El martes pasado, día 24, el Evangelio nos mostraba un hombre al que Jesús sana después de 38 años de enfermedad (Juan 5,1-3.5-16). Me hizo pensar en la situación actual en la que nos encontramos a nivel mundial y me gustaría compartirlo contigo, de manera que pueda ayudarte y servirte de inspiración en estos momentos.

Quizás te puedas sentir como el hombre del texto bíblico en cuestión, sin demasiadas fuerzas ni ánimo para ser el primero en entrar en la piscina, llamada Betesda, cuando el agua se remueve. Sin embargo, es Jesús el único que hace posible que aquel enfermo se levante y pueda volver a andar.

La mirada de Jesús y su gran amor por cada uno de nosotros hacen posible que nos levantemos de nuestros desánimos y volvamos a caminar de nuevo. No existe bajo el cielo nada ni nadie que pueda impedirnos recibir esa palabra de Dios que nos sana y nos levanta.

No te quedes mirando cómo se remueve el agua sin ser capaz de hacer algo. Prepárate para recibir el consuelo y la misericordia de nuestro Dios que es Padre y que no se detendrá hasta levantar con su amor a cada uno de sus hijos y de sus hijas.

Es cierto que el temor nos paraliza, pero no es menos cierto que el amor siempre nos levanta y nos echa a andar para llevar este mismo consuelo a los que tenemos a nuestro alrededor. Jesús te dice: “Levántate, toma tu camilla y echa a andar” (Juan 5,8). Hoy te quiere levantar a ti porque te necesita para levantar a muchos otros que están paralizados y llenos de miedo.

El enfermo pensaba que la manera normal de quedar sano debía pasar por ser capaz de ser el primero en meterse en la piscina cuando el agua se removía; sin embargo, los planes de Dios eran diferentes y mejores. Quizás puedas pensar que la mejor manera de llevar el amor de Dios al mundo no sea a través de esta situación de crisis mundial que estamos atravesando. Pero el Señor tiene otros planes y siempre resultan superiores a los nuestros.

En medio de esta pandemia de coronavirus, muchos creyentes se preguntan qué es lo que Dios le está queriendo decir a este mundo que le ha dado la espalda. Creo que este planteamiento no es el adecuado, debido a que existe otro aún mejor y más urgente. Los cristianos deberíamos preguntarnos qué es lo que Dios le está queriendo decir hoy a su Iglesia en medio de todo esto.

Es posible que el Señor permita esta situación para que el pueblo de Dios se percate de que está llamado a salir de su encierro para contagiar al mundo con el buen perfume de Cristo. Debemos levantarnos y dejar nuestras camillas para echar a andar, porque el mundo necesita recibir la Buena Noticia del amor de un Dios que salva y da vida abundante.

El Evangelio de este quinto domingo de Cuaresma (Juan 11,3-7.17.20-27.33b-45) también nos hace caer en la cuenta de todo esto. Una vez que Lázaro es devuelto a la vida por Jesús, vemos un par de indicaciones importantes y decisivas que hace el Señor. La primera es esta: “Lázaro, sal afuera” (Juan 11,43). La segunda es esta: “Desatadlo y dejadlo andar” (Juan 11,44).

Es la llamada urgente que Dios nos está haciendo en estos momentos a toda la Iglesia y a cada uno de sus hijos. Debemos salir afuera, liberarnos de ataduras y de todo aquello que nos impide andar e ir a llevar el consuelo y la misericordia del Señor al mundo entero.

Nunca olvidemos que Dios es soberano y nada sucede sin que Él lo permita, ya que Él es el único que tiene el control. Nada se le escapa y nada sucede sin que sea de utilidad para nuestro bien y para la salvación del mundo. “¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?” (Juan 11,40).

 

Fuente: kairosblog.evangelizacion.es