8 de julio de 1936. Falta diez días para que estalle la guerra civil española. En el edificio de las Cortes, don Jesús Requejo San Román tras solicitar la venia al Señor Presidente don Diego Martínez Barrio (Diario de las Sesiones de Cortes, nº 58 página 1.978) comienza su intervención:
“… Se limita este ruego que voy a formular al ejercicio del culto católico. No traigo yo esta noche, Sres. Diputados, aires de fronda ni vengo, aquí a acusar a nadie, pues un corazón cristiano no debe latir sino a impulsos del perdón, y del perdón para el enemigo precisamente, que es el amor en su tensión máxima.
… lo que yo traigo es un problema de libertad en su función más excelsa, en su expresión más elevada: la libertad en sus relaciones con la Divinidad, la misma libertad en el ejercicio más sagrado de los derechos: el del culto debido a nuestro Dios y Creador”.
Luego, citando una batería de ejemplos (“En Maqueda el párroco tiene que ausentarse porque es objeto de graves amenazas. Las llaves de la iglesia quedaron en poder del Juez municipal. Otro tanto ha sucedido en Carmena, en Carpio de Tajo, Gerindote, en Castilblanco, Sevilleja de la Jara…”) terminó mostrando una fotografía de una pared exterior de la iglesia de Santo Tomé en la ciudad de Toledo y del Cristo que desde hace más de dos siglos cuelga en la calle… “en sus sagrados pies -dice- cuelgan carteles del Frente Popular.
…No quiero torturar más vuestra atención, pero sí quiero preguntar: ¿adónde vamos a parar? ¿Puede esto continuar ni un día más? ¿Es posible que haya quien no se dé cuenta de que con esos atentados, con esos atropellos y, sobre todo, con esas profanaciones y sacrilegios se está acelerando el proceso de disolución de la sociedad española?...
…¿Es mucho -terminará diciendo Don Jesús- que yo acuda a pedir que se respete a los españoles el ejercicio de sus derechos y también deberes de conciencia?
El Sr. Requejo defendiendo públicamente a la Iglesia pone en tela de juicio las dificultades que tres meses antes los católicos habían sufrido sobre todo en los días de la Semana Santa. En buena parte de España esos días, que fueron lluviosos, se vivieron con temor por parte de las hermandades y con la común estrategia de ocultar sus imágenes; temores que por desgracia se confirmaron posteriormente con la destrucción de iglesias, imágenes y enseres de muchas cofradías.
A finales del mes de julio el Señor Requejo fue encarcelado junto a su hijo Antonio; su condición de diputado que le debía proporcionar inmunidad parlamentaria no le sirvió de nada. Sus enfrentamientos por defender a la Iglesia con Dolores Ibárruri, la famosa Pasionaria, le señalaban como víctima escogida. El 17 de agosto los dos (padre e hijo) fueron fusilados en El Congosto, junto al río Algodor, en el término de Los Yébenes (Toledo).
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