"El cuerpo es como una bestia. A lo que le habitúes, se acostumbra". Es lo que contestó el Padre Pío cuando un seminarista le preguntó cómo podía vencer la pereza. Lo cuenta Pierino Galeone, y dice que hasta el día de hoy tiene presente esta respuesta. Pierino Galeone, hoy obispo, fue un joven sacerdote que vivió muy cercano al Padre Pío los últimos años de su vida.
El Padre Pío sintetizó en una frase breve y concreta la misma conclusión a la que hoy se llega desde la neurociencia y la neurobiología: el cuerpo tiene una inteligencia propia, y a base de repetir las mismas acciones día tras día, se crean unos circuitos neuronales y corporales según los cuales el cuerpo actúa de forma autónoma. Por ello resulta tan difícil cambiar, a primera vista, cuando te has generado un hábito psíquico o físico durante años. Puedes tener el hábito de no pensar, y ver pasar los días uno tras otro y tu vida igual día tras día. O a lo mejor eres de los que, por tu nivel de estrés, ni siquiera los ves pasar. Los días pasan y ya está.
O estás entre los que han hecho algún intento por cambiar, pero no has perseverado en el tiempo. ¿Te has preguntado por qué?
Sin duda la respuesta no es fácil y no creo que haya recetas mágicas. A mí me sirve saber que el cuerpo muchas veces actúa de forma autónoma. Te haces un propósito estupendo. Pongamos, me levantaré todos los días una hora antes, primero para empezar el día en la serenidad y el silencio de la presencia divina (cultivo así mi inteligencia espiritual) , y luego haré un poco de deporte (y cuido mi inteligencia física). Sin embargo, llega la hora y no te levantas. Toda clase de justificaciones, seguro que estupendas, vienen a tu mente para no hacerlo. Es la inteligencia del cuerpo que está enviando toda clase de mensajes a tu cerebro para seguir como has estado siempre, y no hacer un cambio de calidad. También podrías hacerte un propósito más interior, por ejemplo, si eres una persona que tiende a la queja, pues dejar de quejarte, dejar de ir de víctima por la vida, y ser más proactivo. Llega una circunstancia desfavorable y enseguida ya estás de nuevo compadeciéndote de ti mismo, y sintiéndote la injusta víctima de un entorno que no te comprende. Tu cuerpo se resiste a esa situación de cambio que tú, desde tu ser, deseas. Se aplica el refrán de "más vale malo conocido que bueno por conocer". El estado de víctima, al cuerpo, aunque lo reconozca negativo, le resulta cómodo. Le parece más penoso explorar nuevas conductas.
Sin embargo, si te alineas con lo que eres en profundidad, puedes descubrir qué deseas. Creo que una de las claves es una motivación adecuada, y además saber alimentar esa motivación. Y a mi modo de ver, ésta sólo puede surgir de la conciencia de quién eres y qué deseas esencialmente. Un buen día puedes decidir realizar un cambio en tu vida, al nivel que sea, físico o psíquico. Si ese cambio no está alineado con lo que eres en profundidad, es difícil que prospere. El primer paso, pues, es conocerte en ese nivel. Y para ello necesitas autoobservación, silencio y escucha. Tener capacidad de mirarte desde fuera (algunos autores lo llaman metacognición), escuchar en el silencio el eco de Dios que resuena e ilumina tu interior, y desde allí operar el cambio. Previo o simultáneo a eso debes ser capaz de escuchar tu discurso mental, tu discurso interior, tomar conciencia de tus pensamientos, que muchas veces no van acorde con lo que eres ni con lo que deseas ser.
Tomar conciencia de si hay o no unidad en tu interior (espíritu, pensamiento, sentimiento y acción) es un primer paso para lograr una vida coherente, íntegra y significativa.
Georgina Trías