En las dos catequesis anteriores, el Papa ha puesto de manifiesto la grandeza de la vida humana y el respeto que merece. En esta, el Papa afina sobre otros aspectos que implican degradación de la persona en aspectos que afectan a la convivencia cotidiana y a las relaciones personales. Son los insultos, las calumnias, odios maledicencias, chismorreos, etc. San Juan en su primera carta capítulo 3, versículo 15 es tajante: “El que odia su hermano es un homicida. Y sabéis que ningún homicida lleva permanentemente en sí vida eterna”. Y Jesús en mateo 6, 21- 26 exige una gran limpieza de corazón en este aspecto: “Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas sus ofensas, también os perdonará vuestro Padre celestial, pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas”.
La gravedad del insulto o palabras semejantes debemos valorarlas desde las heridas que nosotros hemos recibido en semejantes circunstancias. Quizás tenemos heridas sin curar por este motivo. “Pensemos en la gravedad del insulto, del desprecio del odio. Jesús los pone al mismo nivel del asesinato. ¿Qué pretende decir Jesús, extendiendo hasta este punto el campo de la Quinta Palabra? Un hombre tiene una vida noble, muy sensible, y posee un yo recóndito no menos importante que su ser físico. De hecho, para ofender la inocencia de un niño basta una frase inoportuna. Para herir a una mujer puede bastar un gesto de frialdad. Para partir el corazón de un joven es suficiente negarle la confianza. Para aniquilar a un nombre basta ignorarlo. La indiferencia mata. Es como decir a una persona: «Tú estás muerto para mí», porque tú le has matado en tu corazón. No amar es el primer paso para para matar; y no matar es el primer paso para amar”.
Teresa de Jesús dice a sus hijas que deben guardar las espaldas de sus hermanas. Con la crítica no se las guardamos: “En la Biblia, al inicio, se lee esa frase terrible salida del primer homicida, Caín, después de que el Señor le pregunta dónde está su hermano. Caín responde: «No lo sé. ¿soy yo, acaso, el guarda de mi hermano?» Así hablan los asesinos: «No me afecta», «Son cosas tuyas» y cosas similares. Probemos a responder a esta pregunta: ¿Somos nosotros los custodios de nuestros hermanos ¡Sí lo somos! ¡Somos custodios los unos a los otros! Y este es el camino de la vida, es el camino del no matarás. La vida humana necesita amor. Y ¿cuál es el amor auténtico? El que Cristo nos ha mostrado, es decir, la misericordia. El amor del que no podemos prescindir es el que perdona, que acoge a quien ha hecho el mal. Ninguno puede vivir sin misericordia, todos necesitamos el perdón. Por tanto, si matar significa destruir, suprimir, eliminar a alguien, entonces no matar querrá decir: cuidar valorar, incluir. Y también perdonar”.
No somos minerales o vegetales. No podemos tener como ideal no hacer el mal. “A un hombre o a una mujer se le pide más. Hay bien por hacer, preparado para cada uno de nosotros, cada uno el suyo, que nos hace ser nosotros mismos hasta el fondo. «No matarás» es un llamamiento al amor y la misericordia, es una llamada a vivir según el Señor Jesús, que dio la vida por nosotros y por nosotros resucitó”.