Cuando un joven abre su corazón al Corazón de Cristo su vida cambia por completo. También en los adultos, pero en esos años en que uno busca y discierne qué es lo que tiene que hacer en su vida para seguir la voluntad de Dios y ser feliz de verdad, ayuda mucho a tomar esa decisión. Se acaba el bachillerato. Llega la hora de elegir carrera. Muchos dudan cual escoger. Es normal. La oferta es amplia y muchas veces falta información. Pero pesa mucho la indecisión, la falta de motivación para afrontar en serio la vida. Eso viven muchos jóvenes cuando tienen 17-18 años. Unos pocos lo tienen claro porque desde niños han soñado con ser médicos, ingenieros o músicos. Terminan los estudios y comienzan esa carrera que les conduce a la meta deseada. Y entre esos pocos hay otros, una mínima minoría, que también lo tienen decidido. En vez de estudiar en la universidad se van a un seminario o entran a una orden religiosa.
Es lo que le ha pasado a Raúl. Lo mismo que a su hermano Jorge hace algo más de un año. Y estoy seguro que no termina aquí la historia. Vendrán más casos como el de Raúl y Jorge. Pero vamos a lo importante, a la raíz, a la causa que motiva que un joven de 18 años decida ser sacerdote. No es muy normal en estos tiempos, pero no por ello deja de ser real. Lo que ha hecho Raúl me hace volver a mis 18 años, cuando después de terminar el bachillerato me voy al seminario de Logroño. Lo tenía claro desde hacía años. Raúl ha tardado más en verlo. Da igual. ¡Lo grande de la vocación, lo gratificante para los que oran por las vocaciones y lo interpelante para sus amigos, es que ha dicho que sí a Dios! ¡Quiere ser sacerdote! ¡Con 18 años! ¡Decidido! ¡Con ganas! ¡Con ilusión! ¡Sin miedo a nada!
El año pasado La Filomena dejó todo cubierto de nieve (https://www.google.es/url?esrc=s&q=&rct=j&sa=U&url=https://www.religionenlibertad.com/blog/290427922/La-dulce-filomena.html&ved=2ahUKEwi184uSjNj1AhUkxIUKHUQGAX0QFnoECAgQAg&usg=AOvVaw1LUxdh8aMGexQZBUHu8-8m). Los frutos de esa gran nevada empiezan a verse. Los monjes del Instituto del Verbo Encarnado han llegado a La Rioja hace apenas cuatro años. En tan poco tiempo, dos jóvenes han descubierto que Dios les llama por este camino. Puede haber muchas causas. No vamos a entrar en ello ahora. Pero sí hay que subrayar algo que tienen como base de su vida comunitaria: ¡la adoración al Santísimo! Todos los días una hora por la mañana y otra por la tarde. En esa paz de la montaña, en el monasterio de Valvanera, los monjes oran e interceden por toda la Iglesia en silencio adorador.
Raúl ha subido varias veces a Valvanera con su familia a estas adoraciones. También ha hecho ejercicios espirituales. Otra clave a tener en cuenta. Todo esto ayuda, pero la base está en el día a día. Es decir en lo que hace cada semana aparte de sus compromisos como joven estudiante: ¡ir a la adoración para jóvenes que hay en su ciudad! Un día, otro, y otro. Un mes, y otro más. Un año. Otro año. Al final eso deja huella en el corazón. Llega el momento de decidir cómo quiere vivir y lo tiene claro: ¡religioso del Verbo Encarnado! Poder profundizar, saborear y aplicar en su vida la espiritualidad ignaciana, carmelitana y de San Juan Pablo II. Todo ello, vivido desde la adoración eucarística, es lo que enciende el corazón del joven riojano desde hace pocos meses. ¡Es meterse de lleno en el Corazón de Dios! Los santos ayudan, pero el estar cara a cara ante Dios en adoración nada no lo puede suplir. Hay que pasar horas ante Jesús Eucaristía. Ahí habla al corazón; y un corazón que busca dar respuesta a sus interrogantes descubre que la respuesta es Jesucristo, el Verbo Encarnado.
Se decide, lo comunica en casa, a sus amigos más íntimos, y poco a poco corre la voz. ¡Una gran alegría! Termina el verano. Sus amigos se van a la universidad y él deja su casa, su familia, su tierra. ¡Todo! Marcha a Italia para comenzar su formación religiosa. Al final llega el día tan esperado para todo aquel que llama a la puerta de un instituto religioso: ¡la toma de hábito! Estamos a 29 de enero de 2022.
Es un día muy especial. Me recuerda también la tarde del 7 de septiembre de 2007 cuando tomo el hábito de carmelita descalzo. ¡Es un regalo inmenso!: revestirse de un modo nuevo para vivir, por dentro y por fuera, sabiendo que no eres de este mundo, aunque vivas en él, sino que eres de Dios. ¡Un consagrado a Dios! ¡Un alma entregada a Dios para darle gloria! ¡Un joven que ama y se deja amar por Dios! Raúl quiere empezar a vivir como religioso siguiendo un modo de vida concreto. Todo eso y mucho más es tomar el hábito, pero en el Instituto del Verbo Encarnado no se recibe hábito propio, sino la sotana.
Acostumbrado a verlo como un joven más, cuando venga por La Rioja será una alegría muy grande acompañarlo, como el tiempo en que hemos compartido juntos las adoraciones al Santísimo, pero el gozo será mayor aún, porque irá vestido con la sotana. Muestra de que sigue a Cristo de un modo singular. ¡Qué gozada! Es lo que ha pasado en Navidad con su hermano Jorge cuando ha venido de vacaciones. La vida religiosa tiene un algo especial. Da vida, renueva y muestra que Dios está por encima de todo, y que vale la pena entregarle todo al que nos ha dado todo.
Subo a Valvanera a darle gracias a la Virgen por la vida y la vocación de Raúl. Ante la imagen de la Virgen de Valvanera me uno en oración al momento en que, junto a otros cinco jóvenes, Raúl recibe la sotana para empezar el noviciado. Es otra de las grandes maravillas de seguir a Cristo en la vida religiosa. ¡La fuerza de la oración! Es de todos, no lo voy a negar, pero también es verdad que los que tienen otra vocación no pueden tener tanto tiempo para orar. Son vocaciones distintas. Por eso doy gracias a Dios. Por haberme llamado a ser carmelita descalzo, a tomar la oración como centro de mi vida personal y comunitaria, y desde ahí contagiarla a los demás. Invitar, iniciar, acompañar a todo el que se acerca y quiere orar. Como ha pasado con Raúl y sus amigos. El Señor sabe muy bien cómo hace las cosas. No puedo hacerme presente en este acontecimiento tan importante para Raúl, pero en oración me voy hasta el noviciado del Instituto del Verbo Encarnado para estar con él. ¡Esto es algo muy grande! Con la oración se puede ir uno a cualquier rincón del planeta; y lo que es más importante, llegar hasta lo más profundo de aquel que llevas en el corazón. Alguien que se ha abierto al Corazón en adoración. Y no queda ahí, sino que en oración nos hemos unido sus amigos, cada uno desde su lugar de estudio, para acompañarle y pedirle a Dios por él. ¡Cuánto puede la oración! ¡Y más aún si es adoración!