Desde el domingo pasado la familia del Carmelo cuenta con un nuevo santo: San Tito Brandsma. Es un carmelita de la Antigua Observancia (calzado), pero muy unido al Carmelo Descalzo. Celebramos su fiesta el día 27 de julio. Era beato y el día 15 de mayo, junto a otros 9 beatos, es canonizado en Roma, es decir, pasa de ser beato a ser santo.
Nace en Bolsward (Holanda) en 1881. Entra joven en la Orden del Carmen y es ordenado sacerdote en 1905. Estudia filosofía en Roma y se convierte en un gran profesor en esta materia. Incluso llega a ser rector de la universidad Nimega. A esta faceta académica se suma su vena periodística. Coordina la prensa en Holanda durante la invasión nazi. No se calla las atrocidades que éstos cometen contra tantos inocentes. Difunde y defiende la carta de los obispos holandeses en contra de todo lo que ocurre en Europa durante la contienda bélica de estos años. Todo esto es motivo de persecución contra su persona. Al final es detenido. Pasa de cárcel en cárcel hasta terminar en el campo de concentración de Dachau (Alemania). Allí sigue alentando a todos a vivir unidos a Dios y a la Virgen María. Alcanza el martirio en este lugar de exterminio tras ser inyectado con ácido fénico. Como punto final de su vida hay que destacar que muere unido a la Virgen e invitando a la enfermera que le pone la inyección letal a rezar el rosario.
Una de sus grandes obras es la traducción de los escritos de Santa Teresa de Jesús al holandés. Es una tarea que lleva a cabo con la ayuda de otros frailes. A ello se suma que siendo un joven carmelita, aún sin recibir la ordenación sacerdotal, comienza a traducir una antología de textos teresianos. Se une así su gran pasión por el Carmelo con la difusión de esta espiritualidad que da sentido a su vida. Esta tarea es posible gracias a sus portentosas dotes periodísticas. Además durante su estancia en la cárcel comienza a escribir una biografía de la Santa Doctora que deja sin terminar y concluye otro fraile.
Como verdadero carmelita, recordando a San Juan de la Cruz preso en Toledo, San Tito Brandsma encerrado en la celda 577 de Scheveningen, escribe ardiendo en amor de Dios y totalmente libre. Está preso en la cárcel, pero es mucho más libre que todos sus carceleros. Dejemos que este nuevo santo nos abra su corazón; el corazón de un preso enamorado de Dios:
Cuando te miro, buen Jesús, advierto
en ti el amor del más querido amigo,
y siento que, al amarte yo, consigo
el mayor galardón, el bien más cierto.
Este amor tuyo -bien lo sé- produce
sufrimiento y exige gran coraje;
mas a tu gloria, en este duro viaje,
sólo el camino del dolor conduce.
Feliz en el dolor mi alma se siente:
la Cruz es mi alegría, no mi pena;
es gracia tuya que mi vida llena
y me une a ti, Señor, estrechamente.
Si quieres añadir nuevos dolores
a este viejo dolor que me tortura,
fina muestra serán de tu ternura,
porque a ti me asemejen redentores.
Déjame, mi Señor, en este frío
y en esta soledad, que no me aterra:
a nadie necesito ya en la tierra
en tanto que Tú estés al lado mío.
¡Quédate, mi Jesús! Que, en mi desgracia,
jamás el corazón llore tu ausencia:
¡que todo lo hace fácil tu presencia
y todo lo embelleces con tu gracia!
Este poema muestra todo lo que vive el autor: un carmelita encarcelado en su tierra, en Holanda. Su condición de preso abre su alma a Dios de una manera prodigiosa. Se llena de amor y de paz. Comienza a escribir su diario en la cárcel de Scheveningen. De ahí nacen dos escritos de suma elocuencia. Uno es Mi horario, el otro Mi celda. El maduro fraile carmelita pone por escrito su vida interior. No sufre, sino que se une de un modo muy especial a Cristo. Se llena de paz y de vida. Se enciende por dentro y nos deja un retazo de lo que vive encerrado, en soledad, con mucho frío y sin saber si algún podrá salir de ese lugar donde todo se ve con otros ojos. Está sólo pero siente a Cristo a su lado. No necesita más. Sólo Cristo y él:
“Estoy solo, es verdad, pero el Señor está más cerca de mí que nunca. Siento ganas de gritar de gozo porque el Señor ha querido que yo le descubra en toda su plenitud, sin que necesite estar entre los hombres, ni que los hombres lleguen hasta aquí. Él es mi único refugio… Me siento feliz. Permaneceré aquí siempre, si Él así lo dispone. Pocas veces me he sentido tan feliz” (San Tito Brandsma, Mi celda).
Todo esto le prepara a lo que está por venir, el paso por el campo de concentración de Amersfoort y más tarde el de Dachau donde todo termina, o por mejor decir, empieza a ser lo que estaba llamado a ser de verdad. A los ojos de los hombres poco puede haber más duro que la falta de libertad al estar preso en la cárcel. Para San Tito Brandsma es todo lo contrario, su formación como fraile carmelita y su vida como preso hasta llegar al martirio es algo que va a la par. Cada paso es necesario para alcanzar la vida en plenitud, la santidad de vida. Si se salta una etapa falta algo y no es lo mismo. Hay que empezar y llegar hasta el final. San Tito Brandsma lo tiene muy claro. Sigamos su vida paso a paso:
Entra al Carmelo el 19 de enero de 1942, después de ser es arrestado por la Gestapo en su convento de Nimega (Holanda). Pasa su primera noche como preso en la cercana cárcel de Arnhem. Al día siguiente es llevado al noviciado, donde durante siete semanas aprende a vivir como preso en la cárcel de Scheveningen. Comienza la vida como fraile profeso en el campo de concentración de Amersfoort durante los meses de marzo y abril. Regresa de nuevo dos semanas a Scheveningen para recibir el diaconado. Se prepara a la ordenación sacerdotal en la cárcel de Kleve, en la frontera germano-holandesa donde pasa un mes. En junio es llevado hasta el campo de concentración de Dachau en un tren de ganado. Aquí, tras ser marcado con el número 30.492, inicia su ministerio sacerdotal durante sus últimos días de vida en este mundo. Lo que hace es entregarse del todo y vivir como sacerdote que llega hasta ofrecer su propia vida, como Cristo en la cruz. Se abren al fin las puertas del cielo para este sacerdote carmelita preso que entrega su alma a Dios el 26 de julio de 1942.
En la vida consagrada el noviciado es fundamental. Tal como se vive esta etapa inicial durante la formación religiosa, se desarrolla el resto de la vida de un fraile. Aquí se asientan las bases para entrar en el ser mismo de una orden religiosa. Encarcelado se entrega del todo a Dios. Se ofrece con pleno júbilo al empezar su noviciado. Quiere ser siempre novicio en esa celda de la cárcel de Scheveningen. Por él ahí se habría quedado para siempre, pero Dios le pedía más. Le tenía preparada una unión más estrecha con Él. Por eso pasa por más cárceles y termina en un campo de concentración. Se siente dichoso siendo preso; no es un pensamiento poético sino palabras suyas: “Pocas veces me he sentido tan feliz”. Esta es la vida de San Tito Brandsma: un fraile que antes de ser mártir defiende la Verdad, difunde el legado de Santa Teresa y deja por escrito que es feliz en la cárcel.