La vida de Teo estaba en serio peligro, su madre, Celia, estaba muy sola y en shock cuando descubrió su embarazo y el padre del niño no quería tenerlo. Ella y su otro hijo dormían en una habitación, junto con sus padres, de un piso de inmigrantes, donde se hacinan en habitaciones familias enteras de 4 o 5 miembros, apenas 9 metros cuadrados.
Celia se encontraba mal, se encontraba sola, sus planes de estudio se le venían abajo, su pareja se desentendía, una boca más en la ya rebosante habitación donde las relaciones no eran muy fluidas y las discusiones eran muy habituales.
La tormenta perfecta y una única salida que se le ofrece: «aborta, ya verás como todo se soluciona con eso y tu vida vuelve a la normalidad» si es que su situación se podía llamar así. Y en el centro de la tormenta perfecta, Teo, que sentía en su pequeño cuerpecito la tensión, porque los bebes sienten perfectamente el estado emocional de la madre.
Celia no había pedido ayuda a nadie, porque como ella dice «yo no soy de pedir ayuda». Craso error que cometemos muchos, quizá por una educación en la que pedir ayuda y dejarse ayudar no está bien visto, ¿qué triste verdad? Quizá nos vendría bien una catequesis de porqué las obras de misericordia no son 14 sino 28, porque no solo hay que dar de comer al hambriento, sino dejarse dar de comer cuando se tiene hambre, y no solo hay que dar consejo, sino dejarse aconsejar, que a mi entender es mucho más difícil y meritorio.
Y Celia llego a la puerta del abortorio, sola, abatida, ausente, con el corazón del pequeño Teo latiendo en su vientre, ajeno a su destino. Pero Dios es grande, porque a la puerta del abortorio había una rescatadora de Proyecto Ángel, una persona que por amor a Dios y por amor a la Vida y a quien es la Vida le ofreció escucha, comprensión y le abrió un mundo de oportunidades y opciones al aborto que hicieron renacer la esperanza. Siempre me ha llamado la atención que las madres que acuden al aborto siempre dice «no puedo tener a este bebé» y no «no quiero tener a este bebé». En este caso querer es poder, ¡sí se puede!
Estoy segura de que Teo, cuando su madre empezó a relajarse, de salir de ese tobogán emocional y de su tormenta perfecta, también se relajó mucho. Y es que Dios siempre se ocupa de sus hijos, grandes y pequeños, a través de la Iglesia, que es quien envía y da la misión a Speimater
El embarazo de Celia fue acompañado por un Ángel de Speimater, según ella misma cuenta «No solo se interesaron por mí y por mi bebé, sino por toda familia, incluyendo a mi madre y a mi otro hijo; no solo me dieron cosas para mí y para mi bebé que necesitábamos, sino que me escucharon, me dieron consejos, me propusieron alternativas».
Cuando uno se deja llevar por Dios, Él va arreglando las cosas en tu vida y así fue en la vida de Celia. A lo largo del embarazo mejoró mucho la relación con sus padres que ya he comentado, era bastante difícil, hubo reconciliación con la pareja, no para seguir juntos, pero si para que su hijo Teo tuviera un padre en su vida, terminó el ciclo formativo que estaba realizando y encontró trabajo… y lo más importante de todo, Teo un bebé precioso asomó su carita al mundo.
Esta historia de Teo podía haber tenido otro final, la historia de Celia es similar a muchas otras mujeres en riesgo de aborto. Roguemos al Dueño de la mies que envíe más obreros a la mies, a más Ángeles que cuiden de sus hijos más pequeños y que ofrezcan un camino de Vida a las madres y los padres y a todas las familias, un camino de salvación que tiene un nombre, el único que se nos ha dado, Jesucristo.