvinistas. Explicó que la Iglesia Católica es enfática acerca de que la salvación se logra por la sola gracia, y que los católicos siguiendo la línea de Santo Tomás de Aquino estaban de acuerdo con muchos aspectos de la teoría calvinista de la predestinación.
Esto me chocó ¿¿¿Cómo puede un católico ni remotamente de acuerdo con un calvinista??? Para demostrar que no estaba diciendo estas cosas porque sí, el Dr. Hahn me recomendó leer el libro de Fr. Reginald Garrigou-Lagrange O.P. titulado Predestinación (Rockford, IL: Libros Tan y Publishers, Inc., 1998). Yo nunca había oído hablar de Fr. Garrigou-Lagrange. El Dr. Hahn me explicó que Garrigou-Lagrange fue uno de los teólogos católicos más brillantes del siglo XX. Había enseñado durante muchos años en la escuela de teología Angelicum de Roma, y fue asesor de teología de Juan Pablo II en su doctorado.
El Dr. Hahn sonrió. "Garrigou-Lagrange es uno de mis autores favoritos. Echa un vistazo a su libro. Creo que te gustará".
Recuerdo haberle estrechado la mano mientras se levantaba para irse. Me dio copias firmadas de varios de sus libros y varias de sus serie de cintas. Me hizo prometer que leería sus libros con un ojo crítico y volviera a hablar con él de mis "críticas más duras".
Le di mi palabra de que haría lo que me pedía.
Tiempo de Crisis
Todo lo que hice durante las semanas que siguieron fue leer. Lo dejaba para dormir, ducharme e ir a clases, pero eso era todo. En un mes leí aproximadamente cuarenta libros de teólogos protestantes y católicos debatiendo ambas posturas. He leído de todo, desde comentarios exegéticos, Historia de la Iglesia y teologías sistemáticas; a libros populares, artículos y testimonios de conversión de católicos y protestantes. He escuchado una docena de distintos debates entre apologetas católicos y protestantes. Incluso me reuní con varios miembros del departamento de Teología de la Universidad Grove para que emitieran sus opiniones sobre las cuestiones que estaba lidiando.
Todo en vano.
Cuanto más estudiaba menos podía creer lo que estaba descubriendo: el sistema de la teología católica tenía en realidad todo el sentido -¡sentido bíblico! Lancé al aire toda la prudencia académica formal. Comencé a descuidar mis clases para poder dedicar más tiempo a mi "investigación Católica". Acepté el hecho de que la pérdida del primer semestre de universidad era solo el precio que iba a tener que pagar a fin de recuperar el sentido de "estabilidad teológica" en mi vida.
Cuanto más leía, sin embargo, más me enfrentaba con la posibilidad aterradora de que tal vez algunos de mis supuestos protestantes podían no tener defensa basándolas en la Biblia. Estaba acostumbrado a debatir los problemas de la predestinación, la escatología (el estudio de los últimos tiempos), la salvación, etc... pero cuando se trataba de algo tan fundamental y tan básico para el protestantismo como sola scriptura -la creencia protestante de que solo la Biblia es la única fuente de autoridad en la vida de un cristiano- me quedaba sin recursos. Mi arsenal de argumentos a favor de la sola Scriptura era sólo vacío: ¡no existía! De hecho, ni siquiera había pensado que tenía un arsenal para defender la sola Scriptura. Simplemente era algo que daba por hecho, asumía la creencia en la Biblia cristiana.
Una vez que me di cuenta de que la noción protestante de la sola Scriptura no era en su fundamento (e irónicamente) bíblica, todo lo demás empezó a caer por sí solo. Desde el principio había considerado la noción católica de Tradición como otra cosa que la Iglesia Católica creó para instaurar una tiranía formada por hombres hambrientos de poder, los políticos-sacerdotes. Sin embargo todas estas nociones preconcebidas fueron desafiadas brutalmente una vez que empecé a leer a los primeros Padres de la Iglesia.
Junto con Scott Hahn, también estaba en contacto regular con otro converso presbiteriano: Steve Wood. El Sr. Wood fue extremadamente cortés y amable, y me envió varias cajas grandes llenas de libros y cintas para absorber y digerir. Una de las primeras cosas que me enviófue una colección en tres volúmenes de los escritos de los Padres de la Iglesia titulada: La fe de los primeros Padres (Collegeville: Liturgical Press, 1998) seleccionados y traducidos por William A. Jurgens.
De todos los libros que he leído durante este período, esta colección la leí con una especial apertura. Mientras más leía de y sobre los primeros Padres de la Iglesia, más me daba cuenta de lo católica que la Iglesia primitiva era en realidad. Siempre había supuesto que era la Iglesia Católica de la Edad Media la que había enturbiado las aguas teológicas añadiendo al hombre tradiciones diferentes, reglas y regulaciones. Pero, contrariamente a lo que yo había creído al principio, descubrí rastros fuertes de éste catolicismo en las primeras etapas de la Iglesia. Incluso en su infancia, la Iglesia estaba firmemente adherida a tales "doctrinas católicas" como la presencia real de Cristo en la Eucaristía, el papel de autoridad de la Tradición, la primacía papal de Pedro, la maternidad espiritual de María y la sucesión apostólica.
Nunca en mis más remotos sueños había imaginado que iba a encontrar esta adhesión patrística tan fuerte a lo que yo siempre consideré como travestismo teológico.
Con el tiempo mi "crisis" llegó a un punto clave. Había visto lo suficiente: ante mí aparecía la evidencia claramente y ya era hora de tomar una decisión.
Por la gracia de Dios llegué a estar plenamente convencido de la proclamación de la verdad de la Iglesia Católica. Y si bien había planeado originalmente entrar en la Iglesia en una parroquia local en Grove City, Pennsylvania, finalmente decidí trasladarme a la Universidad Franciscana de Steubenville, en Ohio.
Me inscribí en el programa de RCIA (programa para catecúmenos de la Iglesia Católica) en la Universidad Franciscana de Steubenville en la primavera de 2003 y fui recibido en la Iglesia el 19 de abril de 2003.
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Ha habido un gran número de maravillosas conversiones a la fe católica en los últimos años, y no considero la mía como "super-especial" o única. Todos los que han vuelto a casa, a la Iglesia Católica, han recibido gracias similares. No estamos aquí por nuestros méritos o valor intrínseco. Estamos aquí por el amor de Dios y su misericordia.
Como evangélico protestante, la predestinación no es sólo un tema "divertido" que me gustaba debatir. Fue en el centro de mi fe. Casi tan importante como las doctrinas de la justificación por la sola fe y la sola scriptura, la predestinación fue una de las piedras angulares de mis convicciones reformadas. Y mientras estaba un poco movido por algunas de las respuestas de la Iglesia Católica a las objeciones protestantes, lo que realmente me llamó la atención fue el punto de vista católico y la comprensión de la predestinación. Puedo decir honestamente que si no hubiera leído Predestinación, del P. Garrigou-Lagrange, probablemente no habría tomado a la Iglesia Católica lo suficientemente en serio para examinar algunas de sus otras doctrinas.
La predestinación era el eje sobre el cual giraban completamente mis creencias protestantes de teología.
Irónicamente, también fue el eje que dirigió mi camino hacia la Iglesia Católica.
Mis puntos de vista y la comprensión de la predestinación han cambiado y se han desarrollado conforme he convertido mi pensamiento y mi vida en católicos. Ya no soy el hiper-calvinista que una vez fui. Admito que hay cosas como un verdadero libre albedrío, y que Dios no activa, ni es causa directa, ni instiga el pecado de ninguna manera. Dios es el Dios de bondad, amor y verdad. No pueden llevar a alguien a pecar. Eso sería contrario a su naturaleza.
Pero todavía mantengo la firme convicción de que nuestro Dios -como Padre Celestial- es un Dios soberano. Él es un Dios todopoderoso y "todopoderoso sobre todos". No hay nadie más grande, más potente o más "libre" que Dios Todopoderoso. Sin embargo, Dios no es un dictador cósmico. Él no ejerce su poder divino manipulando a sus criaturas.
Todo lo contrario: Dios es un Padre amoroso que procura nutrir sus hijos e hijas adoptivos de la plenitud de su propia verdad y vida. La soberanía de Dios está enraizada en su amor. Dios es un ser divino, eterno, omnipotente y Padre. Y como tal, todo lo que hace en lo que respecta a sus criaturas es paternal y amoroso.
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Mi conversión al catolicismo no dio lugar a la demolición de mis creencias protestantes. Vino a darles plenitud y a transformarlas.
Mis amigos y seres queridos a menudo me preguntan cómo he podido abrazar una institución tan despreciable como la Iglesia Católica. Sólo puedo encogerme de hombros y dar la respuesta de que la Iglesia -como cualquier familia constituida por gente pecadora- tiene dificultades y conflictos.
Otros preguntan cómo puedo apoyar tan condenable sistema teológico. Sólo puedo sonreír y decir que la Biblia me convirtió al catolicismo.
Otros preguntan cómo pude haber sido tan imprudente como para tomar una decisión tan importante "con tanta rapidez". Sólo puedo encogerme de hombros, sonreír y decir que la Madre Iglesia estaba allí de pie con los brazos abiertos. Sonriendo. Esperándome pacientemente.
Ya era hora de volver a casa.
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Christopher Cuddy habla de Steve Wood, un converso que le ayudó en su camino de regreso a la Iglesia Católica, os incluyo un vídeo en el que habla del papado.