Hoy Cristo nos habla de sacramento de la Eucaristía y de sí mismo, que se ofrece a nosotros por medio del sacramento. Para muchos de nosotros, la Eucaristía es tan sólo el final de la misa, cuando vamos a tomar el “pan”. Es frecuente que no alcancemos a ver más allá del sentido socio-cultural de la misa y de los sacramentos. Por eso nos cuesta entender las razón que lleva a Cristo a dar tanta importancia a un “acto humano”.
Hemos perdido todo sentido simbólico de la realidad. Incluso hay quien piensa los simbólico es tan solo apariencia y por lo tanto, una realidad que cada cual interpreta como “siente” o quiere comprender. No podemos negar que vivimos en una sociedad en donde las apariencias sirven para ocultar el vacío o incluso para parecer lo que no es en realidad. Basta escuchar la forma con que nos convencen que un perro es un vegetal, los ideólogos sociales o políticos. ¿Por qué no? dicen y hace juegos de manos para que creamos la falsedad que nos venden a precio de nuestra propia vida.
Pero hay símbolos verdaderos que señalan que lo que hay detrás. Si nos encontramos con un símbolo de “peligro por radiación” en un hospital, seguro que no pensamos que sólo un papel en la pared. ¿Vemos la radiación? Nadie la puede ver, pero sabemos que está allí y que debemos tomar precauciones. De la misma forma podemos ver un poco de pan y un poco de vino y pensar que son símbolos vacíos o incluso falsos y reírnos de lo locos que son los cristianos. También podemos quedarnos en la realidad social de la misa y creer que es sólo un pretexto para vernos de semana en semana. También podemos pensar que es una pérdida de tiempo y que lo esencial es cualquier activismo que nos haga sentir importantes y bien vistos.
Como los hombres desean conseguir mediante la comida y bebida saciar para siempre su hambre y su sed, esto en realidad no lo satisface nada sino esta comida y esta bebida, que hace inmortales e incorruptibles a aquéllos que la reciben; esto es, a la misma sociedad de los santos, en donde se encontrará la paz y unidad plena y perfecta. Por lo tanto, nuestro Señor recomendó su cuerpo y su sangre como cosas que se reducen y refieren a cierta unidad, porque de muchos granos se forma otro cuerpo (esto es, el pan), que es un solo todo y lo mismo sucede respecto del vino, que se forma por la reunión de muchos racimos. Después manifiesta en qué consiste comer su cuerpo y beber su sangre, diciendo: "El que come mi carne, etc., permanece en mí y yo en él". Esto es, pues, comer aquella comida y beber aquella bebida, a saber: permanecer en Cristo y tener a Cristo permaneciendo en sí. Y por esto el que no permanece en Cristo y aquél en quien Cristo no permanece, sin duda alguna ni come su carne ni bebe su sangre, sino que, por el contrario, come y bebe sacramento de tan gran valía para su condenación. (San Agustín In Ioannem tract., 26)
¿Cómo podemos vivir sin la Eucaristía que es verdadera sangre y carne del Señor? Para quien vive en Cristo, la Eucaristía es alimento que da vida. Los sacramentos nos permiten acercarnos al Señor y que la Esperanza renazca en nuestro corazón, en el centro de nuestro ser. No se trata de una ceremonia antigua, sino de la mano que nos ofrece el Señor para no ahogarnos en el mar de las apariencias sociales y culturales que nos ahogan. Actualmente vivimos en plena tormenta de ideologías, show mediáticos y teatros de falsedades. El mar de las mentiras nos hace sentirnos solos y sin esperanza. Pero la mano de Cristo está tan cerca. Tan cerca como ese Pan y Vino de vida que nos ofrece y nosotros nunca podremos entender del todo. Al menos, seamos humildes y arrodillados ante la infinitud de Dios, tomemos la mano del Señor. Oremos por nosotros y por tantas personas que han perdido la orientación y la Esperanza.