Fragmento del discurso de un demonio; tomado de "El diablo propone un brindis", de C. S. Lewis, escrito en 1959.
"En ese prometedor país, el espíritu expresado en la fórmula ‘soy tan bueno como tú' se ha convertido ya en algo más que una influencia de índole generalmente social. Comienza a abrirse camino en el sistema educativo. No podría decir con seguridad hasta dónde han llegado sus efectos en el momento presente. Tampoco importa. Tan pronto como se hayan percatado de la tendencia, podrán predecir fácilmente su evolución futura, especialmente si se tiene en cuenta que nosotros mismos jugaremos un importante papel en ella. El principio básico de la nueva educación ha de ser evitar que los zopencos y gandules se sientan inferiores a los alumnos inteligentes y trabajadores. Eso sería ‘antidemocrático’. Las diferencias entre los alumnos se deben disimular, pues son obvia y claramente diferencias individuales. Conviene hacerlo en los diferentes niveles educativos. En las universidades, los exámenes se deben plantear de modo que la mayoría de los estudiantes consiga buenas notas. Los exámenes de admisión deben ser organizados de manera que todos o casi todos los ciudadanos puedan ir a la universidad, tanto si tienen posibilidades (o ganas) de beneficiarse de la educación superior como si no. En las escuelas, los niños torpes o perezosos para aprender lenguas, matemáticas o ciencias elementales pueden dedicarse a hacer las cosas que los niños acostumbran a realizar en sus ratos libres. Dejémosles que hagan pasteles de barro, por ejemplo, y llamémosle modelar. En ningún momento debe haber, no obstante, el menor indicio de que son inferiores a los niños que están trabajando. Sea cual sea la tontería que los mantenga ocupados, debe gozar —creo que en español se usa ya la expresión— de ‘paridad de estima’. No es imposible urdir un plan aún más drástico. Los niños capacitados para pasar a la clase superior pueden ser retenidos artificialmente en la anterior, pues, de no hacerlo, los demás podrían sufrir un trauma —¡qué utilísima palabra, por Belcebú!— al quedar rezagados. Así pues, el alumno brillante permanece democráticamente encadenado a su grupo de edad durante todo el período escolar. Un chico capaz de acometer la lectura de Esquilo o Dante permanece sentado escuchando los intentos de sus coetáneos de deletrear EL GATO SENTADO EN EL FELPUDO.
En resumen, podemos esperar razonablemente la abolición virtual de la educación cuando el lema 'soy tan bueno como tú' se haya impuesto definitivamente. Los incentivos para aprender y los castigos por no hacerlo desaparecerán. A la minoría que pudiera desear aprender se le impedirá hacerlo. ¿Quiénes son ellos para descollar sobre sus compañeros? De cualquier modo, los profesores —¿debería decir acaso niñeras?— estarán muy ocupados alentando a los zopencos y dándoles palmaditas en la espalda para no perder el tiempo en la verdadera enseñanza. Y no será preciso hacer planes ni fatigarse para propagar entre los hombres la presunción imperturbable y la ignorancia incurable. Los pequeños gusanos lo harán por nosotros.
Nada de esto sucederá, por supuesto, a menos que toda la educación llegue a ser estatal. Pero todo llegará. Es parte del mismo movimiento. Impuestos durísimos, ideados con ese propósito, están liquidando la clase media, que estaba dispuesta a ahorrar, gastar y hacer sacrificios para educar a sus hijos en instituciones privadas. La supresión de esta clase, además de beneficiar la abolición de la educación, es afortunadamente un efecto inevitable del espíritu que afirma 'soy tan bueno como tú'. Esa clase fue, a la postre, el grupo social que dio a los humanos la mayoría abrumadora de sus científicos, médicos, filósofos, teólogos, poetas, artistas, compositores, arquitectos, juristas y administradores. Si alguna vez ha habido un manojo de tallos elevados cuyas cabezas fuera preciso cortar, ha sido sin duda alguna ese. Como observaba no hace mucho un político inglés: ‘La democracia no quiere grandes hombres’".